Rey De Reyes - Volumen 1

Από ElMarkOP

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¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambient... Περισσότερα

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Parte 50 (Personajes)
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Capitulo 58
Capitulo 59
Capitulo 60
Capitulo 61
Capitulo 62
Capitulo 63
Capitulo 64
Capitulo 65
Capitulo 66
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Capitulo 68
Capitulo 69
Capitulo 70
Capitulo 71
Capitulo 72
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Capitulo 77
Capitulo 78
Capitulo 79
Capitulo 80
Capitulo 81
Capitulo 82
Capitulo 83
Capitulo 84
Capitulo 85
Capitulo 86
Capitulo 87
Capitulo 88
Capitulo 89
Capitulo 90
Capitulo 92
Capitulo 93
Capitulo 94
Capitulo 95
Capitulo 96 - El fin del prólogo okno
Capitulo 97
Capitulo 98
Capitulo 99
Capitulo 100
Capitulo 101
Capitulo 102
Capitulo 103
Capitulo 104
Capitulo 105
capitulo 106
Capitulo 107
Capitulo 108
Capitulo 109

Capitulo 91

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Από ElMarkOP

Sentado en el jardín de su mansión, Arthur se encontraba disfrutando de un té con su esposa mientras charlaban sobre las últimas novedades de Orley.

La producción de Orley seguía igual de prospera como siempre, pero su desarrollo se vió relativamente detenido por la guerra que se avecina.

Según su confiable informante, el conde Preston. No sería de sorprenderse que ya estuvieran cargando hacia aquí.

Está era una guerra interna en el reino donde el 90% estaba encontrá de Arthur y su gente, pero él no tenía miedo. La diferencia de poder era igual sino superior a la de sus números.

Es una pena que no hubiera maquinaria suficiente para hacer munición en grandes cantidades, de lo contrario, Arthur no habría tenido miedo de crear más fusiles y cualquiera de las primeras armas automáticas de la historia.

Incluso la ametralladora que funcionaba con una manivela, antepasado de armas como la MG42 o calibres .50

Eso cambiará cuando acaben con este gobierno. Glideric se convertirá en un paraíso económico y militar. Y todo porque finalmente alguien que entiende que desarrollar un país es mucho más productivo que forrarse los bolsillos con el arduo trabajo de su pueblo.

Idiotas que prefieren arruinar a su gente por un presente mejor para sí mismos, que esforzarse para disfrutar de un mejor futuro lleno de posibilidades y maravillas.

Adela comenzó a entender eso entre más tiempo pasaba con Arthur, el dinero se convirtió en su tercer a prioridad siendo superada por el deseo de presenciar las maravillas del futuro. De primera prioridad, por supuesto, la presencia de su amado en su vida.

Adela observaba a su amado beber su té con una sonrisa, ambos estaban contentos solo por estar junto al otro. Aunque a diferencia de Arthur, Adela no estaba tan relajada.

Emma llegó con una bandeja en sus manos, era el almuerzo de ambos. Tanto ella como su nueva madre parecían nerviosas.

Emma miró a Adela cuando colocó la bandeja sobre la mesa y está le asintió con la cabeza. Luego, como es debido, Emma procedió a servirle al hombre de la casa, dueño y ya de por sí su señor feudal.

-A-Aquí tienes... Papi... -Dijo Emma con una expresión llena de vergüenza y timidez.

-Gracias, Emma. -Sonrió Arthur a punto de acariciarle el cabello pero frunció el ceño-. ¿Cómo me llamaste?

-Y-Yo... Umm... Papá... -Repitió mientras se aferraba a su vestido.

Arthur abrió los ojos con sorpresa y miró a Adela para ver su expresión. Adela tomó a Emma y la acercó a ella mientras colocaba sus manos en sus pequeños hombros.

