Rey De Reyes - Volumen 1

By ElMarkOP

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¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambient... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Parte 50 (Personajes)
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Capitulo 58
Capitulo 59
Capitulo 60
Capitulo 61
Capitulo 62
Capitulo 63
Capitulo 64
Capitulo 65
Capitulo 66
Capitulo 67
Capitulo 68
Capitulo 69
Capitulo 70
Capitulo 71
Capitulo 72
Capitulo 73
Capitulo 74
Capitulo 75
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Capitulo 77
Capitulo 78
Capitulo 79
Capitulo 80
Capitulo 81
Capitulo 82
Capitulo 83
Capitulo 84
Capitulo 85
Capitulo 86
Capitulo 87
Capitulo 88
Capitulo 89
Capitulo 90
Capitulo 91
Capitulo 92
Capitulo 93
Capitulo 94
Capitulo 95
Capitulo 96 - El fin del prólogo okno
Capitulo 97
Capitulo 98
Capitulo 99
Capitulo 100
Capitulo 101
Capitulo 102
Capitulo 103
Capitulo 104
Capitulo 105
capitulo 106
Capitulo 107
Capitulo 108
Capitulo 109

Capitulo 10

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By ElMarkOP

En la ciudad de Ornsted, una mujer se encontraba sentada frente a su escritorio, el único sonido audible era el de su dedo golpeteando ansiosamente la madera.

-¿C-Como es esto posible? -Se preguntó a sí misma.

Esta mujer por supuesto, era Adela quien frente a ella tenía un montón de pergaminos enrollados. Cartas de nobles y mercaderes de renombre.

Había decidido probar el papel tal y como le explicó Arthur, lo primero que hizo fue enviar algunas cartas.

Como respuesta, recibió pergaminos enrollados, cada uno respondía su mensaje y aparte de eso llevaban consigo la curiosidad sobre dicho material como el papel.

Nadie sabía de qué estaban hechas las cartas de adela, era como el pergamino pero más fino y atractivo a los ojos.

Querían saber que era y solo podían preguntarle a Adela, algunos en persona. Adela por supuesto, usó su labia como comerciante para explicar porqué el papel era mejor que el pergamino y con ello terminó vendiendo varios lotes pequeños.

La rapidez con la que se vendían fue tal que el mismo precio subía superando por completo al pergamino.

Vieron la ventaja estratégica en él papel, era más fácil ocultarlo sin que se dañará, muchos nobles pudieron hacer sus estratagemas desapercibidos gracias a esto y querían más antes de que el papel probablemente se hiciera un buen común.

Pero Adela tenía las manos en la cabeza.

No sabía cómo hacer papel y tampoco sabía dónde se encontraba la persona responsable de ello. También se sintió tonta por no haber hecho un trato más a su favor.

Recordó la sonrisa de Arthur al estrechar su mano y supo que había caído en su trampa.

-¡Ese maldito mocoso me la jugó en serio! -Gruñó.

Se sintió indefensa por primera vez en mucho tiempo. Ya no podía retractarse, hizo un trato y debía cumplirlo, de lo contrario se le iría esta pequeña mina de oro llamado Arthur.

Se inclinó hacia adelante colocando ambos codos sobre la mesa mientras se masajeaba las sientes.

-¡Mi señora, una carta de Sir Rublof. -Entró su asistente.

-¡Ya lo sé, maldición! -Gritó de repente.

El hombre estaba perplejo, no recordaba la última vez que la había visto tan ansiosa. Adela lo miró, se aclaró la garganta y se enderezó.

-Ajam... Discúlpame. -Dijo-. Damela.

El hombre sin decir nada, le entregó la carta y se retiró en silencio, aunque desconocía el problema, si pudiera ayudarla lo haría, ¿pero que podía hacer él si la gran mente de su jefa no podía?

A menos que ella le pida algo directamente, lo mejor era dejarla aclarar su mente en soledad.

Adela suspiró y colocó la carta junto al resto.

