CDU 2 - El legado de Faedra [...

Από litmuss

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Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... Περισσότερα

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P2: Capítulo 33

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Από litmuss

—Y, solo para aclarar, no es mi amado. Ni siquiera lo conozco —Castiel asintió con desgano, como si no le importara lo que decía, y me tendió el sobre—. ¿Cómo es que esto llegó a tus manos? —cuestioné palpando el desgastado papel y el relieve de cera roja con el sello de Lordania.

—Me lo dio una chica extraña. Dijo llamarse Reile Nassen, una druida enviada por su majestad real Alyos de Lordania para su prometida, la princesa de Normandia y futura reina de Lordania... Parece que el príncipe se toma en serio su papel —concluyó, mirando un punto perdido en el paisaje frente a nosotros.

—No puedo entender cómo es que una hechicera llegó aquí sin llamar la atención del resto de los licántropos, y peor aún, ¿por qué la dejaste ir sin cuestionar nada más?

Estaba siendo necia, pero tenía que reconocer que me resultaba demasiado extraño el que Alyos tuviera tanto acceso a mí. Eso me decía que no estábamos cuidándonos tan bien como deberíamos. Y, por si fuera poco, me confirmaba que el príncipe estaba vigilándome.

—No tuve tiempo de cuestionar nada, Ilora, la mujer estaba sobre la copa de un árbol y tenía un cuervo en su hombro, el mismo que me dio el sobre que tenía en su pico y que tan pronto tuve en mis manos, me distrajo lo suficiente para que perdiera a la chica de mi vista. Lo único que dijo fue su nombre y luego ya no estaba —La confusión en su voz era mayúscula, pero no superaba su admiración—. Nunca en mi vida he fallado a un blanco y a esta ni siquiera le apunté... —confesó y, cuando quise bromear al respecto, me interrumpió—. Y no, no fallé contigo, porque yo jamás quise darte.

Oh, bueno, pensé en voz baja y volví mi atención al sobre en mis manos, dejando a mi amigo pensar en la escapada de aquella misteriosa mensajera.

Esta era la primera vez que él se ponía en contacto conmigo, por lo que no pude evitar cuestionarme si el príncipe se preocupaba por mí. Me sentía entre la espada y la pared, pues la Ilora racional quería leer el mensaje y dar por zanjado el tema, sin embargo, la Ilora sentimental, la que sentía que recibir correspondencia de su prometido la colocaba en una situación diferente y más seria, intentaba rehuir de lo que sea que hubiera allí.

—Ilora, solo ábrelo que yo también quiero ver que dice —Me instó Castiel notando la lucha interna que estaba teniendo—. No es como que se estén casando, solo es una carta. Piensa que leerla servirá para que conozcas un poco más de él, solo eso, ni siquiera le des vueltas a otra cosa.

—Es la primera vez que sé algo de Alyos... bueno, de forma directa. Cassie me habló de él en algún momento, e incluso me prometió ayudarme a que lo conociera, pero además de eso, hasta el día de hoy todo lo que sé de él es por visiones en las que ni siquiera puedo ver su rostro. Apenas si puedo recordar el patrón de su voz, porque no conservo mucho de él al despertar.

—Míralo desde otro lado, piensa en esto como un amante secreto, es hasta excitante.

—No puedo creer que dijeras eso —refunfuñé y le golpeé en el hombro—. Alhaster no estará feliz con esto... —susurré y volví mi atención al papel en mis manos.

Rompí el sello del sobre y extraje el misterioso y fino papel amarillento. No podía creer que estuviera haciendo esto. Sin embargo, antes de leer, tenía que hacer algo: Inhalar el aroma del papel. Extraño o no, sentía que el olor a tinta y papel almacenado me daría un poco más de información acerca de Alyos.

—¿En serio? —preguntó Castiel con cierta irritación—. ¿Tenías que oler el papel?

—No molestes, soy yo la que recibió el mensaje —repliqué al desdoblar la carta, observando una hermosa y cursiva caligrafía.

Princesa Ilora:

Te escribo con todas las intenciones de proveerte ayuda en las dificultades. Se me ha informado que has incursionado en el mundo de los hechizos y, lo más alarmante aún, has quedado inconsciente tras realizar hechizos básicos.

