CDU 2 - El legado de Faedra [...

By litmuss

1M 75.6K 6.9K

Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... More

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P2: Capítulo 28

18.1K 1.8K 237
By litmuss

Varios días pasaron desde mi llegada a la tribu de Lu, el frío comenzaba a intensificarse en el ambiente, junto con la caída de las hojas, recordándome que el otoño había comenzado. Recostada en mi cama, un fuerte dolor recorrió mi vientre como una punzada intentando atravesarme por completo, era tan intenso que no pude evitar encorvarme y abrazarme con fuerza.

—Maldición —me dije al abrir los ojos, el sol estaba por salir y el frío era insoportable. Estaba rodando en la cama con ambas manos sobre mi vientre—. No puede ser. ¿Por qué ahora?

Haciendo un conteo mental sobre los días que estaba en Umbrarum, fue claro que tenía un retraso menstrual, producto de los rigurosos entrenamientos y el estrés que había acumulado. Sin embargo, no extrañaba tener cólicos.

—Me muero —murmuré al rodar para salir de la cama, observando mi pantalón. Por suerte, no había gotas de sangre, al igual que en la sábana.

Faltaba poco para que Lu irrumpiera en mi habitación para despertarme, tiempo que aproveché para ingresar al baño con mi maleta y buscar con desesperación los empaques. ¿Por qué no había metido alguna píldora para estas emergencias? ¿Qué se suponía que haría con estos dolores? Una fuerte punzada logró encorvarme sosteniéndome de la pared. Supe que no sería un lindo día, aunque ninguno lo había sido.

Tomé un baño en la pequeña tina de madera gruesa, y estaba cambiándome a mi habitual vestuario de cuero, cuando escuché como mi puerta se abría, dejándome adivinar que "la bruja" —como le llamaba Cassie— estaba dentro.

—¡Ilora! —gritó Lu desde algún lugar en mi habitación. Con un suspiro abrí la puerta del baño observando como su rostro enojado cambiaba a uno de sorpresa—. Oh, vaya...

—¿Qué ocurre? —cuestioné al dejar mi bolso en el suelo.

Una sonrisa se curvó sus gruesos labios, haciéndome saber que algo tramaba.

—Ilora, ¿te han dicho que tan delicado es el olfato de un lobo? —preguntó sonriente al tiempo que una fuerte punzada me obligó a encorvarme del dolor—. Qué lástima que tengas ese problema el día de hoy.

—¿Puedes oler eso? —pregunté asqueada.

¿Los demás también percibirían mi cambio?.

—Muévete, no por eso te quedarás descansando —ordenó riendo, mientras abandonaba la habitación, dando paso a Cassie.

—¿Te vino la menstruación? —preguntó, observándome oprimir mi vientre con ambas manos.

—¿Cómo es que todos lo saben? —cuestioné avergonzada.

—Es muy normal, Ilora. La mayoría de las lobas aquí también menstrúan; el problema es que aquí las criaturas tienen un sentido del olfato superior al nuestro. Te van a mirar un poco más, pero no significa nada.

—No quiero que me miren, Cassie —me quejé—. Además, hoy tengo que asistir a muchos lobos o, mejor dicho, ser su esclava.

—Concéntrate en tus labores —animó con una sonrisa de lado.

Salir de la cabaña, tal como dijo Cassie, atrajo la mirada de varios licántropos, que no tardaron en voltear y seguir con sus tareas. Era incomodo sentirme observada, pero peor era fingir normalidad, cuando el dolor era tan fuerte.

—Buenos días, princesa —saludó Alhaster al elevar su cuello por encima de las casas. Estaba perdida, sabía que podía sentirlo—. ¿No es buen día, cierto?

—Pues no me hace feliz saber que todos perciben mi olor —expliqué al encaminarme a una de las cabañas más grandes del lugar, cuyas luces permanecían encendidas aún, debido a que la luna se había ocultado hacía poco.

—¿Qué esperabas? Es más, me preocupaba que hasta ahora no te ocurriera.

—No, no —lo detuve—. Está todo bien, Alhaster, así funciono.

—Como Princesa heredera, es un tema importante —explicó—. Sin embargo, mi preocupación es por ti, ¿está bien que sea de ese modo?

—Lo es —cedí y decidí explicarle, ya que su intención sonó legitima—. Es clínico y se llama oligomenorrea. Siempre he sufrido de ello. Primero por los ansiolíticos, aunque llevó bastante tiempo sin tomarlos, y más tarde por cualquier episodio de mucho estrés. Empecé con natación y equitación para mejorarlo sin medicación, pero el exceso de deporte también agravó mi desajuste hormonal. Ya se ha hecho normal para mí.

—No entendí ni la mitad de lo que dijiste —admitió haciéndome reír y decidí que lo mejor sería no explicarle. No estaba muy interesada en decirle que la mitad de mi vida fui medicada para que dejara de ver monstruos como él—, pero ¿estás bien? ¿Podrás trabajar así?

