CDU 2 - El legado de Faedra [...

By litmuss

1M 75.6K 6.9K

Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... More

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P2: Capítulo 38

21.8K 1.7K 145
By litmuss

—Vengo a verla —respondió una voz fuerte, que supuse era del invitado no deseado.

—¡¿Es que no entiendes lo que te digo?!

—¡No me importa lo que diga ella, Lucero me va a escuchar en este mismo instante! —La puerta de la sala se abrió con un sonoro golpe y, luego de unos rápidos pasos, tras nosotras aparecieron Brennan y Raiquen, quién intentaba sacarse a mi amigo de encima.

—Déjalo pasar, Brennan —pidió Lu en tono imperativo y de inmediato su hermano se separó del invitado—. ¿Hemos perdido los modales Raiquen? Creí que jamás entrabas a las habitaciones de las damas, te creía más prudente.

El aludido pareció no inmutarse por la ironía de la licántropa y por el contrario volvió su vista a mí.

—Déjame solo con ella, Ilora —ordenó Raiquen y yo volví mi vista a Lu, esperando que me dijera si debía o no obedecer.

Pero no encontré sus ojos, pues estos estaban enfocados de manera fiera en su subalterno.

Ya no había rastro de la débil Lu de hacía unos minutos.

—Podrás ser mi mano derecha y todo lo que quieras, pero aún en esta posición, la líder soy yo, Raiquen, no olvides tu lugar.

—Vine a eso mismo, Lucero...

—¡No me llames así!

—¡Es tu nombre! ¡Acéptalo de una maldita vez y deja de ser una estúpida niña caprichosa! ¡Eres la líder de aquí, pues demuéstralo! —La voz dura de Raiquen me hizo estremecer, pero dudo que aquello fuera peor de lo que le hizo a Lu, a quién se le cristalizaron los ojos de manera automática.

—Yo... bueno... yo me... —Me levanté lo más rápido que pude, sin embargo, con una velocidad abrumadora, Raiquen estuvo a mi lado y me obligó a permanecer en mi lugar.

—No, ella quiere que te quedes, pues entonces vas a escuchar lo que tengo que decirle.

—No creo que sea prudente ahora —intervino Brennan, quién se veía tan confundido como yo.

—De hecho, yo creo que hoy es el día más adecuado... Ya es hora de que tu hermana entienda que esta mierda debe parar.

—¿A qué se refiere? —cuestionó mi amigo, volviendo la vista a su hermana, que ahora miraba con miedo a Raiquen.

—A que tu hermana necesita ayuda y urgente. Las cosas no pueden seguir de esta manera, una líder no puede descontrolarse como ella lo hizo. ¡Casi mata a nuestra invitada!

—Fue un accidente... —expliqué yo, intentando suavizar el ambiente pesado que se estaba formando.

—No lo fue, no fue un accidente y ella lo sabe. Tiene años huyendo de esto y es hora de que se enfrente a la realidad. Lu no puede permitir que situaciones como esta la superen, o me veré en la penosa obligación de reportarle a los líderes que una de sus miembros casi hace que nuestra manada muera calcinada por el protector de una princesa hechicera a la que casi mata —Los sollozos de Lu fueron casi inaudibles, pero lo bastante notorios para que Brennan empujara a Raiquen contra la pared, propinándole un golpe en la mandíbula.

Raiquen reaccionó con agilidad y antes de que me diera cuenta, Brennan estaba tosiendo sangre contra el suelo. Los dos licántropos se estaban golpeando con desenfreno y no pude evitar jadear cuando un jarrón de vidrio cayó junto a ellos. Ambos se detuvieron y volvieron su vista a una agitada Lu que respiraba con pesadez y, como prueba de su culpabilidad, mantenía su mano en alto.

—¡Se separan en este momento y espero no tener que repetirlo! —El grito de la líder se escuchó, podría jurar, por toda la cabaña, pero lo más sorprendente es que los dos hombres obedecieron y la observaron respirar con dificultad.

