—¡Eres asombroso, Arthur! No solo nos diste una impecable victoria sino que también lo hiciste sin perder un solo soldado. —Mencionó Liliana alegremente.
—Una hazaña sin precedentes. —Dijo Winston.
Robert se sentía orgulloso, puesto que si su líder era halagado, significa que él y sus hombres hicieron un buen trabajo como soldados.
Arthur por otro lado negó con la cabeza.
—No es la gran cosa, la mayoría de los enemigos estaban tan distraídos con el verdadero ejército que para cuando se dieron cuenta de nuestra presencia ya era muy tarde. —Aclaró Arthur.
—¡Pero aún así te infiltrarse y atravesaste las líneas enemigas dándonos una oportunidad de oro! Tu arriesgado acto te hace el verdadero dueño de la gloria y el mérito. —Exclamó Liliana.
Arthur sonrió y levantó los hombros.
—Al final es la gente que decide quien merece ambas cosas. —Dijo y negó con la cabeza—. Yo por otro lado, no soy más que un soldado. Hago lo que se debe cuando se debe.
Winston estaba satisfecho con este joven demasiado modesto como para aceptar el hecho de que todo fue obra suya. Estaba contento de que su princesa tuviera un aliado así pero también apenado de no poder tener más.
La princesa estaba muy complacida con este aliado suyo, no podía esperar a ver qué más cosas asombrosas es capaz de hacer.
...
La nieve finalmente se había derretido marcando así un nuevo año en el mundo. Era el año 1012 ahora y las personas deseaban que sea próspero y lleno de fortuna.
En la capital, el rey y sus asesores se preparaban para una nueva oleada de siembra sin cesar. El invierno había sido duro y mucha gente murió por frío o hambre pero eso, al rey no le importaba.
—Bueno, Arthur. Iré a mis aposentos ahora, mis hombres necesitan descansar luego de tanto viajar de allá para acá. —Sonrió Liliana.
Arthur asintió con la cabeza y se despidió de Liliana, Winston hizo una reverencia y la siguió. Arthur se dirigió a la sala del trono y entró.
El rey y sus asesores miraron con el ceño fruncido a quien interrumpía su junta, pero luego de ver que se trataba de Arthur sintieron curiosidad.
—Majestad. —Dijo Arthur arrodillándose respetuosamente.
—¿Por qué has vuelto? —Preguntó el rey—. ¿No deberías estar con el general Mallory?
Arthur se levantó y le mostró una carta al rey.
—El general me pidió que le entregaste esto. —Respondió.
El rey sacudió su mano y un sirviente se acercó a Arthur, luego de tomar la carta se la entregó al rey y la leyó.
—Ya veo... —Dijo, luego sonrió—. Cómo se esperaría del general.
—¿Noticias del frente, señor? —Preguntó un asesor.
El rey asintió.
—Pues, el supuesto fuerte impenetrable no era tan impenetrable después de todo, el general y sus hombres masacraron a todos y solo perdieron unos pocos cientos. —Explicó.
Los asesores se miraron con sonrisas de asombro.
—Como se esperaría del general Mallory. —Dijo uno.
—Simplemente maravilloso. —Mencionó otro.
Arthur pensó que el general se había tomado el crédito de toda la operación, pero no le importó en absoluto.
El rey miró a Arthur y sonrió.
—El general menciona en la carta que tú y tus hombres fueron de mucha ayuda, lastimosamente no dice más información, pero deberías sentirte orgulloso de recibir su reconocimiento. —Dijo el rey.
Arthur asintió con una sonrisa.
—¿Que hicieron tú y tus hombres para recibir el reconocimiento del general? —Preguntó uno de los asesores.
Todos miraron a Arthur, este sonrió ligeramente.
—No hicimos mucho, la verdad. —Dijo Arthur.
—No seas tan humilde, muchacho. Vamos, cuentanos. —Dijo otro anciano.
Todos de verdad tenían curiosidad.
—Está bien. —Suspiró Arthur—. Mis hombres y yo nos colamos por la parte sur de la fortaleza, nos hicimos pasar por guardias Fendarianos, neutralizamos las catapultas en los muros para que las torres de asedio llegarán tranquilamente y destruimos el mecanismo del puente levadizo para que nuestros aliados derribaran la reja con un ariete. Luego defendimos la puerta sur para que no saliera ningún Fendariano.
