Tú, yo, anarquía

By ignacioescritor

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Darío está decidido a conseguir justicia para su novio Joel, sin imaginar que, en su lucha, encontrará un ali... More

DEDICATORIA
ANTES DE COMENZAR
EPÍGRAFE
SOLO ESO
1. TÚ
2. YO
3. ANARQUÍA
4. TÚ
5. YO
6. ANARQUÍA
7. TÚ
8. YO
9. ANARQUÍA
10. TÚ
11. YO
12. ANARQUÍA
13. TÚ
14. YO
16. TÚ
17. YO
18. ANARQUÍA
19. TÚ
20. YO
21. ANARQUÍA
22. TÚ
23. YO
24. ANARQUÍA
25. TÚ
26. ANARQUÍA
27. TÚ
28. ANARQUÍA
29. TÚ
30. ANARQUÍA
31. TÚ
32. ANARQUÍA
33. TÚ
34. ANARQUÍA
35. TÚ
36. ANARQUÍA
37. TÚ
38. ANARQUÍA
39. TÚ
40. ANARQUÍA
41. TÚ
42. YO
43. ANARQUÍA
44. YO
45. ANARQUÍA
46. TÚ
47. YO
48. ANARQUÍA
EPÍLOGO: TÚ
AGRADECIMIENTOS
Capítulo especial: Yo

15. ANARQUÍA

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By ignacioescritor


Es tarde.

Quince minutos tarde.

Ramiro llegará tarde a su primera cita con ella. Se quedó dormido más de la cuenta y el tráfico no ayuda, ha quedado atascado en medio de una manifestación, va muy atrasado y no tiene idea de dónde está la cafetería, él no es de los que suele ir a las cafeterías, no puede recordar la última vez que fue a sentarse para hablar mientras bebía café, hubiese preferido un bar, pero el café en plena tarde es la cita obvia cuando te verás por primera vez con un desconocido.

Hace calor, un calor irritante e intempestivo «malditas convenciones y maldito sea a quien se le ocurrió el café como sinónimo de una primera cita», piensa Ramiro, se muere por tomar una cerveza fría y, sin embargo, él mismo se adapta a las convenciones que maldice, es consiente que el haber invitado a Sofía a un bar la primera vez que se verían, hubiese sido demasiado.

Encuentra la cafetería en la calle Independencia, las mesas en la calle están llenas, pero no hay a ninguna chica sola, entra al local y ahí solo ve mesas ocupadas por señores de traje, el lugar es rustico, lleno de cuadros y estatuas que parecen ser de cobre, es un local grande, no hay rastro de Sofía. Ramiro camina hacia el fondo, se da cuenta que en la parte trasera hay un jardín, es el área de fumadores, avanza un par de metros y entonces la ve, sabe que es ella: está sentada y tiene ya un café en la mesa, fuma con una tranquilidad conciliadora que él envidia. En persona su cabello castaño y su piel morena lucen todavía más lindos que en fotografía. Él se acerca despacio, analiza qué palabra decir o cómo saludarla. Se para justo enfrente de donde está sentada, ella alza la vista y por primera vez él puede apreciar sus ojos cafés como su piel, armoniosos como todo en ella, Sofía sonríe con discreción.

—¿Sofía? —pregunta él solo para decir algo, sabe a la perfección que es ella.

La sonrisa en el rostro de la chica se amplía. De inmediato se pone de pie para saludarlo, él rodea la mesa para que ella no tenga que avanzar, curva sus labios en esa sonrisa chueca que él mismo sabe es de sus mayores atractivos, extiende su mano con cortesía y deja que sea ella quien decida la fuerza y el tiempo del apretón de manos. Un par de segundos después, Ramiro le da un beso en la mejilla.

—Disculpa la tardanza —dice Ramiro mientras se sienta—, el tráfico no ayudó, había una manifestación y quedé atascado.

—No te preocupes. —Sofía apaga su cigarro en el cenicero y vuelve a sonreír—. Entiendo, esta ciudad es un caos. ¿De qué era la manifestación?