Lu estaba mal, su piel estaba blanca y sus manos cayeron lánguidas a los lados, a la vez que ella lo hacía. Volví a su lado en la cama, a la vez que el par de chicos lo hacía y se colocaba a los costados. Revisé sus constantes vitales y me percaté de la sangre que manchaba sus vendas. Empezaba a sudar frío. Lu iba a tener que dejar que Haliee la ayudara o entonces yo la obligaría a que al menos me permitiera a mí a hacerlo.

—Hermanita...

—Lucero... —hablaron al mismo tiempo.

—Estoy bien, estaré bien —prometió ella y trató de sonreírles en agradecimiento, mientras cerraba los ojos.

Pensé que permanecería en silencio, sin embargo, estiró su mano del lado derecho, para tomar la de Raiquen, que estaba demasiado cerca.

—Lo siento, siento mucho haberte hecho eso... —dijo rota y una suave lágrima brotó de su ojo izquierdo—. Cada vez que te miro recuerdo lo que hice y no puedo dejar de sentirme una basura por haber dañado a una de las personas que más quiero.

Estaba confundida, en serio lo estaba, porque no podía creer que lo que estuviera escuchando fuera cierto. Sentía que estaba en la mitad de un enfrentamiento de pareja, pero era consciente de que Lu me había presentado a Axel y que hacía un rato había dicho que lo amaba.

—Esperen un momento, me explican en este instante que sucede entre ustedes —exigió Brennan y se levantó para mostrar con su postura que no estaba para nada contento con lo que sucedía.

—Nada que no pueda manejar por mí misma, Brennan —siseó Lu.

Su palidez contrastaba con la firmeza en su voz. Era difícil para mí relacionar a la mujer que parecía demasiado débil, incluso para respirar, con el severo tono imperativo que acababa de pedir, no de manera cortés, a Brennan que dejara las cosas así.

—De ninguna manera, Lu, de ninguna manera me estás excluyendo de esto —Negó mi amigo molesto—. ¿Cómo es eso de hacerle daño a una de las personas que más quieres? Porque puede que no me interese, pero hace unos segundos me expusiste lo apuesto y lo mucho que te ama Axel, ¿qué es lo que está pasando entre ustedes? —cuestionó y fijó su atención en las manos unidas de su hermana y Raiquen.

—Nada de lo que se están imaginando ustedes —explicó Lu, abriendo los ojos y mirándonos a su hermano y a mí. Al parecer estaba fallando en mi intento de pasar desapercibida—. Raiquen es como un hermano para mí y de lo único que no me perdono es de haberle desfigurado el rostro, ¿es suficiente información para ustedes?

Fue audible cuando Brennan tragó en seco al escuchar las palabras de su hermana, pero además de eso yo vi como el aludido agachaba el rostro y apretaba con más ímpetu la mano de una convaleciente Lu. Ella podía decir y sentir lo que quisiera, pero no estaba considerando los sentimientos de Raiquen cuando dijo que lo quería como un hermano.

Era fácil reconocer la devoción que él sentía hacía ella y apostaría cualquier cosa a que esa mirada no era la de un hermano. Esa mirada la había visto antes con mis padres y, aunque Eu Sung intentara ser indiferente a todo, podías dilucidar, con solo estar con ella y Haru en una habitación, que ella lo amaba más que a nadie en el mundo.

—No vine a escuchar tus disculpas de nuevo —replicó él, llenando el silencio que la licántropa había dejado—. Vine a exigirte que enfrentes tu miedo, porque no puedes hacer daño cada vez que lo recuerdes. Quién vive temeroso nunca será libre, Lucero.

—No sé muy bien como asimilar esto, pero sé que tengo que estar de acuerdo. No quiero sonar duro, hermana, sin embargo, de no ser por Haliee, Ilora habría quedado mucho peor de lo que tú estarás en unos días.

—Lo siento... —pidió ella y esta vez me miró a mí—. Siento que tuvieran que pagar por los fantasmas de mi pasado.

—No fuiste la única que perdió el control, Lu, olvidemos todo, ¿de acuerdo? —pedí en un susurro y, fuera cual fuera el final de aquella conversación, me convencí de que no era algo de mi incumbencia.