-¿Que puedo hacer...? -Pensó-. Si no puedo proveerles más papel, seré el hazme reír entre los comerciantes...

Adela quería llorar, de verdad que no recordaba la última vez que se sintió así.

-Em, señorita Adela... -Volvió a entrar el hombre.

-Ha... ¿Ahora qué? -Suspiró.

-Tiene visita. -Respondió.

Ella chasqueo la lengua, no estaba de humor para recibir a nadie, estuvo a punto de rechazarlo pero lo pensó un poco.

-¿Es un joven de cabello blanco y ojos azules? -Preguntó.

-Ehh, sí, correcto.

-¡Déjalo pasar! -Se levantó de repente.

...

Adela se encontraba sentada con las piernas cruzadas, su actitud no difería de la de una reina fría e inexpresiva.

El joven frente a él era Arthur. Al verla con esa actitud, una sonrisa burlona apareció en su rostro.

-¿Qué? -Preguntó Adela al ver su sonrisa.

-Nada. -Se burló.

Había escuchado los quejidos de Adela desde abajo, se sorprendió un poco cuando la escuchó gritar pero pudo pensar cuál era su frustración.

Al colocar el forro de cuero sobre la mesa, Adela supo de inmediato que había dentro y sus ojos brillaron, Arthur puso una sonrisa de oreja a oreja y ella disimuladamente se acomodó en su asiento.

-Por favor, no necesita ser tan reservada. -Se rió arthur.

-No sé de qué hablas. -Dijo Adela con el ceño fruncido.

-¿Y como explicas eso? -Señaló Arthur la pila de cartas- No creo que sea por mi sal.

Adela miró la pila de cartas sobre su escritorio, la llegada de Arthur fue tan repentina que había olvidado esconderlas.

Adela suspiró pesadamente, su máscara de mercader rica se cayó por completo por un joven apenas si tiene poco más de la mitad de su edad.

-¿Me volví vieja para esto? -Pensó para sus adentros.

Ella miró a Arthur.

-Tú, mocoso desvergonzado... -Gruñó-. Mi nombre está en riesgo por tu culpa.

Arthur levantó ambas manos.

-Solo vine a hacer negocios, ¿Cómo podría ser mi culpa? -Dijo fingiendo culpa.

-¡No te hagas el inocente! -Lo señaló-. Sabías el potencial de tu producto y fingiste no saberlo, ¡Estuviste jugando conmigo todo el tiempo!

¿Cómo podría Adela no saber que Arthur había traído sal solo para que también aceptará su otro producto?

-¿Que los negocios no funcionaban así? -Sonrió.

Adela suspiró, no podía refutar eso.

-Honestamente, el trato que hicimos fue bastante justo... aunque pudiste haberme presionado un poco más. -Se burló Arthur.

-¡E-Este mocoso...! -Pensó ella.

Arthur negó con la cabeza la miró por unos segundos antes de inclinarse ligeramente.

-Me disculpó por los problemas que le he causado, lamento no poder cubrir la demanda que se le ha generado pero estoy muy corto de personal y recursos. -Dijo Arthur.

Adela suspiró.

-Al menos es sensato y educado... aunque algo bromista... -Pensó ella.

Adela hizo un gesto con su mano marcando así el cambio de tema.

-En fin, ¿tan difícil es hacer papel? -Preguntó ella.

-No solo eso, sino que también me falta mucha mano de obra, tengo a 500 esclavos dedicándose a ello. -Arthur fingió cansancio, claramente mentía.

Adela abrió los ojos.

-500 esclavos para un lote tan pequeño... -Murmuró ella.

Adela también se había preguntado cómo Arthur pudo haber conseguido 500 esclavos, mirándolo de cerca, a parte de ser apuesto no sobresalía en muchos aspectos visuales. No parecía rico ni mucho menos noble.

