CDU 2 - El legado de Faedra [...

Par litmuss

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Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... Plus

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P2: Capítulo 27

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Par litmuss

El silencio reinaba entre las criaturas. Piwi y Haliee caminaban detrás de todos, sin hablar pero muy unidos, como de costumbre. Lu iba al frente con Brennan. Ambos estaban muy serios. Los dragones surcaban los cielos con tranquilidad. Castiel y Haru estaban cerca de mí, mirando alrededor con suma atención, aunque no se veía más que árboles y pastizales. Cassie caminaba junto a mí, mirando a Kira que caminaba junto a nosotras.

—¿Cómo la llevas? —me preguntó luego de que caminara durante varios minutos a su lado, en silencio.

Agradeciendo su preocupación, le contesté:

—Me siento usada, pero, si lo pienso bien, no fue tan terrible como esperaba. O bueno, al menos aun no lo es.

—Lo bueno es que, gracias a este viaje, te libraste de mis entrenamientos —agregó.

—Sí, supongo que eso es bueno —consentí, tratando de contener todas las preguntas que se arremolinaban en mi cabeza, debido a mi innegable gusto por el chisme. Sin embargo, como era de esperar, fallé—. ¿Puedo saber cómo va todo con el lobo?

—Tardaste mucho en preguntar —rio sin verdadera emoción.

—¿Leíste mi mente? —inquirí.

—No, te estás cuidando bien, pero eres demasiado expresiva. Tu cuerpo, tus ojos y lo mucho que retorciste tus dedos antes de balbucear lo que querías, me dijo que estabas demasiado curiosa.

—Tendré que empezar a cuidar eso también —concluí—, pero dime, ¿qué tal todo?

—Creo que he negado todo durante mucho tiempo, para terminar descubriendo que había hecho lo único que no debía.

—¿Y eso es?

—Enamorarme —reconoció, para mi asombro, y antes de pudiera decir algo continuó—: Lu es hermana de Brennan, Ilora. Es su hermana, pero aunque lo sea, no puedo evitar sentirme sola. Ya no tiene tiempo para pelear conmigo.

Ninguna de las dos volvió a decir algo, las palabras sobraban, por lo cual me limité a sonreírle y tomar a Kira en mis brazos. Acariciarla me relajaba y me ayudaba a pensar.

Las hojas de los árboles relucían en colores rojizos. Algunas estaban en el suelo y otras volaban a nuestro alrededor. Solo podía escuchar las hojas crujir bajo mis pies. El otoño se venía con todo y ya empezaba a enfriar un poco el ambiente. Lo bueno es que esta vez no había tenido que nadar y que el agua que había conseguido empapar mi ropa en la mañana se había secado conmigo en la orilla del río.

Alhaster nos había llevado a Haliee, mi padre y a mí, a través del cauce y el resto del viaje, mientras Cassie volaba por su cuenta, llevando a Kira en sus brazos, y Piwi permanecía en el lomo de Luigi. Castiel había elegido nadar y correr, al igual que los lobos. Pensé que el elfo se cansaría, pero había se había valido de sus habilidades para mantener el nivel de los licántropos. Había sido una visión agradable.

Pronto, ante nuestros ojos, se presentó el enorme valle del que hablaba Lu. Su tribu no era más que vegetación y poblaciones extendidas de manera desencajada. Había lobos por todas partes y muros que se perdían en el horizonte.

De hecho, el lugar era mucho más grande de lo que imaginaba. Si no había contado mal, eran ocho asentamientos circundantes, todos muy bien distribuidos entre ellos y cercados. Mientras que, en el centro, se alzaba una majestuosa fogata, más grande que la que se hallaba en la reserva, donde un grupo de niños correteaba y jugaba. Muchos licántropos estaban fuera de sus asentamientos, conversando entre ellos y algunos trayendo animales muertos sobre sus hombros. Para la cena, deduje.

—Mi manada es la del fondo, la de murallas de piedra. Tenemos una cabaña muy grande para los invitados —dijo Lu y, aunque no me llevara muy bien con ella, estaba agradecida de escuchar a alguien hablar—. Estarán cómodos allí. Los dragones, como comprenderán, deben quedarse fuera de los asentamientos. Si quieren pueden rodearlos, no tenemos problema con ello. Siempre y cuando no incendien nada, por supuesto.