Ella necesitaba tiempo con ellos y no podía ser tan inconsciente para tomarlo. De cualquier forma, ya tendría tiempo para todo y eso incluía ir por Haliee a preguntarle si había una forma menos invasiva de ayudar a una loba rebelde. Las velas de la habitación amenazaban con acabarse pronto, lo que era para mí un indicio claro de que me había tomado más del tiempo que esperaba.

—Supongo que ahora sí puedo retirarme —concluí, tomando mis muletas, tratando y fallando de no mirar los labios morados y los hinchados ojos de Lucero.

Esa habitación sin ventilación no estaba ayudándola.

—Yo voy contigo —dijo Brennan, pero antes de que pudiera retirarme con él de la habitación que ahora parecía más calurosa que antes, Lu nos llamó.

—Si la próxima vez que nos encontremos, Ilora de Normandia, no he superado mis miedos, entonces serás la primera en saber que he renunciado a mi lugar —prometió y pidió a Raiquen que la ayudara a sentarse en la cama.

Su frente, mejillas y cuello estaban brillantes por el sudor y, de no ser por las vendas en su pecho, la abríamos visto desnuda, cuando la sabana cayó, tan solo cubriendo sus piernas.

—Trae mi bata, Brennan, creo que ya he atrasado mucho el viaje de nuestra invitada.

Mi amigo asintió con una sonrisa en su rostro y caminó hasta una de las sillas en la pared lateral de la habitación para tomar lo que parecía un albornoz y ayudar a su hermana a colocárselo. Él y Raiquen la ayudaron a levantarse, no sin esfuerzo, y caminaron detrás de mí en dirección a la sala, donde colocaron a Lu frente a una mesa llena de pergaminos, sellos, plumas, tinta y algunas monedas de oro, supuse.

Estaba lejos de la confusión. Ella no podía estar liberándome luego de casi acabara con su manada.

—Debí haber hecho esto desde el momento en que me enfrentaste en el comedor, no lo hice porque sentí que nos debíamos algo, supongo que fue una gran decisión... —La incredulidad en mi rostro tuvo que haber sido mayúscula porque, incluso en su condición, Lu río.

Tengo que admitir que verla reír, más que contagiarme, me asustó. Sus gestos de dolor eran tan obvios que me sorprendió que Brennan no la tomara en sus brazos y la obligara a dormir hasta la próxima luna menguante. Empezaba a cuestionarme si no sería más prudente esperar a que ella estuviera en mejores condiciones para hacer lo que sea que estuviéramos haciendo.

—No bromeo, Ilora, de no ser por ti hoy seguiría creyendo que todo es un recuerdo. ¿Quién lo diría? Necesité casi morir, matar a alguien y que mi manada estuviera en peligro para reconocer que no estoy bien. Y creo que, si no fue obvio, tú también necesitas ayuda con tu fuego, ¿eh?

¿Ayuda? Eso es un eufemismo. Cómo estaban las cosas, lo único que había logrado con magia hasta ahora había sido lanzarme de mi dragón en medio de una lucha, hacer volar a Liatris por los aires, destruyendo la plataforma de los reyes y, por si fuera poco, incendiar y casi matar a una licántropa con pirofobia.

—Gracias por recibirme aquí y por no odiarme —afirmé, ofreciéndole en una sonrisa todo lo que esperaba que supiera, porque no sabía qué palabras utilizar en esa circunstancia.

—Llevo odiando a un muerto por ocho largos años, no creo que pueda albergar más de eso en mi corazón. Ahora ustedes dos —señaló a Brennan y a Raiquen—, sirvan para algo y ayúdenme a escribir las mejores palabras para el rey Evans, ese maldito merece nuestros saludos, y una misiva para El consejo.

Y así fue como los vi redactar con ahínco, y por lo que pareció una eternidad, tres manuscritos, uno cada uno de ellos, con la intención de ser entregados a Lordania, El consejo licántropo y a mí, respectivamente.

—Yo, Lucero Anaeliz Kaerbaer, líder de la tribu cuatro y, encargada por el consejo licántropo de suministrarte nuestras pruebas, te concedo en nombre de mi manada y mi familia —Miró a Brennan y Raiquen—, la aceptación de nuestro pueblo.

