Rey De Reyes - Volumen 1

Por ElMarkOP

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¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambient... Mais

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Parte 50 (Personajes)
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Capitulo 58
Capitulo 59
Capitulo 60
Capitulo 61
Capitulo 62
Capitulo 63
Capitulo 64
Capitulo 65
Capitulo 66
Capitulo 67
Capitulo 68
Capitulo 69
Capitulo 70
Capitulo 71
Capitulo 72
Capitulo 73
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Capitulo 78
Capitulo 79
Capitulo 80
Capitulo 81
Capitulo 82
Capitulo 83
Capitulo 84
Capitulo 85
Capitulo 86
Capitulo 87
Capitulo 88
Capitulo 89
Capitulo 90
Capitulo 91
Capitulo 92
Capitulo 93
Capitulo 94
Capitulo 95
Capitulo 96 - El fin del prólogo okno
Capitulo 97
Capitulo 98
Capitulo 99
Capitulo 100
Capitulo 101
Capitulo 102
Capitulo 103
Capitulo 104
Capitulo 105
capitulo 106
Capitulo 107
Capitulo 108
Capitulo 109

Capitulo 40

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Por ElMarkOP

—¿Por qué tengo que pagar para entrar? ¿Y por qué no puedo quedarme cuánto yo quiera? —Preguntó molesto un hombre.

—Este impuesto es para ayudar al pueblo de Orley a seguir creciendo, pensamos ser un pueblo comercial así que servirá para expandir y fomentar los negocios. —Explicó el supervisor de la entrada—. En cuanto a porqué solo puede quedarse por dos semanas, es por orden de nuestro señor.

—¿Tu señor? —Preguntó el hombre.

El supervisor asintió con la cabeza.

—Mi señor, el Barón Arthur junto con la baronesa Adela Greenhart, afirman que Orley es muy pequeño para albergar a gente del exterior, y como creen que todo el mundo querrá venir a comprar y vender dentro de muy poco, no podemos permitirnos albergar a más gente por ahora. —Explicó.

—¡Tonterías! —Gruñó el hombre—. ¿Cómo pueden esperar que su ciudad crezca si nadie puede mudarse aquí? —Preguntó indignado.

—Si tiene alguna queja podemos comunicarsela a la señorita Adela Greenhart. —Respondió el supervisor fríamente.

El noble sintió frío en la espalda. ¿Quejarse con Adela? ¿Una de las mujeres más ricas del reino? ¡Ni que se hubiera vuelto loco!

—Señor, si no piensa pagar la entrada me temo que no podemos permitirle pasar. —Suspiró el supervisor mientras negaba con la cabeza.

El hombre decidió irse, había pensado que podría tener oportunidades en Orley ya que estaba en crecimiento pero pensar que las cosas serían así. Estaba indignado, pero no podía quejarse mientras Adela respaldará el lugar.

—¿Disculpe, de cuánto es el impuesto? —Preguntó una joven.

—Buenos días bella señorita. Para ingresar solo debe pagar una pequeña cantidad de 10 monedas de oro por persona. —Explicó el supervisor con una sonrisa.

La joven sacó 60 monedas de oro y se la entregó al supervisor.

—¿Lady Miri, de verdad va a permitir que le cobren por entrar a este pequeño pueblo? —Preguntó asombrado un guarda espaldas.

Así es, la joven aquí presente era ni más ni menos que Lady Miri quien había sido enviada por su padre con una pequeña escolta solo para relacionarse con Arthur.

—Como escuchaste anteriormente, este impuesto es necesario para el progreso de la ciudad. —Respondió Miri—. No creo que Sir Arthur sea capaz de hacer una jugada tan sucia para aprovecharse de la gente.

—Puedo asegurarles, caballeros, que entre más conozcan Orley más se darán cuenta de que esas suposiciones no son más que preocupaciones sin sentido. Lo juro por mi honor y la atenta mirada de los dioses. —Afirmó el supervisor.