Pero Adela sintió que si se adentraba mucho en eso, podría arruinar su negocio con él, tenía que respetar su privacidad. Antes incluso había hecho tratos con personas encapuchadas por lo que no era de sorprenderse mucho.

-Entonces lo normal sería subir el precio... -Dijo ella en voz baja.

-O ponerlo accesible, pero a medida que se vaya agotando ir subiendo. -Sugirió Arthur.

Ella lo pensó y estuvo de acuerdo.

-Ah, por cierto, otra razón por la que me tardé un poco más en venir fue porque quería comerciar contigo sobre algo extra. -Dijo Arthur.

-¿Algo extra? -Preguntó Adela.

Arthur colocó sobre la mesa uno de los envases de arcilla fabricados en su hogar. No era más que un simple vaso pero cuando Adela lo vio, sus ojos se abrieron de par en par.

-¿E-Esto es...? -Lo tomó.

-Sí, Arcilla. -Sonrió Arthur.

Era tan liso y no tenía marcas, golpes ni dobleces. Hacia quedar en pena todo lo que tenía almacenado.

-¿Cómo...? -Se preguntó.

-¿Le gusta? -Sonrió Arthur.

-¡Esto se vendería muy bien entre la nobleza de Gwydien! -Exclamó.

Este país o reino como gusten, es llamado Gwydien en honor a la esposa del primer rey registrado, Gwendolyn.

Adela vio el vaso de arcilla y tan solo pensar cuánto resaltaría su nombre en la nobleza, se emocionó bastante. A estos les encantaba presumir sus riquezas y vienes.

Adela estaba tan embobada con el hermoso vaso que no se dió cuenta cuando Arthur había colocado sobre la mesa otros vienes de arcilla.

Platos, tazas, tazones. Adela abrió se par en par los ojos.

...

-Entonces, ¿Tenemos un trato? -Sonrió Arthur.

Para la arcilla habían acordado el 50/50 por 2 años, Adela estaba muy resignada a ese trato, quería ir a por el 40/60 pero Arthur la terminó convenciendo.

-Con el dinero que gane con la arcilla podría comprar más esclavos y materiales para acelerar la producción de papel, y producir más arcilla. -Fue lo que dijo en un principio.

Adela lo consideraba una inversión ya que, él solo podía comerciar con esos productos con ella, más nadie. El contrato estaba firmado, si uno de los dos incumplia si palabra tendrían derecho a reclamarlo.

Adela fácilmente podría hacerlo y salir ilesa, una persona no puede cambiar su reputación por completo, pero este chico era tan interesante y le hacía ganar un buen dineral que no quería soltarlo.

Ahora mismo estaba satisfecha con sus tratos y solo podía esperar ansiosamente lo que le traerá el futuro.

Pero lo que odiaba de Arthur fue que fuese tan misterioso. No sabía cómo ubicarlo o contactarlo. Incluso la persona que más intenta ocultar su identidad deja por lo menos una ubicación donde dejar sus cartas.

Pero de Arthur no sabía nada, ¿Era de esta ciudad? ¿De este reino tan siquiera? Tampoco parecía de sangre noble pero se comportaba como uno en su mayoría.

Ella solo podía suspirar impotente ante su nuevo "amigo de negocios". Por lo menos algo que le agradó de Arthur fue que no todo era dinero para él, también le importaban las relaciones.

De lo contrario él no le habría regalado un juego completo de productos de arcilla, pero estos eran diferentes, tenían figuras dibujadas como flores o soles lo que le hizo pensar que fueron especialmente para ella.

Luego de hacer el trato, Arthur se dispuso a irse, pero Adela lo detuvo por un instante.

-¿Sí? -Preguntó Arthur.

-Esta vez, me gustaría ser yo quien te ofrezca un trato. -Dijo Adela.

Arthur frunció ligeramente el ceño pero sonrió con interés.

-Soy todo oídos. -Respondió.

-Dado que en verdad me gustaría que aceleras el proceso de fabricación de papel y arcilla... -Mencionó ella.