Extendió sus manos, sosteniendo en ellas un pergamino firmado por ella y sellado bajo la autorización de todo su pueblo. No pude más que asentir recibiendo lo que, hasta ese momento, significaba para mí estar un paso más cerca de mi objetivo.

—Tengo el mensaje para el Consejo, Lu —dijo Raiquen y le entregó el manuscrito que ella firmó sin siquiera leer lo que decía.

—Espero que no incluyeras malas referencias de mí allí —bromeó ella y recibió un muy seguro: Sabes que no lo haría.

No, en definitiva, no era como una hermana.

—Yo tengo un muy duro mensaje para Evans —agregó Brennan, trayéndome de regreso de mis cavilaciones—. ¿A nombre de quién irá este?

—Solo de mí —dijo Lu y los tres la miramos sin comprender—. Sé que no es lo que esperan, pero no puedo hacer una amenaza frontal a Lordania, sin que el Consejo lo autorice. Además, tampoco quiero que lo hagan.

—No lo entiendo —dijo Brennan y obtuvo una sonrisa condescendiente de su hermana—. Esta es una de las muchas razones por las que no me siento parte de ustedes, se supone que defienden la valentía y la entereza, y a la hora de la verdad juzgan a la persona y no la condición.

—Sé a lo que te refieres, hermano, créeme que me costó mucho asimilar que te despidieran de mi lado por el simple hecho de acabar con la vida de un criminal, pero entiende que, de no ser por eso, todos se abrigarían en algo para cometer crímenes. Y no, no te culpo. Sin embargo, ahora estoy en otra condición y debo pensar en el bien colectivo antes que el individual.

—Valiente no es quién no tiene miedos, es quién los enfrenta y los hace con entereza, nuestro lema dice que no hay que vivir temeroso, no que no tengas miedos, eso es imposible —explicó Raiquen, tomando la palabra—. Lucero tiene razón, pero esa carta no irá solo con tu firma, podemos exponer esto en la manada y más tarde lo harás en la tribu. La voz llegará a los líderes y entonces sabremos quienes están de acuerdo y con quienes podemos contar, ¿no te parece?

—¿Te gustan las revoluciones, cierto, Rai? —cuestionó Lu con una ceja arqueada y asintió, esta vez con satisfacción—. A mí igual, no por nada soy la primera mujer líder en El Consejo —alardeó, no sin dejar de sostener la herida en su abdomen.

Estaba intentando no mostrarnos lo mal que se sentía, pero ella no sabía que había visto a muchos pacientes tratando de hacer lo mismo. A mí no podía engañarme. No obstante, aunque hubiera querido sonsacarle la verdad acerca de su estado, las miradas cómplices en la mesa me dijeron que no debía ir por allí y que tratar de comprender lo que estaban tejiendo ese trío me era más importante.

—No estoy entendiendo —reconocí en un susurro, fijando mi vista en la líder.

—Es simple, Ilora, Lu no puede prometer que todos estén de acuerdo con tu causa, en caso de que desees enfrentar a Evans, pero está dispuesta a ayudarte —explicó Brennan.

—Tienes mi ayuda y supongo que la de todos los que quieran, en caso de necesitarla. Estoy enterada de que el reino élfico abandonó las leyes lordinas y me parece que ha sido la mejor decisión, pero entre los elfos y los lobos hay grandes diferencias y la primera de ellas es que su régimen es autoritario, por lo que hacen lo que sus reyes dicen. No obstante, supongo que eres consciente que puede haber elfos que no estén de acuerdo y que no esperan morir en nombre de alguien que no puede ni siquiera asegurar su lugar en su reino, sin ánimos de ofender.

—Soy consciente de ello —acepté, sabiendo que ya había pensado en ello con anterioridad.

Y es que aunque Yunna y Steven apoyaran mi causa, nada me garantizaba que no hubiera quienes creyeran una acción equivocada el exponerse de manera frontal a un ataque de Lordania. Porque aunque la reina me prometiera que estarían bien, por un tiempo, nada garantizaba que esa Guerra fría que estaba formándose, no estallaría pronto.

