El último uviem ✔ [Destinos 1]

By yosoyunodos

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Para salvar a su pueblo, Myra deberá descubrir lo que los dioses y las tenebrosas criaturas ocultan: la llave... More

Antes de leer
Mapas
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10:
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Epílogo
Segundo libro

Capítulo 48

92 18 1
By yosoyunodos

Cada uno de los dioses apareció en medio de la blancura. Ellos podían escuchar con claridad la voz melodiosa de Nian entonar la canción que los condenaba. Intentaron huir, temerosos, mas no lo consiguieron, el chico seguía bloqueándolos. Les daba pavor pensar en lo que Nian podía llegar a hacer por la furia que sentía. Sabían, porque lo habían sentido, que Zafira había caído en el sueño de la muerte y conocían al uviem lo suficiente para tener la certeza de que él no lo iba a dejar así. Nian haría lo que fuera necesario para traer a la diosa de regreso, por eso mismo estaban seguros de que el pelinegro no dudaría en asesinarlos a todos si le parecía conveniente.

El punto donde se encontraba Nian se llenó de un resplandor celeste, mientras que en donde estaban la mayoría de los dioses se tornó de un color cobre; el celeste representaba a las almas puras, el cobre a las que eran todo lo contrario. El poder en el aire aumentó, se volvió asfixiante, no obstante, el pelinegro siguió absorbiéndolo. En ningún momento dejó de cantar, la tonada se repetía una y otra vez en su cabeza y él la entonaba en un bucle infinito. Era el destino el que lo guiaba, el que le impedía detenerse.

El jaixz subió tanto que las almas dejaron de resplandecer y todo quedó sumido en el vacío, en el blanco. El viento desapareció y la sensación gélida reinó en el ambiente. El bosque y la antigua aldea permanecieron así por un minuto, luego, la intensidad del jaixz descendió y las almas volvieron a resplandecer hasta volver a ocultarse en el interior de sus portadores. Entonces los colores regresaron de a poco, al igual que el viento y la temperatura cálida del verano. Cuando la visión de todos regresó, descubrieron que Nian seguía flotando con sus ojos cerrados y que la barrera de la antigua aldea resplandecía con una luz tenue de tono celeste.

Poco a poco, el uviem comenzó a descender sin abrir sus ojos. Rubí sonrió, conforme, y aplaudió de forma muy lenta. El resto de las deidades se alejaron lo más que pudieron del chico, mientras que la diosa de la muerte solo se acercó más. Myra consiguió escapar de la aldea y se situó a unos pasos de su hijo, atónita. Era la ascensión más potente y larga que había visto en su vida, ni ella ni nadie había apreciado antes tanto jaixz en el ambiente, tanto poder acumulado para una sola persona.

—Lindo espectáculo —soltó con sorna la deidad.

Nian abrió sus ojos de forma lenta, se encontraban por completo negros. No se movió, solo analizó la posición de Rubí, el estado de sus defensas. Su rostro permaneció inescrutable, su pose era tensa, pero no rígida. Ni siquiera se molestó al ver la sonrisa petulante de la diosa de la muerte. Rubí creía que Nian estaba seco, ella había apreciado cientos de ascensiones antes y sabía que el poder disminuía por unos días luego de estas, casi hasta desaparecer, y creía que al uviem le estaba pasando lo mismo. Ella lo subestimaba, todavía no comprendía que Nian tenía un destino tan importante, con tanto peso, porque había nacido con un alma pura y un poder inimaginable.

—Rápido —masculló Reixle detrás de Myra.

Los raix se estaban acercando a ella con el cuerpo inconsciente de Rix. La princesa abrió los ojos con pánico al ver el estado deplorable del raix y corrió hacia él. Ella deseaba ver qué era lo que iba a suceder con su hijo y con Rubí, sin embargo, en ese momento debía concentrarse en el raix, en restaurar el vínculo y sanar todo el daño que le había causado. Se arrodilló a un lado del Rix y observó en busca de ayuda al monarca que lo había cargado.

—Tu mano —pidió el rey. No tenían mucho tiempo, con cada segundo que pasaba iba a ser más difícil lograr que Rix pudiera despertar, porque el vínculo había comenzado a consumir parte del alma del raix.

Myra la extendió hacia él con la palma hacia arriba. Uno de los raix que lo había acompañado le entregó a Ranx una daga de obsidiana. El rey no perdió tiempo, deslizó el filo sobre la piel de Myra y la sangre comenzó a brotar de la herida. Mantuvo el brazo de la princesa en alto y repitió el proceso con Rix, luego unió las manos ensangrentadas de ellos y activó su jaixz. Myra sintió un fuerte tirón en su pecho y su vista se nubló. Estuvo a punto de desmallarse cuando el jaixz escaso de su cuerpo se dividió entre ella y Rix. Y cuando creyó que no resistiría ni un segundo más el poder que la aplastaba, el monarca separó sus manos. Ella inhaló hondo, desesperada por un poco de oxígeno. No se había dado cuenta de que había dejado de respirar. De fondo podía escuchar cómo Rubí seguía intentando provocar a Nian que permanecía sereno. De esa forma pudo notar que el proceso que le había resultado eterno había durado no más de cinco segundos.