Los asesores se miraron entre sí con asombro y miraron al rey.
—¿Todo eso fue plan del general? —Preguntó confundido.
Arthur negó con la cabeza.
—Lo de infiltrarse y ocuparnos de las defensas enemigas y defender la puerta sur fue idea mía, lo demás fue obra del general Mallory. —Aclaró.
El rey miró a Arthur, parecía difícil de creer que era cierto, ¿pero por qué le mentiría? Además el general había dicho que sus hombres hicieron un excelente trabajo y la explicación de Arthur concordaba con ello.
—Ya veo. Lo hiciste muy bien, joven Arthur. —Asintió el rey—. Tu ayuda sin duda fue de vital importancia, gracias a ti nuestras bajas se redujeron considerablemente y les hemos hecho las cosas mucho más difíciles a los Fendarianos.
El rey se levantó y extendió ligeramente sus manos.
—Aquellos que hacen un buen trabajo merecen ser recompensados. ¿Tienes alguna solicitud? —Preguntó—. Si está dentro de lo razonable haré que se cumpla.
Arthur asintió con una ligera sonrisa.
—En ese caso, como sabrá todavía no hay un flujo monetario en mi pueblo, lo que dificultará la paga de impuestos. —Mencionó—. Si su majestad me diese una cantidad de monedas que considere justa, podría construir varios mercados y tiendas en mi pueblo para facilitar las cosas.
El rey asintió con la cabeza y miró a uno de sus asesores.
—Señor Admon. Quiero que le entregues al joven... 5 mil oros. —Dijo el rey—. Creo que es una cantidad justa para hacer dichas reformas.
Arthur asintió con la cabeza, de hecho era justa, si Arthur le pagará a sus hombres, claro. Le terminarían sobrando al menos unas 500 monedas, pero como no les paga con monedas aún, mejor lo usará en un futuro cuando sea verdaderamente necesario.
—Me aseguraré que se le entreguen cuánto antes. —Dijo el hombre.
Para poder hacerle está entrega, cierta cantidad de personas debían contar las monedas una por una hasta dar un total de 5 mil. No iba a hacer rápido.
—Joven Arthur, puede retirarse. Los hombres del chambelán Admon le buscarán mientras permanezca aquí. —Dijo el rey.
Arthur asintió con la cabeza e hizo una reverencia, luego se despidió de los asesores y se retiró.
Los asesores miraron al rey una vez Arthur se fue.
—¿En qué está pensando, Majestad? —Preguntó uno de ellos.
—Hmm... Por ahora ha demostrado talento. Si sigue así lo más sensato es mantenerlo de nuestro lado. —Dijo el rey—. Parece que mi hija no es tan inútil después de todo. —Sonrió.
El pensar del rey era sencillo, tratar a Arthur similar a cómo trata al general Mallory, recompensandolo y manteniéndolo contento para que permanezca "Leal" a él.
Ya sea con mujeres, dinero incluso un ascenso de título y tierras si en necesario pero el rey solo lo haría si lo consideraba "justo" al fin y al cabo, él solo pensaba en él mismo pero mantenía contentos a sus seguidores para que hicieran el trabajo sucio por él.
Arthur se dirigió a los jardines reales, era un lugar muy bonito para pasar el rato y esperar su recompensa. De vez en cuando pasaba un sirviente y estos saludaban a Arthur pues sabían que era noble.
—¿Oh? ¿Sir Arthur?
Arthur miró a su lado y notó a una joven acercarse a él, detrás de ella iba un mayordomo.
—Majestad —Dijo Arthur levantándose y haciendo una reverencia.
La joven era de hecho la segunda princesa.
—¿No nos hemos presentado apropiadamente, verdad? —Preguntó, Luego hizo una ligera reverencia—. Soy la segunda princesa, Elena Lancaster. También soy la hermana de sangre de Liliana.
Arthur la miró con algo de sorpresa.
—Es un honor conocerla, princesa. —Respondió.
—¿Que le trae al palacio en este maravilloso día? —Preguntó sonriente.
—Vine a entregarle una carta a su padre de parte del general Mallory. —Respondió sin mas.
Elena asintió con la cabeza, ¿cómo podría no saber que Arthur había sido enviado al frente? Lo que le sorprendió fue que su regreso fuera tan rápido.