—¿Ven? Incluso lo hicieron jurar. —Dijo Miri—. ¿Que sigue ahora, amable señor?

Después de rellenar un pequeño formulario, el supervisor le entregó a Miri 6 pases de dos semanas y se les permitió entrar.

Se les permitía a los guarda espaldas portar solo un arma así que cualquier armamento oculto sería confiscado y guardado hasta que el dueño decidiera dejar Orley.

Pero como estos guardaespaldas solo traían consigo sus espadas no se tardaron demasiado al ser revisados.

—Que indignante... —Gruñó un guarda espaldas.

—Deben reconocer que, si este lugar tiene tales procesos de seguridad, significa que es bastante seguro. —Afirmó Liliana—. ¿Cuántas armas o herramientas no traería consigo un asesino? Mi padre me contó que es muy sorprendente la cantidad de cosas que llevan encima y aún así pasan desapercibidos.

Los guardaespaldas se miraron entre sí y no pudieron ni encontraron buenos argumentos para refutar las palabras de su señorita.

—Venga, hoy es un día hermoso no hay que ponernos amargados por estas cosas. —Sonrió Miri.

También era demasiado buena, no sabían si sentir lastima por el conde.

Por el camino, Miri veía a mucha gente pasear, reír y trabajar, la carretera principal estaba llena de tiendas y puestos de comida. Algunos de estos trabajadores, se le acercaba con bandejas y les ofrecían muestras gratis.

—¿De verdad regalan comida? —Preguntó Miri confundida y asombrada.

—Solo es un pequeño bocadillo, señorita. Pero si de verdad le gusta puede comprar más en la tienda. —Explico la mujer.

Miri sintió curiosidad por estos bocadillos en palitos pero, antes de que pudiera tomar uno, un guarda espaldas lo hizo por ella y lo probó él.

Cualquier cosa podría ser un veneno y estaban entrenados para probar lo que Miri quiera comer antes de que ella misma lo hiciera.

Sus hombres miraron tensos a su compañero quien saboreaba y masticaba el bocadillo. ¿Que pasaría si estuviera envenenado? Pensaron.

Pero durante unos segundos nada pasó, y luego de medio minuto tampoco.

—¿No te sientes raro, hermano? —Pregunto un compañero.

—Hmm... De hecho no, y el bocadillo de hecho está muy bueno. —Dijo el hombre.

La mujer de los bocadillos tenía una sonrisa forzada.

—¿Si vendieramos comida envenenada como podriamos esperar que la gente quisiera venir a nuestra ciudad? —Dijo ella.

—Me disculpo por la actitud de mis hombres. —Suspiró Miri.

Ella tomó uno de los bocadillos y lo probó, sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Está muy rico. ¿Que son? —Preguntó Miri.

—Sir Arthur los llama bollitos de carne, mi señora. El fue el que nos dió la receta. —Dijo la mujer.

—Me gustaría comprar más. —Sonrió Miri.

—Claro, acérquese a la tienda, le atenderemos con mucho gusto. —Dijo la mujer con una gran sonrisa.

Arthur le enseñó a su gente a hacer bolsitas de papel para meter alimentos o incluso hacer compras. Hacerlas era el mismo proceso que hacer papel normal solo que más grande y al final se doblaba para parecer una bolsa cuadrada.

También se le añadió varias capas de papel para asegurarse de que no se rompiera o algo así, el resultado era parecido a las bolsas de cartón que normalmente te darían las panaderías.

Miri nunca pensó que podría comer y caminar al mismo tiempo, pensaba que era de mala educación pero la educada mujer le aseguró que estaba bien con este tipo de alimentos ya que no cuentan como una de las tres comidas diarias.

Miri pinchaba los bollitos dentro de la bolsa con un palito y se los llevaba a la boca con deleite, sintió que el precio de entrada valió la pena. Incluso este bocadillo era muy barato para lo rico que estaba.

—¿Hm?

