Capítulo 35

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Mía

Ya son más de tres días en los que evito a Alejandro, llego a la oficina, me oculto en el despacho de Renzo y después salía a escondidas. No estaba preparada para sus preguntas, su mirada acosadora y su, aunque muy tarde, disculpas. Simplemente no quería verlo, y después del abrazo que tuve con Renzo en el pasillo, no estaba segura de hacia dónde se inclinaban mis sentimientos, y menos, quería complicarlos con los que sentía por él.

Ahora estaba en la oficina con Renzo, él me estaba dando la espalda, mirando el gran ventanal que tenía adelante. Lo observo por unos minutos, luce sereno y calmado, sin ápice de preocupación o estrés, y eso que estábamos muy cerca de la fecha en que se abrirá el testamento de su abuelo.

Termino con unas anotaciones y me acerco a él. Solo doy unos pasos cuando Renzo voltea en mi dirección, robándole su calma.

-Lo siento, no quería molestarte. – me disculpo.

-No lo haces. – Aunque sonríe sé que mientes. – Dime que te pasa.

¿Qué qué me pasaba a mí? Muchas cosas que no podía controlar. ¿Qué qué le pasaba a él? Muchas cosas que debía de controlar. Dejando fuera la aparición de Alejandro, Renzo había estado ido últimamente, encerrado en su cabeza, y parece que lo único que lo traía a la realidad eran las noches interminables en las que pasábamos en la cama. A nosotros no nos única nada más que pasión y contratos, incluso el sexo era un acuerdo, sin embargo, me preocupaba por él, y me jodía no saber qué era lo que le molestaba. Pero yo también formaba parte vida, aunque sea por un papel, lo que sea que a él le afectara me afectaría a mí, y de cierta forma, esa conclusión cayó como balde de agua fría.

- ¿Por qué es tan distante últimamente? – pregunto mordiéndome el labio. - ¿Es que he hecho algo que te molestara? – digo pensando en que tal vez fue la charla en el pasillo lo que lo tiene así.

-Mía, no has hecho nada que me moleste, ni es porque tu ex novio que ahora trabaja con nosotros. – Al mencionar a Alejandro mi cuerpo da un pequeño salto, pero se por su mirada que no me miente, así que me relajo. – Solo estoy pensando en Mario y el testamento.

Claro, siempre era Mario la razón por la que él se molestaba, exaltaba, o dudaba de si mismo. Y eso, cuando entonaba esa nota de odio en su nombre, era cuando más me preguntaba cual era el secreto, o feo pasado, que los unía. Pero ese era mi límite, los secretos de Renzo.

-Todo saldrá bien, no hay de qué preocuparse. – prometí sin la menor duda de que así sería.

Conocía lo suficiente de Renzo como para saber que si quería algo no escaseaba en recursos para tenerlo en sus manos, y yo era uno de sus argumentos. No obstante, muchos lo tacharían de ambicioso, pero ese comentario distaba mucho de él.

-Lo sé, si te tengo a mi lado todo saldrá bien. – Sus palabras hicieron que mi corazón diera un salto, sin embargo, Renzo se refería a que lo acompañara como su esposa, como lo que pedía el testamento, y no como un apoyo fundamental en su vida.

Desvié su mirada y decidí adentrarme más en sus preocupaciones, en Mario.

- ¿Te preocupa que Mario saque la verdad en un instante?

-Lo hará, Mario lo sabrá cuando Lexur lea el testamento. – Renzo se movió en su sillón, incómodo por lo que sea que pasa por su cabeza. – De Lina no tengo que preocuparme, no le dará importancia la herencia, además, a ella nunca le faltara nada de mi parte, pero Mario es otra historia. Él enfurecerá, y alguien va a tener que pagar por su ira.

Toda esta farsa era únicamente para que Renzo tuviera su herencia, para que todo el legado Ferran no fuera a, de lo que según entendía, los negocios sucios de Mario. Y si su primo se enfurece porque supone que hicimos trampa, cosa que era la pura verdad, Renzo no tenía por qué soportar su ira y desenfreno. Nadie tenía que hacerlo.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now