En realidad no quería volver a tener que esperar a Arthur, necesitaba el papel cuánto antes siempre que fuera posible.

-¿Que te parecen 250 esclavos a cambio de 2 años más en nuestros tratos? -Ofreció ella.

Arthur la miró un poco sorprendido, luego se llevó su mano a su mentón. En su mente, había un rotundo NO.

Ni siquiera le tomó medio segundo deducir porqué. ¿Y si alguno de esos esclavos eran espías de Adela para saber dónde y como se hace el papel?

-Me temo, señorita... que debo declinar su oferta. -Dijo Arthur-. 250 esclavos no son algo que me pueda permitir ahora.

En realidad no tendría ningún problema, pero fue una buena excusa.

-¿Oh, no puedes mantener 250 esclavos pero si a cuántos? ¿300 soldados para mantener a 500? ¿400 soldados? -Sonrió Adela.

Tenía un punto.

Más esclavos requería más seguridad, si se escapaban con tan pocos hombres para devolverlos a sus sitios, los hombres de Arthur serían masacrados.

A los esclavos se les regulan su comida, algunos se les da una paga muy asquerosa solo para que terminen comprando más comida a sus amos debido a la necesidad.

Pero los soldados son otra historia, ellos podrían comer cuánto quisieran y recibir un sueldo semanal. Poco sabía Adela de la verdad tras Arthur pero ella sabía que había algo raro.

-Me atrapó. -Rió Arthur entre dientes-. Pero aún así no puedo permitirme dichos esclavos.

-¿Temes que pueda infiltrar a un espía entre ellos? -Sonrió Adela-. ¡Que poco considerado eres! Pensar que se te ocurriría semejante falacia hacia mí persona...

-De hecho es exactamente eso lo que pensé, ja, ja, ja. -Aclaró.

Adela abrió los ojos casi de par en par, nunca esperó que respondiera de esa forma tan directa y sin rodeos. Incluso se terminó riendo, pensó que terminaría diciendo algo como "Oh, señorita Adela. ¿Cómo podría alguien como yo tener semejantes pensamientos?".

O al menos a eso estaba acostumbrada.

-Y-Ya veo... -Murmuró ella-. Ajám... si es por eso entonces no necesitas preocuparte. Yo Adela Greenhart, juro por mi honor y el de mi familia, incluso bajo la atenta mirada de los 8 santos divinos mi has sincera honestidad.

Arthur, perplejo, vio como se inclinaba ella hacia adelante.

-Y si miento, que mi cuerpo arda en las llamas del eterno arrepentimiento. -Terminó.

Arthur pensó. En este mundo, solo había dos cosas que nadie se atrevía a deshonrar. El honor de uno mismo y su familia o un juramento divino.

Aunque solo eran palabras, era la costumbre. Los bandidos no tenían honor pero aún si les esperaba el infierno no se atreverían a jurar por los dioses en vano.

-¿Cómo sé que puedo confiar plenamente en su palabra? -La miró a los ojos.

-Y todavía desconfía, incluso hice un juramento... -Suspiró ella, pero luego sonrió-. Usted mismo lo dijo, joven Arthur. En el futuro nos retiramos a carcajadas al recordar estos momentos.

Arthur bajo la mirada mientras se reía entre dientes.

-Sí, lo dije. -Afirmó.

-Digamos que solo quiero acelerar ese futuro. -Mencionó ella- Aunque sea un poquito.

-De acuerdo, 500 esclavos por 5 años más de negocios. -Dijo y estiró su mano hacia ella.

Si algo malo pasaba y ella terminaba por descubrir sus métodos, ¿que es el papel y la arcilla al fin y al cabo? ¡Arthur sabe hacer porcelana y cerámica! Pongamos que Adela descubra como hacer papel, ¡Pero en el futuro Arthur construirá no solo maquinaria específica para ello, sino también una imprenta!

Adela se arrepentiría definitivamente si llegase a traicionar a Arthur.

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