-Mi amor... Estuve pensando qué... ¿Que opinas de adoptar a Emma? -Preguntó Adela pero luego negó con la cabeza-. No, más bien. Quisiera que Emma fuera nuestra hija.

Adela notó como Arthur apretó ligeramente los labios, una casi imperceptible tristeza se reflejó en sus ojos y Adela lo notó.

Arthur miró a Emma, se levantó de su silla y se arrodilló frente a ella con una leve sonrisa.

-¿Estás bien con esto, Emma? -Preguntó Arthur.

Emma tímidamente asintió con la cabeza.

-La señor... Mami es muy buena conmigo, y el señor Arthur me cuida y se preocupa bastante por mí, Aunque yo lo moleste con sus estudios aveces. -Dijo mientras bajaba la cabeza-. Yo también los quiero. Y si quieren que sea su hija, entonces también me gustaría serlo.

Arthur notó la mirada cariñosa que tenía Adela hacia Emma. Arthur sonrió mientras tomaba a Emma por sus adorables mofletes y la miró a los ojos.

-No bajes la cabeza, Emma. Si eso es lo que ambas quieren, no tengo motivos para decirles que no. -Los ojos de Adela brillaron cuando escuchó a su amado acceder al instante.

Emma se puso bastante feliz de ser aceptada, tanto así que no dudó en abrazar a Arthur. Este sonrió y le acarició suavemente la espalda.

-Arthur... Gracias. -Adela sonrió.

-No, querida, gracias a tí. Emma es una niña muy buena, que la hayas elegido me complace bastante.

Arthur sintió como Emma lo abrazaba con más fuerza, claramente feliz de que hablarán bien de ellas.

Adela se unió al abrazo, Emma sabía que ellos jamás reemplazarían a sus verdaderos padres, pero poder tener otra vez a quienes considerar como figuras paternas que la llenaban de cariño fue suficiente para hacerla llorar de alegría.

Mientras abrazaban a Emma, Arthur y Adela se miraron por un segundo antes de compartir un pequeño pero significativo beso. No querían incomodar a Emma con acciones románticas.

Ahora Emma se encontraba sentada sobre la pierna de Arthur mientras disfrutaban de un agradable almuerzo y hablaban sobre el futuro de ella.

El primer paso obviamente fue abandonar su puesto como sirvienta, algo en lo que Emma estaba reacia a aceptar ya que estaba muy acostumbrada y le gustaba poder servirles.

Pero la joven tenía que aceptar que ya no estaba al servicio de la familia sino que era un integrante directo de ella.

Al notar sus inquietudes, Arthur le acarició la espalda.

-Está bien, sé que te gusta ayudarnos para que veamos lo mucho que te esfuerzas. Pero hay muchas otras formas de hacernos sentir orgullosos, Emma. Tus estudios por ejemplo. -Dijo Arthur.

Adela asintió con la cabeza.

-Y ahora que tendrás más tiempo libre, puedes dedicar más tiempo a tus estudios. ¿No es genial? -Sonrió Adela.

Emma levantó la cabeza mientras pensaba.

-¿Entonces si estudio mucho seré una buena hija? -Preguntó

-No necesitas eso para ser una buena hija. -Arthur negó con la cabeza-. Nosotros te vamos a querer sin importar qué, estudiar es solo una forma de hacernos sentir orgullosos por tus grandes esfuerzos.

-Entonces estudiaré mucho. -Dijo con alegre y firme decisión-. Y los haré sentir muuuuy orgullosos.

-Ja, ja, si te esfuerzas demasiado así entonces no tendremos tiempo para estar juntas. -Se rió Adela.

Arthur vio a ambas reír, pero sobre todo a Adela. No fue como esperaban, pero lograron formar una familia juntos. Su corazón se sintió en paz en este momento.

Momentos después apareció Faila, su expresión sería contrastaba brutalmente con la alegría del momento.

-Perdon por interrumpir. -Faila inclinó un poco la cabeza y miró a Arthur pensando en que palabras escoger-. Ya vienen.