Puede estar tranquila, señorita, sabemos controlarnos —dijo Luigi con voz conciliadora, adelantándose a Alhaster.

—Eso espero —asintió la líder—. Instálense rápido, la cena será tan pronto se oculte el sol. Espero que a todos les guste la carne.

No me sorprendí al ver otra fogata, de un tamaño mucho más reducido a la anterior, en el medio de la manada, rodeada de muchas cabañas y alguna que otra casa hecha de ladrillos. Ingresé con mis amigos a la cabaña en la que nos quedaríamos, contenta al saber que al menos aquí no tendría que pedir hospedaje. Era muy acogedora, con varias habitaciones sencillas, separadas por puertas con apariencia rustica y destartalada, pero cómodas y amobladas con camas sencillas o dobles y algún objeto particular.

El hada compartió una con Haliee; Castiel se pidió una para él solo, llevando a Kira consigo; mi padre quedó con Piwi, y la última y más espaciosa me la dejaron a mí. Según Alhaster, las princesas necesitaban espacio para ellas y su ego. Por supuesto, no respondí a eso, sin intención de pisarme la cola.

—Me quedaré en la cabaña de Lu. Para ser claro, ya que nunca se los mencioné directamente, ella es mi hermana. Aunque creo que alguien ya se los había dicho —vi al hada agachar la cabeza avergonzada, como asumiendo la culpa—. Apúrense, el que no llega rápido se queda sin comida.

Había carne de todo tipo, sopa y varios tipos de fruta, en cantidades inhumanas, bebidas que mi padre me señaló como tradicionales y mucha, pero muchas piedras localizadas de manera dispar alrededor del fuego. Chicos y chicas cocían y servían las carnes sobre tablas de madera, para algunos, y en las manos o bocas para los que así preferían. Algunos licántropos permanecían en su forma animal, comiendo la carne cruda en el suelo, y otros se limitaban a esperar que les llegara el alimento, que parecía no escasear, contrario a la advertencia de Brennan.

Todo era delicioso y el clima entre los lobos era muy agradable. Había un aura de sumo respeto entre los licántropos; cuando uno hablaba para contar lo que había sucedido durante el día o tal vez para contar una anécdota del pasado, todos callaban y escuchaban con atención. Lu devoraba su trozo de carne, mientras Brennan miraba a hurtadillas a Cassie, sentada junto a mí.

Alguien hizo un chiste que provocó una carcajada en cadena, pero de repente el silencio nos cubrió. Las miradas se posaron detrás de mí y con lentitud me di la vuelta.

Un hombre alto, fornido y de cabello castaño largo, con ojos del mismo color, y piel morena, me observaba con detenimiento. Tenía una cicatriz que recorría su pómulo izquierdo y se detenía justo en su labio superior. No era atractivo, pero trasmitía un aire de superioridad tal, que su apariencia no era desagradable. Tragué mi último bocado con rapidez y me levanté esperando que hablara. El hombre me sacaba unos treinta o más centímetros de altura, por lo que, debido a la cercanía, tenía que mirarlo levantando el rostro.

—Tú debes de ser Ilora —dijo con voz gruesa, demasiado alta y formal, como para que generara respeto y, quizás, un poco de temor en quién la escuchara. Por lo que no me sorprendió sentir un leve escalofrío.

—Así es señor —respondí, sorprendida de que no hubiera balbuceado.

—Ilora, él es Raiquen. Uno de los hombres en quién más confío y al que espero te dirijas con respeto —explicó Lu, poniéndose de pie.

Los lobos a nuestro alrededor permanecían en silencio. Nadie se atrevía a interrumpirlos.

—Es un placer —hice una pequeña reverencia, tal como había hecho con los líderes.

—Espero poder decir lo mismo con el tiempo, princesa —respondió.

Sentí una bola helada danzar por garganta hasta llegar a mi estómago. El crepitar del fuego hacía que las llamas dibujaran su rostro y resaltaran su cicatriz, que ahora notaba parecía hecha por garras, dándole un aspecto más terrorífico del que ya tenía.

—Bien, Ilora de Normandia, la prueba que te ha sido encomendada para ganarte la confianza del reino licántropo es tan simple como convivir con los nuestros —afirmó Lu, ganando mi atención.

—¿Convivir? —pregunté luego de varios segundos de silencio absoluto. Viridiana estaba en lo correcto.

—Así es, deberás vivir con nosotros y como nosotros. A lo largo de tu estancia aprenderás un poco de cada oficio que tenemos y Lu, como el alfa, supervisará tus tareas —agregó Raiquen.

Omití mencionar lo que pensaba de la supervisión de Lu.

—¿Y cuánto tiempo durará la prueba? —pregunté.

—Eso depende de ti.

—¿De mí?

—La prueba no acabará hasta que tú no acabes con la prueba. Puede durar un día como puede durar un mes.

—¡Por favor, no! —exclamó Castiel, recibiendo un golpe de Cassie para callarlo.

—De manera oficial, tu prueba comenzará mañana. La fogata terminará por hoy, ha sido un largo día para los invitados y necesitan descansar. Sobre todo Ilora —dijo Lu y sus palabras fueron lo bastante fuertes para que todos empezaran a retirarse.

Todos, excepto Raiquen.

—Gracias por recibirnos —le dije al lobo, una vez que los ciudadanos, e incluso mis amigos y Lu, se dispersaron e ingresaron a sus respectivas viviendas.

—En realidad, no tienes que agradecerme, Ilora. Ha sido decisión de los líderes que vengas a esta manada, y es Lu quién está permitiendo tu estadía.

—Igual te agradezco el buen trato. Has sido uno de los pocos que no ha asumido que seré incapaz desde que llegué al reino.

—No somos todos iguales, Ilora —repuso, girándose para caminar e invitarme a que lo siguiera—. Para el resto de las criaturas, los lobos somos seres toscos y de poca habla, nada lejos de la verdad, si tengo que admitir, pero si demuestras que en verdad eres merecedora de nuestro respeto, verás que eso cambiará.

El tono conciliador en su voz, dejando atrás todo el aire superior, me hizo sentir con la suficiente confianza de hacer mi siguiente pregunta.

—¿Por qué no una prueba convencional? ¿Qué significa lo de vivir y ser uno de ustedes?

Raiquen se tomó su tiempo, mientras caminábamos. Decidí que era un buen hombre, no parecía estar ignorando mi pregunta, sino más bien eligiendo la respuesta correcta para mí.

—No es menos convencional, porque sí probaremos tus habilidades —dijo al fin y se adelantó para detenerse frente a mí y apoyar sus gruesas manos sobre mis hombros—. Pero todo lo que necesitas para superarlo es confianza.

Sonrió, como si aquello fuera la respuesta a mis problemas, y se despidió, indicándome que en la mañana estaría recibiendo mis primeras tareas como parte de la manada.

"Quien vive temeroso, nunca será libre", recordé el lema de los lobos, tal como Olivine me lo había mencionado, al apoyar la cabeza en la almohada esa noche.

***

No había soñado con nada esa noche. Esperaba ver a Akos y Alina una vez más. Sin embargo, solo una serie de colores claros inundaron mi mente. Hacía mucho tiempo que no soñaba con algo en especial, además de la noche anterior, por supuesto. Por lo que interprete las incesantes luces como algo bueno. Necesitaba creer eso.

Aún estaba adormilada cuando sentí algo frío y helado cubriendo la totalidad de mi cuerpo. Desperté de manera abrupta y me di cuenta de que lo que sentía era agua, haciendo que despertara de manera abrupta, sentándome en la cama.

—Ya amaneció, Su Majestad, no querrá hacer un desplante a sus súbditos —escuché la atronadora voz de Lu, hirviéndome la sangre.

—¡¿Qué es lo que te sucede?! ¿Era necesario? —me quejé, parpadeando para quitarme el agua de los ojos.

—Tus amigos intentaron despertarte repetidas veces y no lo lograron. Dijeron que estabas muy cansada y me pidieron que te permitiera descansar un poco más. Pero ¿adivina qué? ¡Yo no soy tu amiga! Aquí te levantas temprano o te vas. ¡Que no vuelva a pasar, princesa! ¡Recuerda que aún no tienes corona!

Lu salió de la cabaña furiosa. Responderle no había sido mi mejor opción, pero nada pudo evitar que las palabras solo brotaran de mis labios. De dónde vengo eso se llama "abuso de poder", pero si quería encajar con los licántropos y pasar mis pruebas, debía aceptar todos los desplantes de su líder.

"Sí, un panorama agradable", bufé para mí misma.

Me uní a una familia que iba de cacería, para aprender cómo conseguir mi propio alimento y no tener que depender de nadie. No obstante, olvidé considerar el hecho de que ellos podían transformarse en animales mucho más veloces y fuertes, y yo no. Por supuesto, los lobos habían tomado lo mejor y yo solo pude cazar una ardilla con ayuda de mis flechas.

Regresé llena de arañazos y cortaduras en los brazos, por correr entre los árboles, y con el pequeño trofeo peludo en mis manos. Cazar no era una opción para mí, así que taché esa labor de mi lista. Haliee me curó las heridas con esos raros ungüentos que llevaba consigo —una pócima sanadora, en sus palabras— mientras Castiel y Cassie, que cada vez se hacían más cercanos, se reían a mi costa.

Pude haber reído con ellos, hasta que oí una conocida risa engreída y un "No durará ni dos días". Lu me tomó del brazo herido, apareciendo en mi periferia junto a su hermano, haciéndome chillar, y me ordenó limpiar todos los restos de la fogata de la noche anterior, además de recoger la basura de las casas.

Quise decirle hasta del mal que se iba a morir, pero el suave asentimiento de Brennan me dijo que obedecer era lo mejor. En consecuencia, pasé toda la tarde recogiendo leña quemada, restos de comida que habían sobrado y demás porquerías que habían quedado rodeando la fogata, apagada hacía muchas horas. Luego barrí las cenizas y hojas que volaban de los árboles.

Cuando terminé esa tarea, que me llevó más de lo que esperaba, Lu apareció para examinar mi trabajo. No dijo nada, solo hizo una mueca de aceptación y se marchó.

Si lanzarme al río en busca del pantalón de Dakoda había sido horrendo, tocar puerta por puerta con una caja para recoger la basura de cada familia fue mucho peor. Algunos me miraron con pena, viendo mi rostro manchado por el carbón de la fogata y mi pelo enmarañado; otros intentaron no reírse muy fuerte. Las bolsas eran de tela gruesa, no de plástico como en la Tierra. Debía vaciarlas en una enorme pila y luego devolverlas a cada familia. Cenicienta seguía siendo la mejor referencia que encontraba a mi situación.

Durante todo el proceso, sentí la mirada de Lu. Así que, al terminar, fue muy fácil llegar con ella a reportarme.

—Listo, Lu, he acabado. ¿Está todo bien? —pregunté.

Ella sonrió y respondió con un monosílabo que derrumbó todas mis esperanzas.

—No.

—¿Cómo qué no? Mira a tu alrededor, dejé todo impecable. De seguro nunca estuvo tan limpio.

—Tal vez.

—¿Entonces cómo puede estar mal?

—Está mal y punto. Mañana lo harás de nuevo.

Sonreía como si guardara el secreto más importante del universo y yo fuera una idiota por no descubrir cuál era. Me senté, rendida, a comer en la fogata lo que había cazado, pero tuve que pedirle ayuda a Brennan para asarlo, porque mis brazos estaban muy adoloridos para sostener la ardilla sobre el fuego.

—Es duro ser un licántropo, ¿no? —preguntó divertido.

—No digas nada, por favor —dejé ir un suspiro.

—Ilora, mañana debes limpiar los baños. Ya sabes, comemos muy bien aquí —comunicó Lu, acercándose a mí cuando todos hablaban animados.

Fue un golpe lo bastante fuerte para todo mi apetito se esfumara y abandonara la comida, antes de retirarme a dormir.

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