Ramiro se remueve en su asiento, siempre le ha ido bien con las chicas, no logra entender su nerviosismo, no puso atención a los manifestantes y no quiere quedar como un despistado, hace memoria y recuerda la enorme manta que decía en letras rojas: "CNTE", une los hilos y dice:

—Maestros, era una marcha de maestros.

—Ah, esa marcha —dice Sofía y asiente—. Entonces mis padres son en parte culpables de que hayas llegado tarde.

—¿Tus padres? —pregunta Ramiro con sorpresa en su voz

—Sí, son maestros y están en esa marcha, exigen el pago de quinquenios.

Ramiro vuelve a asentir, sabe que tiene que decir algo, pero no sabe qué. El mesero llega y lo salva de quedar como un tonto.

—¿Están listos para ordenar? —les pregunta con amabilidad, la pluma en la mano y una sonrisa.

—Yo estoy bien con este café todavía —dice Sofía.

—¿Y usted, caballero? —lo cuestiona el mesero.

Algo extraño sucede cuando Ramiro alza la mirada y se encuentra con los ojos del mesero, es joven, tendrá entre diecisiete y dieciocho años, la sonrisa se le borra del rostro y su mirada se endurece, la pluma se le cae al suelo.

—Perdón —se disculpa el muchacho—. ¿Va a ordenar? —pregunta otra vez, pero en un tono más frío y tajante.

—El mismo café que ella —responde Ramiro porque no le puso la suficiente atención a la carta y no sabe ni qué pedir.

Ramiro vuelve a dirigir su atención a Sofía y se encuentra de nuevo con su sonrisa.

—Bueno, Ramiro. Qué gusto me da conocerte, en nuestras conversaciones por chat me pareciste un chico muy agradable —dice ella y luego le toma a su café con una serenidad que Ramiro sigue envidiando.

No obstante, la simpatía y amabilidad de Sofía hacen que Ramiro se relaje, él respira con discreción y suelta la sonrisa más genuina en todo el día.

—También me pareces una chica muy agradable, solo que estoy algo nervioso, perdóname —se sincera Ramiro con ella.

—Bueno, eso me halaga, no pensé que fuera tan imponente, pero no te preocupes que no muerdo —expresa Sofía, le giñe el ojo y sacude sus manos para hacerle saber que bromea.

Ambos se carcajean, Ramiro relaja la espalda y se recarga un poco en la silla. El mesero vuelve con su café, pregunta si necesitan algo más en tono serio, ellos responden que no y el mesero se retira, sin embargo, Ramiro siente que el mesero le clava la vista de una forma extraña, voltea a verlo, para su sorpresa, el chico le sostiene la mirada hasta que vuelve a entrar al local.

—¿Y cómo van las cosas con tu mamá? —pregunta Sofía, él recuerda que fue de lo último que hablaron por mensajes, ella solo está retomando la conversación en persona.

—Un poco más calmadas —responde él, se lleva la taza de café a la boca, está tan caliente y amargo que casi lo escupe, se contiene y lo pasa de forma lenta por su garganta—. He decidido darle por su lado para que deje de molestarme.

—No sé si eso sea bueno o malo, quizá sería mejor que fueras directo con ella y le dijeras las cosas como son. ¿Te molesta si prendo otro cigarro?

—En absoluto, adelante —le responde él y ve a Sofía sonreír una vez más, entre el humo que sale por su boca—. Hay guerras que no vale la pena luchar —dice para retomar la conversación.

—Mmm... entiendo el trasfondo de la frase, entiendo que alude a la tranquilidad mental, pero... mmm, no creo que estudiar una carrera que no te gusta te dé mucha de esa tranquilidad, la prueba está en la cantidad de materias que debes.

Ramiro sonríe y medio se carcajea, ama la lo directa que Sofía es, nunca había conocido una chica tan segura de sí misma, la curiosidad de descubrir cuáles serán sus flaquezas, lo motiva.

—Bueno, poco tengo que decir ante eso —expresa él, luego toma un largo trago de café, piensa que entre más pronto se lo termine será mejor—, pero en mi defensa diré que la administración de empresas me funciona muy bien para mis planes a futuro.

—Si hubieras elegido la carrera de tu preferencia, ¿cuál hubiese sido? —inquiere ella tras darle una larga calada al cigarrillo.