—¿Y como le fue en la frontera? —Preguntó.
—Bastante bien, de hecho. Ayudé al general y los demás líderes a cruzarla sin muchas perdidas, el general como recompensa me permitió regresar para ocuparme de mis asuntos como noble. —Explicó—. Todavía no he establecido apropiadamente mi pueblo así que lo consideró justo para mí.
Elena mostró algo de sorpresa.
—Es maravilloso escuchar eso, si el general Mallory lo recompensó, sin duda debe haber hecho una hazaña digna. —Sonrió.
Arthur negó con la cabeza.
—Solo hice mi deber como soldado, majestad. No hay hazaña digna de mención. —Aclaró.
Elena sonrió.
—Por cierto, ¿Le gustaría beber una taza de té mientras charlamos? —Preguntó Elena.
—Sería un honor. —Asintió Arthur.
Ambos se sentaron en una de las casetas alrededor del jardín, el sirviente de Elena fue a prepararle unas tazas de té dejando a ambos solos.
—Joven Arthur, cuénteme acerca de su pueblo. —Dijo Elena.
—¿Que le gustaría saber? —Preguntó Arthur.
—¿Cómo es la vida allí? —Preguntó.
Arthur asintió con una sonrisa.
—Mi gente es honesta y sencilla, los trato justa y amablemente, a cambio ellos me dan todo el respeto y lealtad posibles. —Mencionó Arthur.
—¿Cómo sus soldados? —Preguntó Elena.
—Sobre todo mis soldados. —Aclaró.
Elena asintió con la cabeza.
—Y hablando de ellos, siento curiosidad acerca de porque hay mujeres en sus filas, ¿Algún motivo en concreto? —Preguntó.
Arthur negó con la cabeza.
—Ninguno, están ahí porque así lo quisieron. Mi gente es libre de decidir su vocación y ellas eligieron seguirme en el campo. —Respondió.
—¿Y sus hombres están bien con ello? ¿No ha habido ningún incidente de ningún tipo entre ellos? —Preguntó.
Era muy raro ver mujeres enlistadas, podría generar descontento o incidentes sexistas e incluso violencia o abuso. A menos que fueran de la no Leza, los hombres opinaban que las mujeres no eran aptas para estar entre soldados.
Ante su pregunta, Arthur negó con la cabeza.
—Mis hombres tratan a sus compañeras como sus iguales, compiten y entrenan juntos. Les he entrenado para ser unidos y respetuosos tanto en la vida como en la muerte. —Explicó Arthur—. Si llegase a ocurrir cualquier tipo de incidente entre ambos, me decepcionaría enormemente y ellos lo saben.
—Vaya, sus soldados deben de admirarlo mucho entonces... —Dijo Elena.
Arthur asintió con la cabeza.
—Su pueblo parece un lugar maravilloso, ¿Sería posible que lo visitase algún día? —Preguntó.
—Usted es la princesa. —Dijo Arthur.
Arthur la miró a los ojos y supo de inmediato que esta mujer había intentado colar a sus hombres dentro, se preguntó si las demás princesas también.
—Solo espero que sea tan amable con mi gente como lo es la princesa Liliana. —Dijo Arthur.
Elena forzó una sonrisa, ¿Que quiso decir con eso?
—Su té, su alteza. —Llegó el sirviente.
El hombre sirvió dos tazas, primero le entregó una a la princesa y luego a Arthur.
—Gracias. —Dijo Arthur.
El sirviente asintió con una sonrisa y se colocó detras de Elena como un poste de luz. Completamente quieto.
—¿No va a beber? —Preguntó Elena.
—Nunca me ha gustado el té demasiado caliente. —Menciono Arthur.
Elena no dijo nada, solo tomo su taza de té y le dió un sorbo mientras miraba a Arthur.
—Seguramente piensa que le puse veneno al té... —Pensó.
Pero la verdad era que, a Arthur no le gustaba el té muy caliente. Un grado más y parecía que fuese a burbujear. Todo lo que hacía era remojar y revolver el té con ramitas de caña de azúcar para que absorbiera el dulzor.
Tras un minuto finalmente le dió un trago.
—Es un buen té. —Asintió.
Elena tenía una sonrisa forzada.