Lamento no poder estar en persona para guiarte de manera satisfactoria, pero creo que mis indicaciones serán de gran ayuda. Con cada hechizo que logres, recibirás más de estas cartas, al menos hasta que llegues al nivel intermedio, momento en que nuestra comunicación, en este caso mis cartas hacia ti, se intensificarán con el único objetivo de buscar un bienestar mutuo (Tú no mueres y yo no tengo problemas).

Me confirmaron que has comenzado con el elemento fuego, lo que solo me lleva a concluir dos cosas: La primera es que no eres tan acertada como pensé serías y la segunda es que tus instructores no tienen idea de lo que estás haciendo, y esto último lo digo porque quiero asumir que estás recibiendo ayuda.

Y no te molestes en responder lo anterior, estoy al tanto de tus actividades extraoficiales (te recomiendo que no vayas a poblaciones independientes sin compañía. Everard, por ejemplo).

Y ahora, volviendo a los que nos compete, y con la intención de mantenerte a salvo, empezaré por explicarte que "Ignis" pertenece a un hechizo intermedio, y dado el caso que todos inician con elementos más suaves como el agua y el viento, deberías recibir una explicación básica: La magia es un arte que requiere una buena condición física (creo que lo has notado con tus recientes fracasos) y un buen equilibrio mental. El fuego es un elemento demandante y salvaje. En él requieres poner empeño al lanzarlo y aún más al detenerlo.

Pongamos en práctica lo siguiente, quiero que busques un objetivo alejado del lugar en donde resides y, al enfocar el fuego, concéntrate en la forma que tiene aquella corriente (eso ayudará a disminuir un poco la fuerza con la que lo expulsas y ahorrarás energías), si te preocupas por tu cuerpo entonces perderás concentración y ocurrirá lo que ya has notado. Para detenerlo es sencillo, solo disminuye la presión que se presenta en tu abdomen e imagina que no hay nada entre tu mano y el objeto de tu enfoque.

Debo aclararte que estas son formas básicas para instruir en el manejo de hechizos a los novatos, por lo que cuando tomes práctica nada de esto lo recordarás y serás capaz de hacerlo de manera automática. Sera tan fácil como respirar, y lo puedo prometer.

Como creo merezco algo a cambio, solo pediré una cosa en específico: Intenta no morir, aunque es poco probable que lo hagas con estas indicaciones. Tendrías que ser muy mala para fallar. No hagas nada que ponga en riesgo tu vida, o me obligarás a tomar medidas.

Te deseo un grato viaje y que puedas conocer más de este mundo en el que resido y del que nunca debiste ser llevada. Si tienes alguna duda, dila en alto, que el viento se encargará de enviarme tu mensaje y gustoso responderé a tu llamado.

Habiendo explicado la razón de mi mensaje, me despido, princesa.

Alyos primero de Lordania,

Príncipe hechicero y heredero legítimo al trono.

¿Cómo debía reaccionar ante esa carta? El cincuenta por ciento de ella eran reproches a mis entrenamientos, ¿se suponía que debía aplaudirle y sonreír por esto? Estaba segura de querer golpearlo, pero me había explicado en detalle cómo entrenar de forma adecuada este elemento. Supongo que eso podría salvarlo de mi ira.

—Interesante, no puedo definir si estaba preocupado por lo que te sucediera o lo que sucederá con él si algo te pasara —comentó Castiel con una sonrisa—. ¿Probarás otra vez con ese hechizo?

—No estoy segura, lastimé a mi dragón la última vez, no quiero...

—Quien vive temeroso jamás será libre —recitó con una sonrisa.

Era el lema de los lobos en boca de un elfo. No creí que Castiel enalteciera algo de los licántropos, pero lo había hecho y parecía muy seguro de ello.

—Adelante, Ilora, no es momento de convertirte en una miedosa.

—Sí, supongo que no es momento —acepté y recibí su mano cuando me la ofreció para levantarme.

Sumergirnos en el bosque fue tranquilizador. Caminar con Castiel tenía su lado bueno, él sabía cómo distraer mi atención del recuerdo en donde Alhaster resultaba herido. En mis manos aún mantenía la carta de Alyos. ¿Quién le había informado de mis fracasos como hechicera?

—Ilora, creo que este es un buen lugar para incendiar todo... —Mi mirada incrédula lo hizo reír, y se corrigió—: digo, practicar. Vamos, quiero ver todo en llamas —alentó con ambas manos haciendo un ademán de grandeza.

—Solo aléjate si mis llamas se descontrolan —comenté al guardar la carta en mi ropa y llevar mi mano derecha hacia el frente. Estaba segura de que lo lamentaría—. Ignis...

