Capítulo 50

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Renzo

Ocho años atrás.

Alison y yo salimos a tomar desayuno afuera, en un cafetín al aire libre, aprovechando del sol y del poco tiempo que pasábamos juntos. Los exámenes nos tenían tan ocupados, que si no fuera porque recordaba que estaba en mi último año de carrera, lo dejaría todo botado por los suelos. Y ahora debía esforzarme más por ese título, cuando el contrato de compraventa, para el terreno donde construiría el bufete de abogados, estaba a una llamada.

Pero no tuvimos mucho tiempo para desayunar, no cuando estaba a diez minutos de campus universitario, y a quince minutos de mi examen de economía. Así que le di una última mordida a mi dona bañada con chocolate y me incliné para darle un beso en la mejilla a Alison.

-Te quiero, no vemos en la cena. – dije levantándome de la pequeña mesa y recogiendo mi mochila con libros.

-Adiós, y suerte. – La besé una vez más y me fui.

Caminé al estacionamiento que había una cuadra más abajo, y cuando llegué caí en la cuenta de que no llevaba el móvil conmigo. Se había quedado en la mesita del cafetín. Dude en regresar y recogerlo, ya que de seguro Alison lo encontraría y guardaría, pero esta tarde iba a recibir la llamada del agente inmobiliario, y debía responderle a tiempo sino perdería la oferta. Y quién sabe a qué hora volveré a ver Alison.

Así que giro sobre mis pies y deshago el camino.

Y cuando estaba a unas mesas atrás, en la intersección de una esquina, mis pies se detienen. Alison seguía en nuestra mesa, pero ahora quien ocupa mi asiento es Mario. Mis pies no se detuvieron por algún déficit muscular, o por alguna sorpresa de ver a mi primo después de meses, sino por la extraña forma de inclinar de Mario hacía Alison. Tan cerca que podían rozarse las manos. 

Mario toma uno de los cabellos rebeldes de Alison y lo coloca detrás de su oreja, es un gesto tan íntimo, que sacude mi pecho.

¿Qué estaba pasando frente a mis ojos? ¿Qué significaba ese gesto de Mario? ¿Qué significaba la sonrisa de Alison? Y aunque lo más sensato es ir y pedir respuesta, algo me dijo que me quedara allí, a unos metros de ellos, esperando por más.

Entonces Mario se inclinó en dirección al oído de Alison, le susurro algo que se me era imposible escuchar, y ella reaccionó levantándose de golpe. ¿Qué era lo que le había dicho Mario para que reaccionara de esa manera? Y, ¿por qué creía que esto iba a acabar muy mal?

Ahí, escondido, sin poder moverme, observo como Alison pide la cuenta y Mario se quedaba sentado, sin decir ni hacer nada. El camarero llega, y esta vez es Mario quien se levanta de golpe y paga la cuenta, anticipándose a Alison que lucha por sacar la billetera de su bolso.

Alison empieza a caminar hacia la acera, pero Mario la detiene del brazo, haciendo que sus rostros queden a centímetros. Lo duro de su facción me hacía querer llegar a ellos, jalar a Mario por el cuello, y llevarme lejos a Alison, sin embargo, cuando intento dar un paso, mis piernas no responde. Él se acercó y la besó en los labios, solo un pequeño roce, y ella retrocedió. Pero no se veía confundida ni molesta como esperaba que estuviera, sino que miraba a ambos lados de la acera como un delincuente que no busca ser descubierto. Que mal, la descubrí.

Alison le dice algo a Mario que le hace sonreír, y después, se va. En cambio, Mario espero a que ella desaparezca por la esquina opuesta a la que estaba, y cruza la pista directo a su auto. Y yo... Seguía en esa misma intersección, con la cabeza hecha vueltas, y con la misma resistencia a que mis piernas se muevan.

No era un sueño, porque, aunque me pellizcaba el brazo, aún seguía en esa esquina inmóvil. Tampoco era una ilusión, o cualquier cosa producto de mi imaginación, porque la gente pasaba a mi alrededor y me observaban preocupados. Por suerte ninguno se me acercó, y yo no hubiera sabido qué responder cuando me preguntaran si me encontraba bien.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now