Rey De Reyes - Volumen 1

By ElMarkOP

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¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambient... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Parte 50 (Personajes)
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Capitulo 58
Capitulo 59
Capitulo 60
Capitulo 61
Capitulo 62
Capitulo 63
Capitulo 64
Capitulo 65
Capitulo 66
Capitulo 67
Capitulo 68
Capitulo 69
Capitulo 70
Capitulo 71
Capitulo 72
Capitulo 73
Capitulo 74
Capitulo 75
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Capitulo 77
Capitulo 78
Capitulo 79
Capitulo 80
Capitulo 81
Capitulo 82
Capitulo 83
Capitulo 84
Capitulo 85
Capitulo 86
Capitulo 87
Capitulo 88
Capitulo 89
Capitulo 90
Capitulo 91
Capitulo 92
Capitulo 93
Capitulo 94
Capitulo 95
Capitulo 96 - El fin del prólogo okno
Capitulo 97
Capitulo 98
Capitulo 99
Capitulo 100
Capitulo 101
Capitulo 102
Capitulo 103
Capitulo 104
Capitulo 105
capitulo 106
Capitulo 107
Capitulo 108
Capitulo 109

Capitulo 54

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By ElMarkOP

Adela no quería despegarse de Arthur, también le costaba el hecho de mantener su relación en secreto, quería gritarlo a los 4 vientos para así poder vivir en la misma casa o cama que él.

Su cuerpo sentía una agradable calidez y hormigueo al imaginarse así misma descansando junto a su amado todas las noches. En su mente nada era más perfecto que eso.

Esa noche soñó con su boda, luego en un jardin junto a un par de niños rubios y peliplateados correteando mientras ella sostenía a un bebé en sus brazos.

Adela no estaba segura de si a esta edad estaba bien tener hijos, pero no había inseguridad suficiente que pueda opacar sus ansias de tenerlo.

Si Arthur supiera que tan grande es el deseo de Adela por procrear un heredero, tendría miedo de morir seco por ella.

Al día siguiente, Arthur observaba la construcción del astillero y los muelles, ambos estaban ya casi listos pero mientras trabajaba en ello, Robert apareció junto a una persona desconocida.

-Mi señor, un mensajero real. -Anunció Robert.

Arthur miró al mensajero, este le entregó una bolsa a Arthur.

-Sir Arthur, por su desempeño en la guerra, el rey le ofrece está recompensa de 500 monedas de oro. También me complace anunciarle el resultado de la misma, pero antes...

El hombre sacó otra bolsa y se la entregó.

-Un regalo de la reina Xerina, por apoyar al príncipe Bartholomew.

Eran otras 500 monedas de oro más, Arthur sonrió, a los ojos del mensajero estaba complacido pero Arthur en realidad se estaba burlando por dentro.

-Seguramente después de lo sucedido, Bartholomew le contó a su madre y pensaron que estaba ofendido. -Pensó Arthur.

Arthur se enteró del tratado de paz, pensó en sus ciudadanos Fendarianos pero como ya estaban acostumbrados a vivir aquí y a salvó dudaba al 100% que querrían volver a su país.

Ciudadanos pobres y de clase baja, todos con problemas de algún tipo ahora se encontraban viviendo cómoda y felizmente bajo el mandato de su señor Graywolf.

-Pronto se celebrará un banquete en el palacio real por esta magnífica victoria, se espera su participación. En un par de semanas aproximadamente, tiene tiempo suficiente para prepararse.

Arthur asintió con la cabeza.

-Iré, por supuesto. Muchas gracias, buen señor.

El mensajero sonrió, hizo una reverencia y se retiró. Arthur miró a Robert y sonrió.

-Creo que a Adela le encantará oír esto.

...

-¡Es una excelente idea! -Exclamó Adela-. Si lo hacemos, querrán como locos venir a comprar aquí, tal vez incluso nos suplicaran de rodillas.

Arthur tenía planeado compartir un poco de Aguamiel en la fiesta, algo así como un cebo. El Aguamiel era superior al vino de este mundo y estos malditos nobles ricos y pretenciosos querrán obtenerlo a cualquier costo.

La receta está fuera de discusión, o tomas Aguamiel o lo dejas.

-Le pediré a Paula que te prepare un buen vestido. -Sonrió Arthur.

Cuando Arthur pensó en Paula, recordó que el le había traído un paquete a Adela pero no fue hasta que la mencionó que recordó que estaba encima del escritorio.