Miri y sus hombres vieron con perplejidad a una de las patrullas de Orley. Quedaron asombrados por sus uniformes y relucientes armaduras, también su forma de caminar y coordinación. También les impactó el hecho de que había mujeres entre ellos.

¿Solo eran una patrulla cualquiera? Se preguntaron al fin y al cabo, parecían caballeros reales. ¿Cómo podría un caballero real simplemente patrullar las calles? ¿Podría una mujer ser un caballero real? ¿cómo es que este lugar podía permitirse tanto?

—Saludos, honorables visitantes. —Dijeron los patrulleros.

Reconocieron de inmediato a estos visitantes y se detuvieron por un segundo solo para saludarlos, luego, coordinadamente se dieron vuelta y continuaron con su trabajo.

Miri sonrió y sintió que este lugar tenía las cosas muy bien pensadas. La gente normalmente evitaría a la nobleza por miedo a provocar su ira o quién sabe que más, pero aquí la gente se le acercaba a Miri y le ofrecían comida, no tenían miedo de llamar su atención y ofrecerles cosas.

Incluso le saludaban con amabilidad y respeto.

—Que hermoso es este lugar. —Pensó pero ella sabía que apenas estaba comenzando.

...

—Creo que ya paseamos lo suficiente, me gustaría ver a sir Arthur. —Dijo Miri.

Mientras se preguntaba cómo encontrarlo, vio una patrulla acercarse y le ordenó a sus hombres detenerlos por un momento. Miri se sorprendió cuando una mujer se inclinó hacia ella.

—¿Que podemos hacer por usted, señorita? —Preguntó la líder de patrulla respetuosamente.

—Emm... Me gustaría encontrarme con Sir Arthur. Soy Miri Graycastle, hija del conde Preston Graycastle y he venido de visita para hablar con él. —Explicó.

La jefa de patrulla asintió con la cabeza.

—Por supuesto, señorita. Con gusto le escoltaremos con nuestro señor. —Respondió.

Miri siguió a la patrulla de caballeros, no esperó que se ofrecieran personalmente a escoltarla. Por supuesto, ellos sabían que estas tierras antes eran del conde Preston y Arthur les explicó que cualquiera que fuera enviado por él y solicitará su presencia, debería ser escoltado.

—Em... Disculpe... —Dijo Miri.

—¿Si, mi señora? —Preguntó la mujer.

Miri no sabía cómo hacer la pregunta que tenía en su mente, sintió que era demasiado irrespetuosa. Al ver el ceño fruncido de la joven noble, la mujer la miró con una sonrisa y casi se rió.

—Puede preguntar lo que quiera, mi señora. Nuestro trabajo también es aclarar sus dudas. —Mencionó la mujer.

—Es solo que me sorprende ver a una mujer... Cómo guardia... —Dijo Miri.

La mujer sonrió y asintió con la cabeza.

—Entiendo, pero no somos guardias, señorita. Somos parte del ejército de Sir Arthur, somos soldados. —Explicó—. En cuanto a porqué podemos serlo, Sir Arthur cree que las mujeres tienen derecho a elegir sus propios caminos. Nos dió la oportunidad de demostrarlo y reconoció nuestro talento y esfuerzo.

—La sargento es una maestra con el arco, mi señora. —Mencionó un hombre—. Muchos de nosotros nos enorgullecemos de llamarla nuestra superior y también es nuestra inspiración para seguir mejorando.

Miri miró con asombro al hombre y vio como la líder de patrulla sonreía con orgullo. No solo había mujeres soldados, los hombres de este lugar también estaban de acuerdo.

—Meh, cualquiera puede manejar un arco, la verdadera maestría está en la espada. —Dijo uno de los guarda espaldas de Miri—. Dudo mucho que una mujer pueda superar a un hombre en combate.

Miri quería golpear a este guarda suyo, no podía creer que fuera tan irrespetuoso con estás amables personas.