Las llamas brotaban de mi mano con furia, esta vez chocaban con un enorme roble lleno de vida, el impacto del fuego contra la corteza le obligaba a dispersarse y emanar pequeñas chispas que ascendían por el lugar.

—¡Ilora apaga eso o incendiaras todo! —Se alarmó Castiel al llevar ambas manos a su boca—. ¡Ilora!

—¡Cállate! —grité al intentar enfocar mi mente en las instrucciones de Alyos. Visualizaba las llamas en mi como el dibujo de una animación en 3D. Lo achicaba como un cilindro con radio de un centímetro, observando que disminuía de a poco la intensidad y su alcance—. Alyos es un genio.

—Solo... deja de controlar el fuego, Ilora, o nos meteremos en problemas —pidió el elfo, que no dejaba de mirar a sus costados—. ¿Quieres que te expulsen de la manada?

Quería empuñar la mano, deseaba detener todo esto, pero la imagen de mi dragón emitiendo aquel atemorizante rugido logró distraerme de mis pensamientos y aquella llamarada se desató, incrementando el radio y convirtiéndose en una voraz explosión... Estaba fuera de control y necesitaba ayuda urgente

—¡Ilora! —gritó Castiel—. Shara perdona mis pecaminosos pensamientos, siempre he sido un elfo ejemplar y nunca pensé que esta Merde de hechicera incendiaria un bosque, perdónala, Shara, porque tu...

No podía seguir escuchando los rezos de mi compañero, necesitaba detener esto. Empuñando mi mano logré ocasionar el mismo efecto que en un principio, observando como parte de las llamas salieron disparadas hacia Castiel, quien gracias a sus reflejos logró bajar su centro de gravedad, dejando que las llamas solo tocaran las puntas de su cabello.

—¡Merde! —gritó Castiel al llevar ambas manos hacia las puntas destruidas—. ¡¿Te has dado cuenta que has dañado mi cabello?!

—Castiel, no puedo detenerlo —confesé con nerviosismo, experimentando al instante los mareos que me atormentaron en un principio—. ¡Detente!

Mi grito logró apaciguar el fuego hasta que cesara en su totalidad, todo a mí alrededor estaba chamuscado y despedía grandes oleadas de humo, los árboles afectados superaban los dedos de mis manos y las aves que se alejaban asustadas, a varios kilómetros a la redonda, aumentaban mi temor.

—Jamás volveré a supervisar tus prácticas de magia, no sirves como hechicera —dijo al levantarse y seguir acariciando su cabello—. Necesito tratamiento. Maldición esto no se repara de la noche a la mañana.

Mi compañero se alejó por el sendero que habíamos trazado, estaba segura de que sus maldiciones podían escucharse en todo el lugar. No podía moverme, ni decir una palabra, sentía como mi garganta se cerraba y me dificultaba poder respirar de forma habitual.

"La magia requiere energía vital"

¿Me había sobrepasado? Un par de pisadas de animal se hicieron presentes, permitiéndome ver a un enorme lobo acaramelado, sus ojos negros me miraban y el leve gruñido que emitía por su hocico me avisaba que estaba en problemas.

—¿Brennan? —pregunté al exhalar con fuerza, su cola se movió de forma animada, confirmando mis sospechas—. Brennan, no puedo respirar. Lamento lo que estás viendo, intenté practicar magia y otra vez fallé —Mi voz poco a poco se cortaba—. Soy un fracaso.

Necesitaba a mi dragón o algo que me consolara con urgencia. Una húmeda nariz se deslizo por mi mejilla hasta posicionarse en mi mentón y elevar un poco mi rostro, el tamaño de los licántropos era inmenso, podría ser noqueada con facilidad por una de sus patas delanteras.

—Llévame a la cabaña, por favor —pedí en un tono cortado, observando cómo se inclinaba un poco para permitirme subir a su lomo—. Gracias.

El viaje fue lento, Brennan mantenía un paso suave y armonioso, por lo que no recuerdo haber sentido ningún declive en la tierra por donde pisaba mi compañero. Aún era consciente de la carta del príncipe y aunque agradecí su ayuda, no era lo mismo leerlo y practicar que practicar y ser corregida.

—¿No sería más eficaz si él viniese a entrenarme? —Me quejé tras un momento de silencio—. Es que no lo entiendo, si se preocupa debería venir... Ah cierto, al príncipe Alyos no le importa nada, salvo el que no muera para no complicarle la vida. Todos los hombres son iguales.