-Por cierto, ¿Ya le echaste un ojo a tu regalo?

-¡Oh, claro!

Se habían perdido en la conversación del aguamiel que olvidaron la existencia del paquete. Adela lo tomó, aflojó el lazo y lo abrió.

Cuando vio las piezas de tela sus ojos se abrieron de par en par.

-¿E-Esto es...? -Preguntó.

Levantó unas bragas de color negro y las extendió, era la primera vez que vio algo así pero por alguna razón sus mejillas se pusieron rojas.

-Es ropa interior. -Respondió Arthur.

Adela lo miró perpleja.

-Este es el nuevo código de vestimenta para Orley con respecto a la ropa interior, te aseguro que es mucho más cómodo que lo que seguramente traes puesto ahora. -Dijo Arthur.

Adela miró las bragas negras y después miró la entrepierna de Arthur, este soltó una risa y negó con la cabeza.

-Ni en sueños me pondría algo así. No, yo tengo mi propia versión.

Arthur le mostró un poco su ropa interior, ella se ruborizó pero no dijo nada. Tomó otra de las piezas y por su forma supo que era para los pechos.

Tras pensar por un momento, se levantó y abrió su vestido frente a Arthur revelando su corsé y sus pechos.

Inconscientemente Arthur desvió la mirada pero Adela sonrió.

-Aunque no estemos oficialmente casados todavía, eres mi esposo. -Afirmó-. No me importa que me mires, más bien, me gustaría que lo hicieras todo el tiempo.

Arthur miró a Adela, suspiró y sonrió.

-Pervertida.

Adela frunció el ceño mientras se sonrojaba pero antes de que pudiera decir algo, Arthur se acercó a ella y tomó el sostén en sus manos.

-Dejame ayudarte... Mi amor. -Arthur sonrió burlonamente mientras la miraba a los ojos.

Verla avergonzarse es sin duda un espectáculo. Después de colocarle el sostén, Arthur la giró hacia un espejo junto a la pared y Adela pudo ver cómo le quedaba.

-D-Dioses... -Murmuró, se giró un poco para verse-. Mi pecho se siente mucho más cómodo... También resalta su forma.

Para ser hechos casi a mano, la manufactura era de excelente calidad. El equivalente sería a una marca intentando imitar a otra marca que imita a otra más reconocida pero aún así, para este mundo, era de muy buena calidad.

Arthur la abrazó suavemente por detrás y se acercó a su oido.

-Quiero que lleves esto en el banquete real. -Susurró y entrelazó sus dedos con los de ella-. Esas disque reinas se creen la gran cosa, ¿no crees que merecen que las pongan en su lugar? Vamos a mostrarles como se ve una verdadera reina.

Adela se miró al espejo, una sonrisa bromista apareció en su rostro y se separó de Arthur.

-No me importa la opinión de unas locas sádicas con exceso de ego. -Adela negó con la cabeza y sostuvo a Arthur por los hombros-. Si voy a usar esto es por y para tí.

Arthur sonrió, la acercó a él y le robó un beso.

-Mucho mejor

Pasaron los días hasta que finalmente el vestido de Adela fue confeccionando así como el traje de Arthur.

Para ese entonces, el astillero y el muelle estaba más que terminado y justo un día antes habían llegado las personas que le solicito Arthur a Adela, maestros constructores de barcos.

Estaban más que dispuestos a vivir en Orley, le eran leales a Adela y estaban encantados con la colorida y hermosa ciudad.

Arthur les dejo planos para barcos de pesca e incluso balleneros, se pusieron manos a la obra siguiendo los planos de pies a cabeza.

Con ello, el problema de la pesca se habria solucionado dentro de poco, el comercio de pescado se dispararía hasta estar estable y Orley se haría aún más rica y prospera.

El nuevo código de vestimenta acerca de la ropa interior se volvió bastante famosa en ambos géneros, fascinados con la comodidad y apariencia que les daba a las mujeres, no solo se sentían más bellas sino más libres al caminar.

Este era apenas el comienzo de la moda solo en Orley de momento.

Adela se encontraba probando el vestido que Paula fabricó con tanto esfuerzo y pasión, cuando Arthur llegó, sus ojos se abrieron de par en par al ver a Arthur con su traje.

-¿Que tal? -Preguntó Arthur.