—¿Oh? —Sonrio la líder de patrulla—. En ese caso, si la señorita lo permite, ¿Que tal si usted y yo tenemos un duelo amistoso? Solo puños, sin armas ni nada.

Miri vio las sonrisas forzadas de los soldados de Arthur y supo que algo andaba mal.

—Hmph, de acuerdo. Estoy seguro de que a mi señora no le importará. ¿Verdad? —Preguntó el guarda espaldas.

Ambos miraron a Miri.

—S-Siempre y cuando nadie resulte herido... —Suspiró ella.

Al menos no sintió odio ni disgusto por parte de los soldados de Arthur, ¿Cómo podría ella aceptar que la miren mal por culpa de sus hombres? Definitivamente no quería eso.

La líder de patrulla se quitó parte de la armadura y le entregó su arco y espada a sus soldados, el guarda de Miri hizo lo mismo.

—Como eres mujer te daré la oportunidad de asestar el primer ataque. —Dijo el guarda con arrogancia.

—De acuerdo. —Sonrió la líder de patrulla.

Ella se impulsó hacia el guarda y le lanzó un golpe al guarda, este se cubrió con desdén pero la líder de patrulla sonrió, no era más que un simple amago.

—¿Hm? —Soltó el guarda cuando sintió que la mujer lo agarraba.

La líder de patrulla pasó su pierna por detrás del guarda y lo empujó, los ojos del hombre se abrieron de par en par cuando perdió el equilibrio y cayó de lleno al piso.

Miri estaba sorprendida al ver que un hombre tan grande y dormido como él podía ser derribado tan fácilmente, y por una mujer.

—¡Ja, ja, ja! ¡¿Que pasa hermano, no puedes con una mujer?! —Se burlaron sus compañeros.

—Hmph, solo me tomó por sorpresa. —Gruñó el hombre mientras se levantaba.

La mujer regresó a su posición original y se preparó con una sonrisa. Está vez el hombre estaba dispuesto a asestar el golpe inicial.

Él se lanzó hacia ella con su puño levantado, la líder de patrulla giró mientras se acercaba a el. Vio como el gran puño del hombre pasó junto su mejilla pero no perdió la concentración.

Ella tomó el brazo del hombre, pateó su pierna izquierda forzandolo a inclinarse sobre ella y la mujer lo levantó por encima de su espalda.

—¡Haaa! —Rugió la mujer mientras arrojaba al guarda.

Miri y sus hombres quedaron boquiabiertos al ver al guarda fuera de combate en el piso. Jamás en sus vidas esperarían que ella hubiera sido capaz de levantarlo de esa forma.

La mujer había demostrado su fuerza, y sin saberlo se ganó la admiración de una joven y el respeto de sus hombres.

—Deberias entrenar más con tus puños que con la espada, ¿Que harías si la perdieses de repente? —Dijo la mujer mientras se sacudía las manos.

El hombre se sintió humillado por perder ante una mujer, pero para su sorpresa está le tendió su mano.

—No pongas esa cara, soldado. Sonríe, hoy has aprendido algo nuevo. —Dijo ella.

El hombre se preguntó que fue lo que aprendió según ella, ¿que una mujer podía darle una paliza? ¿Que podía seguir mejorando de algún modo? ¿o que debía dejar de vagar como antes y volver a tomar en serio su entrenamiento de caballero? No sabía que era, pero sabía que había algo.

Él tomó la mano de la mujer y se levantó.

—Me ganaste, quiero disculparme por mis palabras groseras. —Dijo el hombre.

—Esta bien, estás perdonado. —Sonrió la mujer y le dió varias palmaditas en el hombro.

Miri miró a esta mujer que sonreía orgullosamente y se preguntó si así eran todas las mujeres en Orley. En vez de burlarse de la debilidad de su guardia, los Orlianos le aplaudieron y le levantaron el ánimo.

Miri pensó qué, nada de esto habría sido posible sin Arthur. No podía esperar para verlo y mostrarle su opinión y agradecimiento con respecto a este lugar y su gente.

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