Arthur asintió tranquilamente, bajó a Emma de su pierna y se levantó.

-¿Cuanto tiempo nos queda antes de que lleguen? -Preguntó Adela.

-Tres semanas a lo mucho. -Respondió Faila.

-Tengo que asegurarme de que todo esté bien preparado. -Dijo Arthur dándole un beso a Adela-. No se preocupen, saldremos juntos más tarde.

Adela asintió con la cabeza, Arthur miró a Emma y le revolvió el cabello.

-Nos vemos luego.

-Adios, mi se... P-Papi. -Emma se sonrojó tímidamente.

Arthur sonrió y asintió, Faila miró a Arthur sorprendida pero no dijo nada ya que Arthur ya se estaba retirando.

Al salir de la mansión, está lo miró y finalmente pudo preguntar.

-¿La adoptaron?

Arthur asintió con la cabeza.

-Ahora tengo 3 motivos para ganar esta guerra. -Suspiró-. Mi esposa, mi hija y mi pueblo. ¿Motivador, no crees?

-Creo que es mucha presión... Tengo curiosidad, ¿Por qué ella? ¿No era mejor un bebé así de chiquito? -Preguntó Faila mostrando el tamaño de un bebé de 6 meses con sus manos.

-Así lo quiso Adela. -Respondió mientras levantaba los hombros-. Me gusta más así, Emma es una buena niña. Amable pero decidida cuando se propone algo... En ese sentido me recuerda un poco a tí, ja, ja.

-Mierda... -Faila desvió la mirada con un claro rubor en su rostro.

La risa de Arthur creció aún más, Faila se desquitó al darle un golpe en el hombro.

Arthur personalmente chequeó que todo estuviera en su lugar. El fuerte, listo. Armas y munición, listo. Artillería, listo. Navíos, listo.

Después de un rato, Arthur se encontraba en el muro observando la distancia pensativamente mientras sus compañeros lo observaban desde atrás, preguntándose qué veía o que pensaba.

-¿De verdad llegarán en una semana? -Preguntó Feyton.

-Es probable, sí. -Dijo Faila.

-De hecho, será antes. -Respondió Arthur.

Lo miraron con intriga.

-¿En serio? ¿Cómo estás tan seguro? -Preguntó Robert.

-¿Hace cuánto les llegó la información? -Preguntó volteando ligeramente su rostro.

-Hoy mismo. -Dijo Faila.

-¿De dónde vino el mensajero? -Preguntó Arthur.

-De Ornsted por supuesto. -Dijo Robert.

-¿Y antes de eso qué? ¿La capital?

Los tres se miraron entre sí, Arthur se giró hacia ellos.

-No subestimen la velocidad a la que viaja la información. Los espías de la reina Selise o Preston enviaron mensajeros a Ornsted y luego hacia aquí, estamos hablando de 4 o 5 personas con nociones del tiempo completamente diferentes. -Explicó-. Esas tres semanas fácilmente podrían convertirse en una. Así que no se relajen mucho, se avecina una guerra.

Los tres hicieron un saludo militar. Arthur se giró una vez más hacia el horizonte al otro lado del muro.

-Tampoco subestimen la codicia o la locura de un hombre, pero si es un rey. -Añadió refiriéndose claramente al rey Baldric-. Ningún sacrificio o atrocidad es demasiado grande para cumplir sus deseos.

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En un campamento militar entre Ornsted y Orley se encontraba el rey en su tienda privada, estaba sentado sobre una silla de madera mientras su pierna derecha temblaba y su dedo golpeaba rítmicamente el brazal de su silla.

-Sin la ayuda de la santa iglesia las probabilidades de victoria se reducen significativamente, son el poder militar más grande después de los Mallory y aunque son pocos, sus armaduras los harían buenos escudos. -Pensó el rey en voz alta con un claro tono de frustración y molestia.