Rix se removió y sus ojos se abrieron un poco antes de que Myra se lanzara sobre él a abrazarlo.

—Lo siento tanto —musitó la princesa y el raix soltó un quejido por lo bajo. Por más que había despertado, su cuerpo y su mente parecían seguir sumidos en un limbo entre las pesadillas y la realidad.

—Myra... —fue lo único que pudo pronunciar.

Intentó moverse para devolverle el abrazo y no pudo. A la princesa no le importó, él ya había despertado y era lo único que necesitaba saber de momento. El raix se removió por debajo de ella e intentó ver hacia donde sentía que se encontraba Nian. Él notaba que el poder en el cuerpo del chico era demasiado alto y que este seguía acumulándose a su alrededor. No sabía lo que estaba sucediendo, no tenía idea de lo que planeaba hacer su hijo, pero temía que su cuerpo no lo soportara, después de todo, no importaba que tan fuerte fuera uno, todo cuerpo tenía un límite. Y Nian parecía estar muy cerca de él.

—Es una lástima que todo tu berrinche no te sirviera para despertar a Zafira —volvió a soltar con el mismo tono Rubí.

La mandíbula de Nian se tensó, el poder que lo rodeaba siguió aumentando. Estaba demasiado concentrado como para dejarse llevar por sus impulsos, sabía que debía seguir el plan que había trazado en su mente. Su cuerpo le dolía, estaba acumulando demasiado jaixz, era consciente de que eso podría matarlo, pero lo necesitaba si quería despertar a la diosa. Si él moría a Zafira no le sucedería nada, ella no tenía sangre raix, no dependía del vínculo en la misma medida que él. No le importaba cuál fuera su final siempre que Zafira despertara, siempre que la diosa siguiera con vida.

La barrera que impedía que el resto de los dioses huyera se desvaneció y ninguno pareció notarlo, todos estaban hipnotizados por el extraño enfrentamiento entre Nian y Rubí. Todos estaban tan distraídos que no se dieron cuenta de que la barrera que cubría la antigua aldea resplandecía cada vez más.

—Deberías irte mientras... —comenzó a decir la diosa de la muerte.

Las últimas palabras murieron en su garganta cuando el jaixz del uviem la rodeó con fuerza. Nian había atravesado sus barreras sin que ella lo notara, había utilizado sus habilidades como raix para hacerlo y ahora tenía a Rubí siendo aplastada por su jaixz. La diosa de la muerte intentaba hablar, pero el jaixz presionaba con tanta fuerza que le era imposible.

—Una muerte por una muerte, una vida por una vida, un cambio por un sacrificio —recitó Nian con los ojos sobre Zafia. Ella le había repetido ese lema en cientos de ocasiones, era el lema del destino, la frase que lo explicaba todo—. Eso es lo único que se necesita —agregó en un susurró.

No pudo ver a Rubí a los ojos, no se animaba. Así que envió su poder de forma instintiva, pudo sentir como le jaixz se apoderaba de la diosa.

Rubí se sacudió entre el poder, el suplicio se apoderó de su mirada. Su cabello rojo comenzó a volverse blanco y a caerse. De su boca, de sus ojos, de sus oídos y de su nariz comenzó a brotar un líquido violáceo, eran los restos de sus órganos que comenzaban a descomponerse. Su piel se volvió cada segundo más delgada, hasta que una corriente de viento comenzó a arrastrarla. Doce segundos después, todo lo que quedó de la diosa de la muerte fue un montículo de polvo violeta.

Al ver el final de Rubí, los dioses huyeron. Tan solo un segundo después de que Circón y Shein se fueran, la barrera de la aldea se desvaneció. Estalló en millones de partículas que se desparramaron por el lugar y cubrieron todo como si se tratara de la primera nevada invernal.

Mientras que todo eso sucedía, Nian cayó al suelo, incapaz de sostener su propio peso. Quedó tendido boca arriba con los ojos semiabiertos. El polvo blanco lo cubrió y le provocó una tos que no pudo controlar. No tenía fuerza, el jaixz lo había abandonado y había dejado el interior de su cuerpo destrozado. Sus ojos le pesaban y su mente no lograba formular un pensamiento claro. Escuchó unos pasos acercarse a él y pronto vio el rostro enrojecido y lleno de lágrimas de su madre. Myra sujetó su cabeza y soltó varias frases que él no pudo comprender. Sus parpados siguieron cayendo hasta quedarse completamente cerrados. Y un segundo antes de caer al vacío oscuro que lo rodeaba, la escuchó:

—Gracias, Nian —susurró Zafira en su oído y luego besó su frente.

N/a: No olviden leer el epílogo...

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