Capítulo 32

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Renzo

Después de tanta insistencia, y uno que otro enrollo en la cama, accedí que Mía trabajara conmigo. No había una razón para mi negatividad, ni siquiera una excusa lo suficientemente buena como para decirle que no, así que no tuve otra opción más que aceptar, además, unas cuantas manos extra en el bufete no nos vendría de nada mal.

Llego a la misma hora de siempre a la oficina, saludo a Marta, mi secretaria, y me recuerda nuestra agenda de hoy.

-Buenos días Señor. Ferran. – dice mientras me entrega una taza de café.

-Buenos días Marta. – Bebo el café de un sorbo y se lo entrego de nuevo. – Hoy vendrá mi esposa a la oficina, ni bien llegue la hace pasar. ¿Tienes el caso que te pedí ayer?

Había ordenado un caso especialmente para Mía, como su rama era problemas familiares, un divorcio con dos hijos en medio le vendría bien para empezar.

-Sí, aquí lo tengo. – dice cogiendo una carpeta azul.

-Esta bien, gracias. - Marta deja la carpeta en mi escritorio. – Ya puedes retirarte.

Unos segundos después la puerta se abre y se cierra con un sonido silencioso.



Por cerca de una hora estoy metido entre papeles, documentos y notas de eventos a que asistir o desertar. Irme de luna de miel sí que desencadeno un leve caos en la oficina.

Tomaba un descanso cuando el intercomunicador sonó. Presiono el botón a responder.

-Dime, Marta. – Masajeo la sien para aliviar la tensión que siento en el cuerpo.

-El Señor. Mario está aquí. – Y de pronto, con un solo nombre, el cuerpo al que intentaba relajar se pone en alerta, como si un león pasara cerca de una manada de alces. Solo que en estos momentos no sabia quien interpretaba que papel. - ¿Quiere que lo deje pasar?

Aunque le dijera que no, sé que Mario de todas formas llegara hasta mi despacho. Así que decidió a evitarle un mal momento a Marta, mi disgusto al ver que pasan sobre mis ordenes y, tal vez, y era muy posible, evitar que mi primo y Mía se conozcan.

-Dile que pase. – digo a regañadientes.

Espero a que un fuerte sonido impacte mi puerta, y así lo hace Mario, entrando como a quien le van las normas.

Cuando lo veo, por primera vez después de años me alegra ver su rostro, tiene dos moretones debajo del pómulo. Quien sea que lo haya golpeado se llevaba mi admiración, y la razón por la que lo hayan golpeado, se lleva mis deseos de que se repita.

- ¡Felicidades, primito! – dice extendiendo los brazos. Me quedo en mi sillón, pasando de su invitación a abrazarlo, pasando de la idea de golpearlo para que haya concordancia en sus mejillas.

Mario baja lo brazos al ver que ni loco me acercaré a él, sin embargo, en vez de estar tristes por rechazarlo, muestra una gran sonrisa de oreja a oreja. Mi autocontrol empieza a desaparecer al adivinar los motivos de su bienvenida, quiere burlarse de mi matrimonio, pero lo que él no sabe es que yo seré quien ría después.

De cualquier forma, no dejo que mi ira por golpearlo interfiera en mis planes de despedirlo pronto, Mía no tardara de llegar.

-Si solo viniste para felicitarme, con una nota hubiera sido suficiente. – digo apretando la quijada. – Te puedes retirar, tengo mucho trabajo que hacer.

Bajo la cabeza a los papeles que hace solo minutos estaba estudiando, espero escuchar a que la puerta suene, pero esta no llega a hace ningún movimiento. Mario sigue adelante, con la sonrisa de oreja a oreja y su moretón en el rostro.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now