-Sniff... D-Dioses... Sniff... ¿Por qué...?

El rey suspiró pesadamente, se levantó y se giró hacia su cama.

-¡Deja de llorar de una puta vez! ¡Te dí una tarea! ¡Una! No me culpes a mí por esto, culpa a tus dioses por haberte hecho tan inútil Alejandra. -El rey chasqueó la lengua con disgusto y se acomodó el pantalón-. Vístete rápido y lárgate antes de que alguien te vea.

Alejandra hacia sollozante sobre la cama del rey, sin ropa y con claros rasguños y mordiscos en partes del cuerpo fáciles de esconder.

Su mente apenas podía creer lo que había sucedido, pero no fue el acto como tal sino la persona que lo llevó a cabo.

Su padre le había encomendado convencer a la santa iglesia de mover sus tropas a su lado, el plan del rey era debilitarlos al mismo tiempo que conseguía ventaja en la batalla que se avecina.

Alejandra era la única que podía de convencer a los altos mandos de unirse pero fue incapaz de lograrlo. Según ellos, la fuerza del rey era suficiente para lograrlo aparte de que la iglesia valoraba mucho sus tropas como para usarlas en algo tan "absurdo" como un barón traidor.

El rey la castigó por su fallo tal y como le había dicho, pero Alejandra nunca esperó que su castigo conllevaría a qué propio padre se atreviese a someterla contra su voluntad.

No hubo súplicas ni rezos que pudieran detener los insultos, las risas y los azotes del rey. Y aunque le dieron vía libre para huir, Alejandra no tenía fuerzas para moverse, simplemente quería desaparecer.

-¿Oh? ¿Quieres quedarte entonces? -Preguntó el rey, acto seguido la jaló por el flequillo acercando sus rostros-. Eso es bueno porque siento que no te he disfrutado lo suficiente.

-N-No... N-No más, p-por favor... -Alejandra cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza.

-Hmph. -El rey resopló soltando a Alejandra como si tirará un pedazo de basura-. Deberías sentirte agradecida. ¡Pronto me convertiré en el rey más poderoso! Y tú querida, te convertirás en un lindo juguete.

El rey soltó una carcajada pero su sollozante hija le pareció tan asquerosa como un mal chiste.

-Ya lárgate, mujer. Y asegúrate de limpiarte bien, apestas a mierda. -Sacudió su mano despreocupadamente y se sentó de nuevo en su silla.

Alejandra como pudo se levantó, como pudo se colocó su vestido intentando que pareciera que nada ocurrió, luego salió tambaleante de la tienda mientras se limpiaba las lágrimas.

Al llegar a su tienda se encontró con la pequeña estatuilla de los dioses que siempre debía llevar consigo. Sintió un profundo asco al verla, creyó que los dioses habían ignorado sus súplicas, abandonandola por completo mientras se burlaban de ella y su sufrimiento.

Alejandra tomó la estatuilla y la levantó en alto, estuvo a punto de romper lo que simbolizaba sus años de dedicación y esfuerzo pero solo una pizca de duda bastó para que no lo hicieran.

Alejandra miró la estatuilla, las lágrimas cayeron sobre ella mientras la acariciaba con ambas manos. Ella colocó cuidadosamente la estatuilla en su lugar y lentamente se arrodilló frente a ella, juntando sus manos y cerrando los ojos en el proceso.

Hacer eso hizo provocó que el dolor de su cuerpo se intensificase pero lo ignoró, calmó un poco su llanto y suspiró.

-D-Dioses... Hagan conmigo lo que deseen, tomen mi alma si así lo quieren. P-Pero por favor... Maten a mi padre... Permítanme presenciar sus últimos momentos antes de que mi vida trascienda con ustedes... -Su voz se llenó de ira al expresar su deseo, pero luego se relajó y pegó su frente al piso para terminar de expresar su rezo.

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