Un gruñido por parte de Brennan me hizo sonreír, no tenía derecho a quejarse, su relación con Cassie estaba decayendo con cada día que pasaba y en parte era por culpa de su egoísmo.

—No quería decírtelo, pero estas tratando muy mal a Cassie, ¿necesitas que te explique cómo tratar a una dama? —Otro gruñido se hizo presente, haciéndome fruncir el ceño—. Brennan, aunque sea caníbal es una dama, ¿entiendes? Y es hermosa, ¿no estás de acuerdo? —Otro gruñido—. Genial ahora estoy hablando sola... quizás estas declarándote y estoy asumiendo otras cosas que...

—¡Ilora! —Apareció mi padre tras ingresar a la parte de las cabañas. Su rostro mostraba rasgos de preocupación y culpa—. Vimos el incendio más allá del acantilado y le pedimos a Brennan que te fuera a buscar, ¿estás bien?

—Lo siento...

Mi padre estiró los brazos hacia mí en un intento de atraparme, mientras bajaba del lobo, amaba que Haru me brindara su apoyo siempre que fracasaba en algo, y verlo alentarme a lanzarme en sus brazos fue motivo suficiente para dejarme caer sobre su pecho.

—Practicar magia es terrible —susurré, el cansancio palpable en cada sílaba. Las manos de mi padre palmeaban mi espalda con tanta tranquilidad que era imposible no recordar las miles de veces que requerí de sus abrazos para encontrar paz.

—Calma, ya paso —murmuró—. Gracias por traerla, Brennan, me encargaré del resto.

Aun rodeada de sus brazos, mi padre me llevó hacia el interior de la cabaña en donde, al entrar en mi habitación, cerró la puerta con seguro. Su silencio me mataba y el ver como dejaba recostada su espada contra la pared me hacía querer preguntarle por qué estaba tan molesto.

—¿Por qué practicaste otra vez magia sin mí, Haliee o Cassie? Mencionaría a tu dragón, pero se fue con Luigi por unos días —preguntó mi padre al sentarse a mi lado en el bordecillo de la cama.

—Alyos me mandó una carta —confesé al tendérsela. Su expresión no mostraba asombro alguno, solo frialdad, como si Alyos fuese un enemigo suyo—. Me explicó en detalle cómo practicar con el hechizo "Ignis", pero inclusive así no pude dominarlo por completo.

—Empezaba a dudar de su existencia —comentó al extraer la carta del sobre y dedicarse a leerla.

Los siguientes segundos de nuestra estancia fueron fúnebres salvo por un par de pequeñas risas por parte de mi padre, lo que me llevaba a suponer que ambos compartían el mismo sentido de humor. Yo no encontré divertida esa carta.

—Independientemente de esto —concluyó mi padre al doblar el papel con delicadeza—. Te prohíbo entrenarla sin Cassie o Haliee.

—No sé si debería volver a practicarlo todavía, quemé parte del cabello de Castiel y lastimé las escamas de Alhaster — informé—. La magia es algo que aún no puedo controlar.

—Negarte a hacer aquello para lo que naciste sería un error, hija. No es como si tuvieras opción, esto es lo que eres. Considero correcto que Cassie y Haliee se ocupen de ti en cuanto sea posible.

—¿Y el bosque? ¿Piensas que seguiré destruyendo su hábitat?

—¿Te olvidas de que tenemos un hada y un elfo en el grupo? —sonrió con amplitud—. Cassie y Castiel pueden restaurar la flora.

—Gracias, papá —murmuré al aprisionar la carta contra mi pecho—. ¿Alguna vez Alyos dejará el misterio y se aventurará a conocerme? Ni en las visiones puedo ver como es.

—Por lo que leí, ese día será más pronto de lo que esperamos. Esperemos que cuando suceda no estés en desventaja o que al menos estés con nosotros. No podemos asegurar sus buenas intenciones. Descansa —Haru se levantó y, dejando un beso en mi sien, se marchó.

Cerré los ojos, tratando de asimilar mi situación. Tal vez el fallar de manera constante lograría que Alyos se presentara ante mí, pero no estaba segura de si eso era lo que quería. Además, fallara o no en mis intentos de dominar los hechizos, el temor de destruir la manada era latente. Mi magia parecía ser una granada cuyo conteo se aproximaba al tiempo límite para explotar y llevarse todo a su paso. 

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