Adela miró boquiabierta a Arthur de pies a cabeza, Arthur sonrió y miró el vestido de Adela.

-Te ves perfecta, te queda el azul.

-¿D-De verdad?

Arthur asintió con la cabeza y sonrió. De hecho... Pensó que Adela destacaba demasiado.

Más que superar a las reinas las estaría humillando, pero eso no podía importarle menos a Arthur. Tenía una hermosa esposa y eso era lo que importaba.

—Tu también te ves muy apuesto. —Sonrió Adela.

No perdieron mucho el tiempo y partieron en carruaje luego de asegurarse de que el cargamento de Aguamiel y ofrendas para la familia real estuvieran bien empaquetadas.

Siendo escoltados por Robert y una pequeña tropa de 50 hombres, partieron hacia la capital cuánto antes.

Iban a ser unos días de viaje aburridos aunque quizás no tanto teniendo en cuenta que ambos eran una reciente pareja.

Ambos casi apresuran las cosas en más de una vez.

Aunque le avergonzaba, el peligro de ser descubiertos siendo muy íntimos se volvió excitante para adela.

Era algo asfixiante solo poder limitarse a abrazarse, besarse y acurrucarse. Adela se estaba frustrando como esposa durante septiembre dónde su esposo negaba cualquier tipo de contacto.

{El sagrado septiembre sin fap}

Cuando llegaron a la capital, no fueron directamente al palacio, no. Aún faltaba uno o dos días para que todos o la mayoría de invitados llegarán.

Arthur y Adela fueron a una de las muchas propiedades de esta última, no traían su ropa para el evento puesta, obviamente, era ropa especial para un momento especial.

Pasar tanto tiempo en Orley cambió un poco el sentido común de Adela. Ya no veía a las otras ciudades con los mismos ojos, más bien le aterró lo diferente que eran.

Mientras Orley era más limpio y organizado, la capital era más caótica y desordenada. Los guardias abusaban de su poder, había vagabundos aquí y allá.

Los robos eran muy frecuentes también, en cuanto en Orley, era muy raro ver cualquier tipo de incidente entre sus ciudadanos.

Arthur quería descansar hasta el evento pero nada más llegar a la mansión de Adela, vinieron mensajeros de todas las reinas y princesas provocándole un ligero dolor de cabeza.

Adela se burló un poco de él, era raro verlo con ese tipo de expresión.

—Deberias acercarte a la reina Selise, es la madre de Liliana después de todo. —Aconsejó—. Pero alejate de la novena princesa Alejandra.

—¿Por qué? —Preguntó.

—Es una loca fanática de la santa iglesia, de una u otra forma ambos querrán tenerte de su lado. —Explicó

—¿Es la santa iglesia un poder a tener en cuenta?

Adela asintió con la cabeza.

—Es quizás igual o mayor que la propia realeza del reino. Tiene la influencia de todo el país en cuanto a devotos, si así lo quisieran pondrían a todo Glideric en contra de la corona.

Arthur pensó, se preguntó si tarde o temprano tendría un encuentro con la iglesia, aunque estaba seguro de haber visto gente con tunicas blancas y doradas pasear por el palacio antes.

—Arthur, ni se te ocurra unirte a la iglesia, no les importa explotar a sus devotos y seguramente querrán sacarte todo lo que sabes. Ya sea por las buenas o por las malas. —Adela parecía bastante preocupada cuando le advertía de esto.

Arthur asintió con la cabeza, se acercó a ella y la abrazó.

—Tranquila, no necesito a la iglesia para creer en mis propios dioses. —Dijo—. Pero si intentan jugar con nosotros, les enseñaré el infierno.

Adela no pensó mucho al respecto pero le devolvió el abrazo. En cuanto a qué hacer, Arthur decidió obedecer a su esposa acercándose a la reina Selise por si acaso.

Más tarde ese mismo día, Arthur partió a la capital solo con una pequeña escolta de 5 hombres. Adela mientras tanto fue a chequear sus tiendas y negocios.

Arthur sabía que, una vez al cruzar el umbral de la puerta, todos sus movimientos y palabras serían memorizados e informados a la familia real.

En cuanto le dieron la bienvenida a Arthur y le preguntaron que se le ofrecía, notó que varios sirvientes lo miraban de reojo.

Si decía que fue invitado por una de las reinas, las otras tendrían mucho que pensar.

Pero Arthur era más inteligente.

—Estoy buscando a la princesa Liliana.

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