—Los licántropos no tenemos reyes y no hay normas absolutas; aquí nuestro pueblo tiene voz y aunque una prueba sí la podemos recibir los líderes, aspirar a algo más debe ser puesto en la balanza. No puedo prometerte nada en nombre de ellos, pero puedo asegurarte mi apoyo en caso de que lo necesites —Terminó Lucero y entonces se volvió hacía Raiquen—. Necesito que hagas que transcriban copias de mi autorización a Ilora, para cada líder, y que se las envíen a sus tribus. Además, por supuesto, quiero que empieces a extender mi posición con respecto a Lordania. Los que no estén de acuerdo con mi posición, supongo que podrían abandonar la manada y la tribu; o bien enfrentarme para tomar mi lugar.

—No estás en condiciones para luchar —Interrumpió Brennan, antes de que yo lo hiciera.

¡Por favor! Le costaba hablar sin morderse el labio para no quejarse, ¿y ahora salía con que enfrentaría a todo aquél que quisiera su lugar? Si premiaban al masoquismo, Lu se llevaría el premio. Loba loca.

—No tiene por qué ser ahora, podemos aplazar un poco todo, mientras me recupero. ¿Podemos hacerlo Rai?

—Sin problemas, Lucero —confirmó y recogió los dos manuscritos firmados por Lu, para cumplir con sus encargos, no sin antes dejar un beso en su cabello—. Mejora rápido, tenemos que empezar a entrenar con fuego y a acordar batallas para los que quieran tu lugar, ¿bien?

—Dile eso a mi estómago y los tres huecos que hay en él —bromeó y lo empujó un poco para que se marchara.

Vimos a Raiquen salir corriendo por la puerta, en dirección a la fogata, y entonces volvimos la atención a mi nueva y muy, pero muy loca amiga, si es que ya podía llamarla así.

—Y ahora que estamos solos, empezaremos a discutir lo mucho que vas a cuidar a mi hermano en tu viaje, Ilora.

—¿Qué te hace pensar que te abandonaré de nuevo? —cuestionó Brennan, pareciendo insultado por las conclusiones de su hermana.

Y, bueno, yo no había pensado en el próximo viaje, pero supongo que luego de escuchar los largos y agónicos años que estuvieron esperándose, lo más prudente era que él se quedara con ella. Más cuando las condiciones físicas de Lucero no eran óptimas. Para mí la respuesta era sencilla: Brennan se quedaba y no había discusión en ello, aunque eso significara un corazón roto en mi grupo.

—Dijiste, hace unos minutos, y cito: Esta es una de las muchas razones por las que no me siento parte de ustedes... —respondió Lu y esta vez fijó sus grandes y almendrados ojos en su hermano.

—Sabes bien a lo que me refería. Que no me sienta parte de la manada, no quiere decir que no está bien en cualquier lugar que tú estés. No uses mis palabras en mi contra, eso es jugar sucio y lo sabes.

—No te estoy dando una orden, Brennan, no hay porque exaltarse, pero me tomaré la molestia de preguntar: ¿De verdad crees que haces más aquí conmigo que con ellos? —Brennan abrió la boca para replicar, pero ella lo detuvo con su mano en alto.

Ahora que lo pensaba, a Lu no le gustaba escuchar a la gente refutarla, podía recordar y enumerar las muchas veces que me había hecho lo mismo, mientras esperaba de mí la respuesta que ella creía correcta.

—Puedo cuidarme y tengo gente en la que confío y sé que no me abandonarán. Axel y Raiquen entre ellos, incluso Kenai y muchos de los lobos de la reserva. Viridiana aún viene a visitarme, y no olvides que fue ella la única mujer capaz de ir por ti y decirte lo que me ocurría. No creo necesitarte más de lo que tú los necesitas a ellos —Lu sonrió, apretando los labios para contener las lágrimas y estiró su mano sobre la mesa para tomar el rostro de su hermano—. Una vez me dijiste que querías ser un guardia y ayudar como lo hacía papá. Aquí ya no puedes hacerlo, porque sé que no sientes que eres bien recibido, pero lo harás bien cuidando de esa fea hada y sus temperamentales y extraños amigos. Incluso cuidarás de una princesa, ¿no es eso más de lo que puedes pedir?