—¿Tengo opción?

—Siempre podríamos escapar juntos —ofreció.

Agradecí su oferta, pero me vi obligada a rechazarla. Tenía que demostrarle a Lu que no era una inútil.

Ingresé en una cabaña y fue bastante obvio que, a su manera, Lu había hecho un gran trabajo organizando un Centro de cuidados médicos decente. Había muchos licántropos heridos. Algunos como humanos, otros en forma animal. Haliee corría de un lado a otro con telas y plantas, junto a otras mujeres que vestían de blanco, y me fue inevitable sonreír al encontrarme frente a la única tarea en la que sabría qué hacer.

—Haliee, ¿en qué te puedo ayudar? —pregunté emocionada, ignorando las incesantes punzadas en mi vientre.

—Claro, el licántropo del fondo se deslizó por un barranco y tiene una herida expuesta en su brazo derecho, límpialo y véndalo.

—Será un placer.

Avanzando pude sentir la emoción de tener un paciente en mis manos. Parte de mi pasión por la medicina era el saber que podía ayudar a los demás. Un señor de estatura mediana me esperaba sentado en la camilla, sus ojos café —ocultos bajo arrugas y marcas de la edad— eran tan oscuros como su lozana piel.

—Buenos días, soy Ilora y le atenderé hoy —comenté al observar que no había guantes en el lugar, solo una pequeña bandeja de plata con vendas de tela y varios ungüentos que ni siquiera poseían etiquetas.

—¿Acaso sabes lo que haces? —se quejó al verme revisar los frascos.

—Solo me aseguro de su contenido, para poder darle una buena atención —respondí con una falsa sonrisa.

Desinfectar la herida —con un líquido ambarino que me indicó Haliee—, aplicar un cicatrizante y vendarlo fue muy sencillo. Lo había ajustado con tanta precisión que dudaba mucho que se soltara el vendaje, además de que no comprometía la circulación de aquella extremidad. Estaba orgullosa de ese trabajo.

—Vaya, has vendado algo —intervino una observadora Lu.

—Hermoso, ¿verdad? —comenté con gran orgullo al admirar mi obra.

—Horrendo, lo has hecho pésimo y desperdicias demasiados insumos, ¿piensas que somos ricos? Aquí no vivimos en un palacio donde solo tenemos que chasquear los dedos para que nos traigan lo que deseamos.

Quise hablar, pero no lo permitió.

—Nada, no tienes nada que decir —cortó, al darme la espalda y caminar hacia la salida—. Y limpia el suelo, está demasiado sucio y con manchas de sangre.

No podía creerlo. La única tarea que creí que no disminuiría acababa de convertirla en una broma cruel.

—¿Qué hiciste para enojarla? —preguntó Haliee al acercarse con unos trapos sucios en las manos.

—Nada, hice tal y como me enseñaron en la Tierra, no entiendo lo que quiere —enojada y frustrada me acerqué a una de las esquinas del recinto, donde estaba un desgastado limpión inmenso y una cubeta de agua. No había trapeador, eso tampoco me sorprendía—. No tienes idea de cuánto la odio...

—Solo sigue intentándolo, Ilora —finalizó al arrojar las vendas en un cesto de mimbre que parecía ser de basura.

Las horas avanzaban y los dolores persistían. Limpiar el suelo, postrada en mis rodillas, solo empeoraba mi situación. Lu seguía empeñada en criticar cada cosa que hacía con frases como: "Yo limpio mejor que tú", "¿En serio crees que un paciente querría sentarse en esta camilla?", "Arréglalo de nuevo".

Estaba harta, necesitaba un respiro, estar callada y aceptar todo estaba yendo terrible.

—Ilora —Castiel apareció frente a mí, pisando el limpión que usaba—. ¿Tienes un poco de tiempo para mí?

—¿Qué ocurre? —cuestioné, evitando mencionar que había ensuciado mi piso y que sus botas, de haber estado más cerca, hubieran destrozado mis manos.

Levanté mi vista, olvidando las cosas en el suelo y al observar la sonrisa que tenía, solo pude ofrecerle mi mano para que me ayudara a juntar las fuerzas para levantarme. Me sentía miserable, pero ya ni eran los cólicos menstruales, se habían sumado mi espalda, mis manos y mi frente sudorosa.

—Debe ser horrible estar en tu lugar —mis mejillas debían estar coloradas, debido a lo obvio que era que él también sabía de mi situación—. Sígueme.

Un momento de libertad, eso pensé, antes de seguir sus pasos hacia atrás la cabaña de madera, donde las rojizas y amarillas hojas me mostraban el hermoso bosque que nos rodeaba.

—¿Cómo te sientes? —preguntó al detenerse en seco y girarse para mirarme a los ojos—. Cassie me dijo que estás de luna, ¿te duele algo?