—Música —responde Ramiro de inmediato.

—¿Qué instrumentos tocas?

—La batería y la guitarra, bueno, los tocaba antes, ahora no mucho. De puberto tenía una banda y toda la cosa y soñaba con que seríamos famosos... ya sabes, sueños de pendejo.

—Yo todavía sueño que podré vivir de las letras, lo pendeja nunca se me quitó.

Sofía suelta la carcajada más sonora en lo que han hablado, Ramiro no se ríe, piensa que ha metido la pata y se regaña a sí mismo.

—Perdón, no quise...

—No te disculpes, no has dicho ninguna mentira y yo asumo mi realidad.

—Pero no tengo duda de que serás una gran escritora.

—Estudiar letras te hace un buen lector, no un buen escritor, pero lo académico de las letras me apasiona mucho, así que estoy bien. Lo de escribir no lo descarto, pero necesito trabajar en mi autoestima.

Ramiro asiente, sonríe tímido y termina el resto del café.

—Pero bueno, hablar de nuestras carreras y futuros puede ser aburrido y deprimente —continúa Sofía con la conversación—. Quiero conocer más de ti, de Ramiro, si no es mucha indiscreción, ¿por qué terminaste con tu novia?


Habían pasado dos días desde la última vez que Ramiro vio a Gaby, luego de lo que sucedió en el bar tuvo que insistirle dos días seguidos por llamadas y mensajes para que aceptara verlo. Al final ella accedió, se vieron en la casa de Toño, era ahí donde Ramiro pasaba la mayor parte del tiempo, incluso tenía su propia recamara en la casa de su primo. Esa noche en que volvió a verla, hicieron el amor, Gaby se quedó dormida en sus brazos y así pasaron toda la noche. A Ramiro le costaba ponerle nombre a lo que sentía por Gaby, llevaba años a su lado y la idea de perderla no le gustaba, pero con el tiempo, había llegado a la conclusión de que él no era hombre de una sola mujer, amaba a Gabriela, en verdad lo hacía, sin embargo, no podía luchar contra sus instintos, contra la forma extraña que latía su corazón cuando veía a otra chica guapa que le gustaba, contra esa extraña adrenalina que le producía estar con otras a escondidas y saberse deseado, no quería lastimar a Gaby, no obstante, su impulsividad siempre ganaba o quizá, él dejaba que ganase.

—Júrame que lucharás porque esto salga adelante, por mí, por nuestra relación, por todos los años que llevamos juntos, júramelo —le había dicho Gaby cuando se despertó en un momento durante la madrugada.

—Te lo juro —le susurró él al oído y la beso en la frente.

—¿Vas a venir conmigo y mis papás a Querétaro la próxima semana?

—Iré contigo adónde quieras, Gaby.

—Nuestro aniversario también se acerca, Ramiro.

—Lo sé y tengo planes para celebrarlo, será grandioso, amor, ya lo verás. Solo que hay cosas que deben cambiar en nuestra relación, he estado leyendo mucho en internet y varios estudios dicen que la sobreexposición en redes afecta las relaciones, debemos desintoxicarnos de redes, dejar de compartir a los demás tanto de lo nuestro y comenzarlo a vivir nosotros mismos.

Gaby se quedó en silencio reflexionando las palabras de Ramiro, él acarició su cabello y besó su frente mientras el silencio los dominaba a ambos.

—Sí, quizá tengas razón —dijo Gaby—: Vivirlo para nosotros y no para lo demás.

—Tengo que ir al baño —dijo él desprendiéndose de Gaby, busco sus bóxer en el suelo y se los puso para salir de la habitación.

Aquella madrugada la casa estaba sola, Toño había acompañado a su mamá a un viaje de negocios y, al parecer, su tío iría a visitar a los abuelos, por eso cuando escuchó ruidos en la planta baja de la casa le pareció de lo más extraño y decidió bajar, «pude ser la servidumbre, o ladrones», había pensado Ramiro. Bajó con discreción y se dio cuenta de que los ruidos venían de la habitación de sus tíos, vio que la puerta estaba entreabierta y se acercó, puedo oír mejor las voces. De puntillas, logró llegar a la puerta y se asomó un poco, dentro estaba su tío y discutía a susurros elevados con una mujer que, a la primera, no pudo reconocer porque estaba de espaldas. Su tío la tomaba con fuerza de las muñecas y ella intentaba zafarse. «Tú lo prometiste», escuchó decir Ramiro a la chica, era una mujer joven, «deja de hacer escándalo», dijo el tío de Ramiro, ya no en un susurro, sino en un grito contenido. La chica logró desprenderse del agarre y Ramiro corrió de puntas hacia el comedor y se agachó.

La luz de la habitación le permitió ver a ambos salir, la chica primero, su tío tras de ella. Ramiro se llevó las manos al rostro cuando reconoció a la mujer, era Ana Laura, la ex de Toño con quien había terminado unas semanas atrás. «Tú lo prometiste», volvió a decirle ella. «No vayas a hacer ninguna pendejada, se paciente, te conviene serlo, sabes que no es fácil», contestó el tío de Ramiro y padre de Toño mientras la chica salía por la puerta principal. La intuición de lo que pasaba entre Ana Laura y su tío dejó a Ramiro intranquilo, Toño era como su hermano, pero su tío no solo era su tío, era como un padre, y no quería traicionar a ninguno. Ramiro volvió a subir a la habitación luego de un tiempo cuando todo volvió a estar en total tranquilidad, lo hizo de puntillas, llegó hasta la cama y abrazó a Gaby por la espalda; recordó a Ana Laura hablando a su tío de una promesa y a Gaby haciéndole prometer a él que lucharía por ellos y lo que sentían, ya no pudo dormir en todo la noche.


—Es que ya no éramos compatibles —le responde Ramiro a Sofía, se ha atrevido a pedirle un cigarrillo para acompañarla y ahora ambos fuman—, peleábamos demasiado.

—Lo entiendo, es que cuando las cosas ya no funcionan, mejor darlas por terminado —dice Sofía y se toma el resto de café que hay en la taza.

—Fue lo mejor para ambos, pero y tú, Sofía, ¿quién fue el canijo que se atrevió a lastimarte?

—Es una historia muy larga.

—Quiero escucharla, para eso estamos aquí.

Sofía asiente y está a punto de comenzar a hablar, pero el celular de Ramiro suena y la interrumpe a media palabra, él se disculpa y atiende la llamada, se levanta de la silla y se aleja un par de pasos. Dos minutos dura la llamada, Ramiro vuelve a la mesa con una sonrisa, se sienta una vez más y se encuentra con los ojos de Sofía, le encanta su mirada, le encanta la forma tan desinhibida en la que sonríe, incluso le gusta más que la mirada y sonrisa de Gaby.

—Era mi primo —dice él—, hará una pequeña reunión esta noche en su casa y dice que le encantaría conocerte.

—¿Ir a la casa de alguien que acabo de conocer? No lo sé, recuerda que mi mamá me enseñó a cuidarme. ¿Puedo confiar en ti, Ramiro? —Ella lo mira de forma directa, no deja de sonreír, pero en sus ojos él puede ver la seriedad en su pregunta.

—Déjame demostrarte que soy digno de confianza —expresa él poniéndose de pie, le tiende la mano mientras con la otra hace la señal para pedir la cuenta. Ahora viene una mesera, del chico que los atendió antes no hay señales, o terminó su turno o no quiso volver.

—Solo si prometes que tocaras la guitarra y la batería para mí —responde ella, toma su mano y se pone de pie.

—Es un trato, me harás revivir viejas pasiones, eso me gusta. —La sonrisa en el rostro de Ramiro es genuina—. Vamos entonces.

—Antes tengo que hacer una llamada, permíteme.

Ramiro la ve alejarse algunos metros, la llamada de Sofía se alarga por más de tres minutos, cuando cuelga, la ve escribir algo en el teclado, luego regresa.

—Listo, vamos para allá entonces.

—Bien, mi carro está estacionado...

—No, no te preocupes, vengo en mi moto, voy tras de ti.

—¡Wow, te gustan las motos! Hay varias cosas de ti que tengo que descubrir.

—También te quiero descubrir, Ramiro —declara ella y sonríe. Ambos salen de la cafetería tomados de la mano.

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