—Y hay un elfo también.

—¡Sí, lo sé! ¡No sé cómo lo soportas! —chilló y ambos rieron—. Ven y abrázame muy, pero muy muy fuerte y dime que volverás sano y salvo tan pronto como todo esto acabe. Será más que suficiente para mí.

Pronto sufriría de un ataque al corazón si no dejaba de ver escenas así de emotivas, pues no pude evitar sentir un nudo en la garganta ante la despedida anticipada de dos hermanos que apenas habían vuelvo a encontrarse.

—Prométeme que estarás aquí cuando vuelva, que no te cansarás de esperar —pidió Brennan, agachado frente a la silla de su hermana.

—Hermanito, es más probable que tú no vuelvas a que yo me canse —Ella peinó su cabello y me guiñó un ojo antes de continuar su siguiente frase—: Y más vale que beses al hada pronto o yo iré por ti a jalarte las orejas. Mamá no estaría contenta si supiera que eres un cobarde, te habría matado antes de aceptarlo.

Reí, más para mí misma que para ellos, pero antes de que pudiera detenerme, de mi boca salió lo único que no debí haber dicho

— Y ni hablar de Los Puros...

¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!

—No creo en ellos —afirmó Lu, como si estuviera escuchando mis debates internos—. Supongo que, hace miles de años, cuando hicieron su limpieza y todo eso, es obvio que fue real, pero nadie nos garantiza que ahora existan. Voto porque se extinguieron, además ya no se ven muchas parejas mestizas de todas maneras.

—¿Entonces por qué todos hablan de ellos como si aún existieran? —cuestioné, esperando que ella me diera las respuestas que necesitaba.

Si ella tenía razón, entonces yo tendría una razón menos para preocuparme por los crecientes sentimientos que estaba desarrollando por Alhaster.

—No tendrías que generalizar esas conclusiones, porque no conoces a todo Umbrarum —no podía negar que tenía razón—, pero aludo esas especulaciones al miedo de un pasado irrefutable. Es más fácil temer a algo que sucedió que crear nuevas teorías alrededor de algo que no. Culpo a las tradiciones y los cuentos de terror. No creeré en ellos hasta que no vea a uno —rio y despeinó a Brennan, que esta vez nos miraba de hito en hito, guardando sus propias opiniones.

—¿Entonces estás de acuerdo con... Cassie y yo? —preguntó él, esperanzado, y obtuvo un asentimiento de parte de ella.

—No me gustan las hadas, mucho menos ella, ¿pero cómo es que voy a detenerte? Mejor te apoyo y nos saltamos el drama. Ahora ve por tus cosas y te vas a la cabaña con ellos, entre más rápido se vayan, más rápido podrás volver y presentarme a mi fea cuñada.

***

—¿Segura que vas a estar bien? —cuestionó Brennan, llevando a Lu en sus brazos, hacía su habitación, ahora es casi total oscuridad.

Lucero y yo habíamos estado hablando por casi una hora, en la que Brennan empacaba e iba y volvía por Raiquen y Axel, explicándole las nuevas noticias. Se suponía que el primero estaría viajando esta noche al Consejo para informar a los de la reserva la nueva posición de Lu, además de dirigir a los licántropos que viajarían a cada tribu a entregar a los líderes la noticia de que Lu me había aceptado y que, a partir de ese momento y porque ella había sido la elegida para probarme, yo sería bien recibida en cada manada que pisara durante mi viaje; mientras el segundo, y novio de la líder, tomaría la voz de ella, mientras permanecía convaleciente. O hasta allí había sido informado Brennan, porque su hermana me informó, bastante feliz, que Axel la acompañaría en la noche, tan pronto la fogata fuera apagada.

Y fue en ese momento y por la alusión a la fogata que me atreví a preguntarle a Lucero lo que hace rato me tenía intrigada.

—¿Por qué no temes a las velas, las antorchas o la fogata de cada noche?