—A parte del hecho de que me resulta incómodo que mi condición biológica sea evidente para las criaturas aquí, estoy tan bien como puedo —admití con un suspiro—. Lu no deja de presionarme, pero eso ya no me preocupa, más de lo que me duele el cuerpo.

—¿Le has dicho a Hal cómo estás?

—Está ocupada.

—Todos lo estamos, Ilora, pero tú estás haciendo esfuerzo físico y sosteniendo una sonrisa, cuando pudiste tratar tu dolor.

Pensé en mentirle y decir que se me había olvidado o que esperaba que el dolor pasara, pero decidí ser honesta.

—No se sentía bien admitir debilidad.

Castiel asintió, comprendiendo, pero no dijo nada. En su lugar, rebuscó una bolsita de tela en su pechera y extrajo de ella una ramita que contenía dos hojas rojas. Arrancó una de las hojas y me la ofreció.

—¿Qué es eso?

—Es sauce rojo, te ayudará con los dolores —explicó—. Sabrá horrible, pero es muy efectivo.

Como un mandato, mastiqué las hojas lo más rápido posible. El sabor era horrendo, una esencia amarga y metálica, cubría cada una de mis papilas, adormeciéndolas un poco.

—Pasará —animó al posar una mano en mi mentón, para levantar mi rostro y hacer una inspección—. Y, solo para ser claro, no eres débil por tu condición. Ya te lo había dicho, para lo que sea que me necesites, solo háblame. De cualquier forma, si le hubieras comentado Haliee, ella te habría ayudado.

—Gracias.

—Nada que agradecer. Es normal que te sientas como lo haces, y no eres débil.

Asentí, sin poder ocultar una sonrisa de agradecimiento, y continué mis tareas sintiendo como, poco a poco, disminuía el dolor. No así las órdenes de Lu, que empeoraban a cada momento. No solo me había obligado a repetir la limpieza del centro médico, sino que me envió a cazar con los lobos, para llevar comida a la fogata. Comida que, por supuesto, fue juzgada por ser apenas lo suficiente para alimentar a un lobo.

—¿Siquiera lo intentas? —cuestionó con dureza en medio de la fogata, importándole poco que algunas personas pudieran escucharla.

Apreté los puños, pero recordé que necesitaba su indulto y me disculpé.

—Mañana cazaré algo más grande.

—¿Será posible?

Lu bufó y me dio la espalda, dirigiéndose al lado de Brennan, por lo que no me quedó más remedio que retirarme a descansar. No tenía ganas de quedarme en la fogata a sentir las miradas acusadoras o de lastima de la manada, pero sí de ir a mi habitación y dormir.

—Ilora ¿no te quedarás hoy? —preguntó un Alhaster decepcionado—. Mira, si es por Lu...

—No es por ella, Alhaster, solo estoy cansada.

—¿Quieres que te acompañe? —Su pregunta me hizo sonreír de lado, ¿acaso planeaba destruir la cabaña? — Si me lo pides...

—Lo haría, pero mi habitación es demasiado pequeña para recibirte.

Sonreí de lado e ingresé a la cabaña, arrastrando mis pies por el pasillo y el pequeño salón hasta llegar mi habitación. Estaba tan agotada, que no me había detenido a pensar si ya era tiempo de dormir. Solo pude bañarme y recostarme en la cama, agradeciendo haber terminado, al menos por ese día.

—Buenas noches, princesa —murmuraron en mi oído, despertándome en el mejor momento de mis sueños. Un par de brazos rodearon mi cuerpo con fuerza, haciéndome saltar y forcejear un poco, pero detuve mis intentos por deshacer el amarre, cuando escuché mi nombre en sus labios.

—¿Alhaster? —murmuré al comprender la situación. Sus rubios cabellos ahora lucían platinados bajo la luz de la luna, que se lograba filtrar por la ventana, y sus ojos verdes se notaban un poco más intensos de lo normal—. ¿Cómo?

—Es luna menguante, Ilora... —era imposible que lo hubiera olvidado.

Quise decir algo, mostrarle lo feliz que estaba de que por fin estuviéramos juntos, pero mi cuerpo me traicionó con un bostezo, que lo hizo reír.

—Descansa, mañana tenemos hasta antes del anochecer para recuperar el tiempo perdido —Sonreí al comprender a lo que se refería, y con los ojos cerrados me acurruqué un poco más en sus fuertes brazos, dejando que mis ojos se cerraran a merced de Morfeo y de la cálida respiración de mi protector.

Continue Reading

You'll Also Like

292 87 5
Veinte años después de que la humanidad comenzó a habitar el planeta rojo, Roger Dickinson (un ex militar de la estación espacial condenado a muerte)...
28.8K 976 8
[Primera parte] Zoé Miller lleva una vida tranquila, rodeada de sus amigos y sus padres. El único cliché que ha conocido es a través de los libros. P...
1.7K 961 25
Audrey Green, chica londinense, con un futuro prometedor por delante en la universidad de sus sueños, pero que para poder lograrlo, necesita salir de...
1.5M 205K 82
«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes...