Tú, yo, anarquía

By ignacioescritor

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Darío está decidido a conseguir justicia para su novio Joel, sin imaginar que, en su lucha, encontrará un ali... More

DEDICATORIA
ANTES DE COMENZAR
EPÍGRAFE
SOLO ESO
1. TÚ
2. YO
3. ANARQUÍA
4. TÚ
5. YO
6. ANARQUÍA
7. TÚ
8. YO
9. ANARQUÍA
10. TÚ
11. YO
12. ANARQUÍA
13. TÚ
14. YO
15. ANARQUÍA
16. TÚ
17. YO
18. ANARQUÍA
19. TÚ
20. YO
21. ANARQUÍA
22. TÚ
23. YO
24. ANARQUÍA
25. TÚ
26. ANARQUÍA
27. TÚ
28. ANARQUÍA
29. TÚ
30. ANARQUÍA
32. ANARQUÍA
33. TÚ
34. ANARQUÍA
35. TÚ
36. ANARQUÍA
37. TÚ
38. ANARQUÍA
39. TÚ
40. ANARQUÍA
41. TÚ
42. YO
43. ANARQUÍA
44. YO
45. ANARQUÍA
46. TÚ
47. YO
48. ANARQUÍA
EPÍLOGO: TÚ
AGRADECIMIENTOS
Capítulo especial: Yo

31. TÚ

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By ignacioescritor


¿Recuerdas que siempre me dijiste que si hubieses sido heterosexual te habría encantado ser mi cuñado?

«Sarah es el tipo de chica del que me enamoraría», comentaste con una sonrisa en la celebración del vigésimo cumpleaños de mi hermana, aquella noche mi hermana lucía radiante, y esta noche no es la excepción.

Estoy en la barra de "La Taberna 2000", Gonzalo ya ha entrado a trabajar y sirve cervezas y caballitos de tequila por aquí y por allá, el bar comienza a llenarse y, a ratos, Gonzalo se sienta frente a mí y me acompaña con una botella de agua mineral mientras yo bebo cerveza. «Estoy trabajando, amigo, para que veas que sí soy responsable». En uno de esos espacios que Gonzalo puede permitirse para acompañarme, lo veo sonreír de oreja a oreja: una sonrisa pícara, un gesto de admiración, los ojos llenos de brillo que miran hacia la entrada del bar. Me giro para confirmar mis sospechas.

Sarah ha llegado al bar, lleva puesto un vestido negro que nunca antes le había visto, ceñido al cuerpo y con un escote en "v" que hace lucir el collar de plata sujeto a su cuello, su cabello está recogido en una cola alta y lleva unos botines de tacón alto que alargan sus piernas.

Ahora entiendo a qué te referías aquella vez, Joel, y es que es imposible no mirarla, y no es la ropa, no es el peinado, no es el maquillaje: es su esencia, es la seguridad que desprende, es su sonrisa radiante con la que busca con discreción. Y pensar que en el pasado Sarah estuvo llena de demonios que destruyeron la confianza en sí misma con la que ahora ha entrado al bar, que borraron su sonrisa, que la hicieron llorar frente al espejo.

Alzo mi mano y la agito para que mi hermana pueda verme, lo hace y su sonrisa se amplía para mí. Sarah comienza a abrirse espacio entre la gente para poder llegar a la barra, cuando al fin está a mi lado me da un beso en la mejilla y me abraza. Gonzalo no ha dejado de mirarla con esa fascinación de saberse el chico al que mi hermana ama, aunque también noto algo de nerviosismo en él.

—¿Puede servirme una cerveza, joven? —le pide mi hermana a Gonzalo y le sonríe. Ella se sienta a mi lado y se extiende sobre la barra para darle a Gonzalo un discreto beso en los labios, él se va por la cerveza que le ha pedido.

—¡Qué bueno que hayas venido! —le grito a la oreja para que mi voz se escuche por encima del ruido y la algarabía.

—Me apetecía venir. —Mueve sus hombros al ritmo de la música y no deja de sonreír.

De pronto vuelvo a sentir revoluciones en mi cuerpo, Joel: una extraña plenitud invade mi pecho, estoy feliz porque tengo a mi hermana frente a mí, con una sonrisa radiante en su rostro, con sus manos sujetas a las mías para hacer que me mueva al ritmo de la música junto con ella, porque esta es la culminación de un día que fue increíble de forma extraña a partir de que salí de esa cafetería y Gonzalo me dejó conducir su moto. Pero luego el dolor vuelve porque tú no estás aquí conmigo, te han alejado de mí en el mejor momento de nuestras vidas y por más que lo intente no puedo aceptar que ya no estás.

Sarah nota que los demonios intentan lanzarme hacia el fondo del precipicio y se esfuerza porque no suceda, se pone de pie y me estira hacia la pista de baile, me mira y me implora sin decir palabra que le conceda este capricho. Yo la abrazo y sedo a su petición, bailo con mi hermana algo que creo es una bachata. Estoy de espaldas a la barra, pero noto que ella sonríe y le lanza un beso a alguien con la mano, debe ser Gonzalo. Lo confirmo cuando Sarah y el ritmo de la música me hacen girar, él nos está viendo desde la barra, tiene los codos apoyados en la madera y de vez en cuando le da un trago a su agua mineral; me sonríe y nuestras miradas se encuentran, recuerdo su mirada llorar horas atrás cuando visitamos a su madre, sin embargo, ahora, sus ojos brillan de una forma que no había visto antes, deja de sonreír pero no de mirarme, cuando se da cuenta de que estoy analizándolo como él lo hace conmigo, desvía la mirada y se va a atender a un par de clientes que acaban de llegar a la barra.

La música y Sarah vuelven a hacerme girar y ahora me encuentro con Iván, está en la entrada del bar, recargado en un poste y, desde ahí, nos ve bailar. Se da cuenta de que lo he descubierto y me sonríe; en un principio no correspondo a su sonrisa porque negar que su presencia en mi vida sigue siendo un conflicto sería hipócrita, pero luego recuerdo nuestro pacto de esta tarde de, poco a poco, intentar limar nuestras asperezas por el bien común de hacerte justicia, así que, le sonrío con discreción, mucha discreción. Entiéndeme, Joel, estar bien con el chico que besó a mi novio no una, sino tres veces, no es fácil. Sí, amor, ahora sé la historia que hubo entre tú y él, solo fueron necesarios cuarenta minutos, un frappé y algo de paciencia.


La tarde en la que impediste que despidieran a Iván de su empleo, te sentaste en el área del jardín de la cafetería en la que él trabaja, pediste un frappé y después otro y, ahí, mataste todo tu tiempo mientras te dedicabas a pensar en soledad. Esa fue la semana en la que te enteraste que tu padre había muerto, recuerdo que pase dos días enteros llorando a tu lado cuando Marina te dio la mala noticia: el hombre que te trajo al mundo se suicidó una mañana de febrero, nunca te llevaste bien con él, estuvo tres años de tu vida contigo, luego de varias discusiones con tu madre se fue con otra mujer con la que había formado una nueva familia. Después de que tu padre se marchara de sus vidas, volviste a verlo cinco veces más en catorce años, la quinta fue en su ataúd.

Un par de meses después de que nos hicimos novios, me contaste que tu padre siempre tuvo problemas con el alcohol, ese fue el principal motivo por el que la relación entre tus padres terminó. De las cinco veces que volviste a verlo, dos de ellas estaba borracho y te lastimó al punto de que te negaste a volver a verlo, hasta que un día investigó tu dirección en Guadalajara y se presentó ante ti de imprevisto, estaba sobrio y quería tu perdón, te dijo que estaba en rehabilitación y algo en ti conectó con él y con su arrepentimiento y lo perdonaste, no me sorprendí de tu decisión cuando al día siguiente me lo contaste, así eras tú.

A partir de ese día mantuviste contacto casi a diario con él a través de llamadas y mensajes, volviste a verlo en tu cumpleaños dieciséis, y ese fue el día en el que yo lo conocí. Tu relación con él había avanzado en todos los aspectos, y eso te dio la confianza para presentarme ante tu padre como lo que era, tu novio. Su silencio por más de cinco minutos cuando se lo dijiste nos asustó a ambos, ¿lo recuerdas? Yo tengo bastante presente cómo agachaste la mirada y apretaste mi mano. Tu padre fue sincero y dijo que era algo que no lograba entender, que le tomaría algo de tiempo comprenderlo, pero que estaba dispuesto a entender tus sentimientos, creo que fue una buena respuesta.

Esa tarde te vi sonreír junto a tu padre, fue la primera vez que dijiste que querías ser un abogado, te vi explayarte con él, hablar de tus pasiones, de tus miedos y de tus sueños como pocas veces lo hacías en tu día a día y eso me hizo feliz también a mí. Nos despedimos de Javier, ese era su nombre, en la central camionera y, desde su asiento, nos dijo adiós con una sonrisa en el rostro. Nunca pensaste que sería la última imagen que tendrías de él y eso te destrozó; te recriminaste por no haber visto las señales, te sentiste culpable por no haberlo ayudado y te odiaste por haberlo odiado en el pasado. Fueron los días en los que te hiciste todavía más cercano con mi madre, ella te ayudó a entender que no eras responsable de las decisiones que tomaban los demás, que los sentimientos aversivos que tuviste hacia tu padre años atrás fueron el resultado de la actitud y malas acciones que él tuvo hacia ti. Mamá te hizo ver lo valiente y justo que fuiste al darle otra oportunidad y perdonarlo.

La muerte de tu padre te cambió de cierta forma, te hizo más comprensivo y cercano con las personas que te rodeaban, dejaste de guardártelo todo y fuiste más abierto, más libre. Tal vez eso fue lo que aquella tarde te llevó a defender a Iván y perdonarlo; cuando su turno terminó, ya casi de noche, él se sentó a tu lado y te dio las gracias por haberle ayudado, comenzaron a hablar de la escuela, de los profesores y de los compañeros. Iván me dijo que fuiste tú quien llevó el hilo de la conversación, que él estaba nervioso porque las rencillas entre ustedes eran fuertes, sin embargo, tú llevaste el diálogo hacia lo positivo, hacia las buenas anécdotas y te olvidaste de los rencores. En algún momento salió a tema la muerte de tu padre y eso fue lo que los terminó de unir, Iván había perdido un mes atrás a su abuelo, que había sido como su padre y, en su dolor compartido, pudieron entenderse.

Pasadas las once de la noche salieron de la cafetería y tomaron juntos el macrobús, ahí la conversación continuó. Esa noche fue la primera vez desde que se conocían que se enviaron un mensaje de Whatsapp, Iván te lo envió a ti para preguntarte si habías llegado con bien a tu casa, así comenzó su amistad. Hasta hace unas horas, no podía dejar de preguntarme por qué nunca me contaste nada, por qué te lo guardaste para ti, luego de que platique con Iván, pude entenderlo mejor: sabías a la perfección lo que era descubrirse y el miedo que representaba ser uno mismo en libertad, por supuesto que ibas a ser el mejor confidente, y de corazón te digo que me alegro de que Iván te haya encontrado.

En la escuela ambos siguieron distantes y ajenos, pero fuera de ese entorno se volvieron muy buenos amigos, se veían todos los miércoles en la cafetería, luego Iván comenzó a frecuentar tu casa y tú la de él. La primera vez que te besó fue en su cumpleaños diecisiete, juntos fueron al cine para celebrar, y la forma en la que te mostraste ante Iván, tan libre, tan genuino, tan comprensivo, tan tú, había calado muy fuerte en él; siempre algo de ti le gustó, así me lo confesó, no obstante, los celos que despertaste en él cuando nosotros dos éramos los amigos y tú llegaste y revolucionaste todo, la forma en la que él se rechazaba a sí mismo y la aversión que representó el sentirse atraído por ti, lo llevó a ser el pendejo que fue hasta que te conoció de verdad y lo ayudaste a conocerse y aceptarse.

En aquel primer beso que te dio tú te quedaste petrificado, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, esa ambigüedad motivó a Iván a intentarlo una vez más, pero entonces pudiste reaccionar, lo apartaste de ti y te fuiste. No voy a ser un hipócrita, Joel, no puedo negar que el hecho de que te haya besado en el cine, tal y como fue nuestro primer beso, me molesta demasiado, es como si nos hubiese robado algo que era completamente nuestro, solo me reconforta, sí, lo siento, tengo que recurrir al reconforte, que tú hayas huido y lo hayas dejado solo. Esto no me lo dijo Iván, tampoco puedes decírmelo tú, pero sé que en ese momento mi imagen se incrustó en tu mente, que recordaste mis labios y mi forma de besar, que te sentiste de la chingada porque me amabas y sé que nunca lo dudaste.

Lo último lo sé porque cada día tus acciones me lo demostraron. Iván volvió a buscarte para disculparse contigo y tú le regalaste tu sinceridad, le dijiste que lo único que podías ofrecerle era tu amistad, que me amabas y que jamás podrías traicionarme. Él lo aceptó y volvieron a ser amigos, la amistad entre ustedes se solidificó aún más cuando los puntos estuvieron bien claros.

La segunda vez que se besaron, fuiste tú quien lo besó, y, ¡joder! Lo entiendo. Iván acaba de confesarse ante su madre como bisexual y, es lamentable, pero no todos pueden tener el privilegio que tú y yo tuvimos: ser respaldados por esa seguridad de saberte amado y aceptado por tu familia. La madre de Iván reaccionó de la peor forma que una madre puede reaccionar, lo mismo su abuela y sus hermanos y sus tíos; Iván solo se lo contó a su madre, pero ella no respetó esa confianza y se lo dijo al resto con la excusa de que la ayudaran con él, sin embargo solo se encargaron de lastimarlo con sus palabras. Iván te llamo esa noche y, roto por completo, te contó lo que había sucedido, entonces, tú viste los fantasmas del Iván del pasado, lo escuchaste recriminarse y odiarse por ser quien es, ¡y lo besaste! Esa fue tu forma de revolucionarlo, de hacerle sentir que era válido y amado, así luchaste contra sus demonios y lo entiendo, Joel, juro que lo entiendo.

Del tercer beso me cuesta hablar, fue Iván quien te lo dio; dos semanas antes de tu muerte junto sus labios con los tuyos porque, a pesar de que tú solo le ofreciste tu amistad y él aceptó que sería lo único que podría obtener de ti, hoy me confesó que nunca dejó de amarte, y lo que te hicieron le causo demasiado dolor, también a él te arrebataron de su vida, perdió a la única persona que pudo entenderlo, a quien se convirtió en su mejor amigo, el tercer beso que te dio fue su despedida y su agradecimiento.


Sarah y yo seguimos bailando, mi hermana no para de sonreír, se está divirtiendo y eso me hace sentir bien, hace tiempo que no la veía tan radiante. Esta noche el bar está lleno, Gonzalo no deja de atender clientes en la barra, de vez en cuando descubro las miradas que lanza hacia la pista de baile para observarnos. Paulina y Camilo llegan al bar y se sientan en una mesa cerca de la pista, duran poco así porque, en cuanto los reconoce, Sarah se acerca a ellos y los invita a pararse a bailar. Iván sigue recargado en el poste mientras observa en soledad, entonces, hago lo que mis instintos me dicen, lo que creo es correcto: me dirijo hacia él, lo tomo de la mano y lo llevo a la pista de baile para que se nos una; en un principio duda, pero cuando mi hermana lo toma de las manos, se deja llevar y demuestra que bailar es una de sus cualidades.

Entre bailes, risas y tragos nos dan las tres de la madrugada y la hora de cierre del bar, las luces se prenden y la música se apaga. Gonzalo limpia y recoge y sonríe, tiene la sonrisa más bella y genuina que le haya visto desde que lo conozco. Camilo paga la cuenta de todo lo consumido y se niega rotundamente a que apoquinemos algo. Salimos del bar y Gonzalo se nos une afuera, los seis somos conscientes de que tenemos una conversación pendiente.

—¿Y tú carro? —me pregunta Sarah.

—Se quedó encerrado en estacionamiento de la universidad —le respondo, avergonzado.

—Pero el Chango ya habló con el guardia para que lo cuide bien —completa Gonzalo.

Todos sabemos al lugar al que debemos ir porque queremos sentirte con nosotros.

—Maneja mi carro, Darío, y llévate a Iván, que yo quiero estrenar la moto de mi novio —dice Sarah y sonríe mientras mira a Gonzalo.

Así lo hacemos: Iván y yo nos vamos en el carro de mi hermana, Sarah y Gonzalo en la moto, y Paulina y Camilo en el carro que él conduce. Llegamos al mirador y el ambiente denota que es una madrugada de sábado, hay varios carros esparcidos por todo el lugar. Nos alejamos lo más posible, nos sentamos en círculo en el césped y aluzamos nuestros rostros con las linternas de nuestros celulares.

—¿Leyeron la investigación? —pregunta Paulina.

Gonzalo asiente mientras prende un cigarro y voltea verme con complicidad, solo él y yo sabemos lo que hicimos esta tarde, y ese será nuestro secreto.

—Turbio, ¿verdad? —vuelve a preguntar Paulina.

—Turbiamente jugoso —dice Gonzalo.

—¿Tu periódico te dejara publicar algo así? —cuestiono yo.

—Lo harán, admito que tengo algo de miedo, sin embargo, eso nunca me ha detenido, he aprendido a vencerlo —contesta paulina y me sonríe, supongo que para darme tranquilidad.

—A veces me dan miedo —dice Camilo.

—Por dos —dice Sarah—. No dejaré que hagan nada hasta que yo lea esa investigación

—Iván también tiene mucho que contarnos —afirma Gonzalo.

Iván asiente y luego dice:

—El señor Carrasco suele frecuentar bastante el café en el que trabajo y he oído cosas. Chicos, esto es serio, muy serio.

—Lo sabemos —expresa Gonzalo y juega con el humo del cigarro—: cinco de los aquí presentes fuimos golpeados por la policía en la marcha pasada y terminamos presos. Pero yo estoy sinceramente cansado, ¡joder! Llegaré hasta las últimas consecuencias.

—Llegaré hasta las últimas consecuencias también —afirmo.

La conversación avanza hasta casi el amanecer, lo seis cocinamos la que será la tercera marcha por ti, de muchas que están por venir. Paulina y Camila se van y se ofrecen a llevar a Iván. Mi hermana, Gonzalo y yo nos quedamos, él se tira en el césped, exhausto, mi hermana utiliza a su novio como almohada y me estira con su brazo para que yo haga lo mismo.

Ahí permanecemos los tres, entrelazados de una forma extraña, esperando a que llegue el amanecer.

Gonzalo y Sarah se quedan dormidos y yo pierdo mi mirada en una estrella que se resiste a irse.

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