—Temo al fuego descontrolado, al que puede consumirme, al que me absorbe, no del que estoy consciente. Más de lo que una persona normal, por supuesto —explicó—. La única razón por la que nadie ha descubierto lo que me sucede es porque puedo manejar estar a varios metros de la fogata, ¿nunca notaste que no estaba frente a ella, si no varios metros? No duermo con velas encendidas, ellas permanecen así cuando estoy despierta; no viajo con antorchas, las llevan quienes me acompañan.

—¿Cómo puedes ser líder y esconder un miedo tan terrible?

—Porque, como ya dijo Raiquen, no es malo tener miedos... —Lu cerró los ojos con fuerza y suspiró con pesadez, tocando las vendas en su bata. Quise levantarme para revisar lo que le pasaba, pero me pidió permaneciera en mi lugar—. Brennan debe irse con ustedes, no tiene que saber cómo estoy. Ayúdame a que lo haga, por favor.

—No puedo hacer eso —me quejé en un susurro bajo e inclinándome sobre la mesa para que solo ella me escuchara.

—Estaré bien, lo prometo. Haré que me curen, pero necesito que lo lleves contigo porque las cosas no se pondrán bien para mí, al menos no por un tiempo...

—¿Qué quieres decir?

—Que conozco mi cuerpo, que he tenido heridas así y sé cuánto pueden tardar en curar. No va a ser pronto y, para cuando esté bien, ustedes ya habrán partido. Y aunque puedo garantizar que él es bien recibido, no se siente de esa manera. No puedo obligarlo a permanecer a mi lado, su lugar ya no es conmigo, ¿bien? —Los ojos suplicantes de Lu me dijeron que no podía darle un no por respuesta, sin embargo, fue la voz de Brennan, al salir de la habitación contigua a la que estuvimos la que detuvo cualquier cosa que quisiera replicar.

Había aceptado mantener la verdadera condición de Lu en secreto y no había sido muy consciente de ello.

Lu me miró sobre el hombro de su hermano y entonces le dejó un beso en la mejilla. —Estaré bien, no seas intenso.

Ambos se perdieron en la oscuridad del cuarto y entonces esperé un largo rato antes de que mi amigo saliera con los ojos tristes e indicándome que ella quería verme. Que había encendido una vela para que la viera, pero que la apagara tan pronto saliera.

—Hola, extraña —dijo Lu, cuando mi rostro se encontró frente al suyo desde la puerta—. ¿No le vas a dar un abrazo de despedida a tu nueva amiga?

Reí al ser consciente de nuestro nuevo estatus y caminé hasta agacharme a su lado. Había pasado de odiarla a sentir gratitud, respeto y hasta afecto por la licántropa más cruel que había conocido.

—¿Puedes permitir que Haliee te ayude un poco, al menos antes de irnos? —cuestioné haciendo un puchero y llevando varios mechones de su cabello tras sus orejas.

—De ninguna manera —negó y extendió sus brazos para recibirme en un cálido abrazo

—No se puede decir que no lo intenté —bromeé.

—Si le pasa algo a mi hermano, te daré caza, Ilora de Normandia.

—No quiero perder una pierna, así que despreocúpate. Luego de sentir tus colmillos odiaría tenerte de enemiga, amiga.

—Ten un buen viaje y recuerda que lo ideal no es que no existan miedos, es que los enfrentes. Quien vive temeroso, nunca será libre... Hazlo tu mantra, lo necesitarás.

Continue Reading

You'll Also Like

4.6K 366 16
Existen muchas historias de princesas. Muchas encerradas en torres, otras viviendo con su madrastra o algunas que tuvieron que huir al bosque a vivi...
398K 55.4K 130
Titulo Original: Después de Renacer, ya no quería ser Carne de Cañón! Capítulos: 405 (novela original) Mu Chen estaba acostado en la cama, pensando s...
265K 21K 43
Anderson Cárter tiene la vida hecha, por no decir perfecta. Está se verá afectada después de que note algo diferente en su vecina; Su chica misterios...
2.4K 198 52
¿Quien dijo que no se puede soñar con un príncipe azul? ¿Quien dijo que en un coma ese individuo no puede escucharte mientras está en un coma? ¿Quie...