Capítulo 7

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Mía

Salí del trabajo y me dispuse a ir a ver el departamento, cogí un taxi, llegué después de diez minutos. Me gustaba que hubiera poca distancia entre la empresa y casa.

La propietaria se llamaba Alejandra, se había casado hace unos meses y el departamento le sobraba. El inmueble estaba amoblado, un gran sillón amarillo en el centro de la sala, unos pasos atrás estaba la cocina y en los laterales las habitaciones y un baño compartido.

No era un espacio muy grande, pero si lo necesario para dos personas. El precio era justo y aceptable a mi billetera, además no tenía mucho tiempo para buscar algo más cómodo y a la vez barato. Le hice una oferta a Alejandra.

Llegamos a un buen acuerdo y no tardamos en firmar un contrato que ella ya traía consigo. Lo único que yo pagaba eran las prestaciones y el estacionamiento.

Cuando ya tenía las llaves en mano y estaba sola en mi nuevo hogar, me detuve a pensar en lo que quería hacer después, una visita a mi madre o ir al banco. Mire la hora en el móvil, era muy tarde para ir la entidad. El tiempo me alcanzaba para ir al hospital y luego contratar un camión para la mudanza.

El doctor me volvió a recordar la operación de mi madre y que el seguro muy pronto dejaría de cubrir los gastos médicos. Temblaba al pensar en el final, cerca y posible.

Preocupación, estrés, tensión, miedo y mucho más me revoloteaba en la cabeza. ¿Cuántas veces en la vida me habían recordado, con pocas palabras, que lo podía perder todo? La cuenta se daba por perdida.

En momentos difíciles, sabes con seguridad, de que están hechas las personas que te rodean. Y yo no tenía a nadie a mi lado. Las que una vez dijeron ser mis amigas ya no estaban, y la relación que mantuve por siete años ahora parecía nunca haber sucedido. ¿Cómo es que esas personas que te dijeron amar se fueran tan rápido? Que desaparecieran ante el mínimo destello de que estas por caer, o que simplemente te hayan abandonado entre sueños compartidos.

Entre a la sala de intensivos, observé a mi madre detrás del vidrio y hasta ahí solo pude avanzar porque no podía verla perder la vida de esa manera. Sin bien el doctor me dijo que no dolía lo que le inyectaban a mi si me afligía verla cada vez más delgada y pálida.

Tome aire cuando estaba lejos de lo que podría ser el ascenso de un futuro, que mi madre muriera. Respire profundo hasta que el pecho me dijo basta, hasta que las entrañas se estrujaran y la vista se me nublo. Y cuando este salió, se siento como emerger del agua, mi piel tocó de nuevo el frío aire del frío hospital.

Mientras caminaba hacia la salida sentía unos pasos detrás de los míos, una mirada que rodeaba a mi silueta y una extraña sensación de peligro. Me detuve y giré para que mis dudas sean despejadas, no había nadie siguiéndome, solo un hombre pegado a la pared con la vista entre una revista. La locura era lo último que faltaba para que mis problemas estén completos.

Seguí caminando, pero la sensación de que alguien estaba tras mis pasos no desaparece. Decidida a que, me estaban siguiendo, gire por una esquina y espere a que mi acosador me imite. Hubiera caído de bruces si no fuera porque mi sorpresa era mas grande, mi jefe, el que acababa de conocer, era mi asediador. ¿Qué hacía Axel del Valle siguiéndome?

Molesto porque lo haya descubierto soltó una palabrota.

- ¿Por qué me sigue? - exigí.

- ¡Mía! – demasiado tarde para una actuación patética- Que casualidad encontrarte aquí.

Su intento por tapar su mentira me saco una sonrisa, mas no olvidaba mi curiosidad por su acoso.

- Es muy malo fingiendo. – me acerqué unos pasos para ejercer presión- ¿Porque me sigue? – volví a preguntar.

Axel se movió de un lado a otro exasperado por buscar una respuesta, suspiró con fuerza, giró la cabeza y se aseguró que estuviéramos solos. ¿Qué se traía mi jefe entre manos?

- Tu madre está enferma. – dijo en un susurro.

Nada que él no supiera ya, yo misma se lo había dicho esta mañana, pero ¿a qué venía ese comentario ahora? Me concentré en lo que ocurría, que mi jefe me estaba siguiendo.

- ¿Porque me sigue? – endurecí el rostro - Y esta vez no evite la pregunta.

El silencio nos inunda por unos segundos, él se masajeó el puente de la nariz, indeciso por hablar, al final lo hizo.

- Digamos que... - inclinó la cabeza a mi altura- Tengo la solución a tus problemas.

¿La solución a mis problemas? ¿Cómo podría él saber de mis problemas? Sin embargo, su mirada reflejaba decisión, como una de esas personas que van por lo que quieren. Me asustaba.

- No sé a qué se refiere. – tartamudee.

- Tu madre necesita una operación y tú necesitas el dinero para pagarla.

¿Cómo sabía Axel lo de la operación? No se lo había dicho a nadie. Que él estuviera enterado de un tema que solo le concierne a mi familia, que se reduce a dos personas, significaba que ha estado fisgoneando con el personal que atendía a mi madre.

- ¿Cómo es que lo sabe? – que alguien más supiera por la difícil situación por la que vivo hacía que mi garganta se cerrara.

- Pregunte al doctor. – dijo tranquilo – Tengo a alguien que te puede ayudar, él te puede dar el dinero que necesitas, pero tendrás que firmas unos papeles y cumplir algunas cláusulas.

¿Qué? ¿Me estaba diciendo que un desconocido me ofrecía ayuda a cambio de hacer lo que él me diga? ¿Y qué papeles eran lo que iba a firmar si aceptaba su ayuda? Estaba perdida en nuestra conversación, solo unas palabras de él desataron cientos de preguntas. ¿Cuáles eran esas cláusulas? ¿Quién era el hombre del que me hablaba?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver que de verdad estaba considerando su propuesta.

- ¿De qué me está hablando? – rogué por una respuesta.

- Hablemos en un lugar más privado – dijo al ver que unas enfermeras pasaban por nuestro lado.

- ¿Porque no aquí? – lo rete.

Axel se irrito y me tomó del brazo llevándonos a una esquina del corredor, no me resistí por la esperanza de que pueda hablar con libertad si estamos a solas.

- Mejor no hablemos ahora- me susurro al oído- Tengo algunos asuntos que resolver antes de hacerte la propuesta.

-Necesita explicarse mejor para que pueda entenderlo. – dije molesta porque no dejaba de evitar mis preguntas.

- Mañana en mi oficina. -ni siquiera fue una pregunta, sino una orden. Axel me soltó y regreso por donde vino. Lo observe hasta que su silueta desapareció cuando doblo a otro pasadizo.

Axel se había ido, dejado miles de preguntas, y como si fuera a resolverlas por mi cuenta, una propuesta prometedora. ¿Qué clase de condiciones estarían escritas en ese contrato? Por un lado, quería convencerme que si cumplía esas cláusulas mi madre tendría la operación, y por el otro lado, que tenía un límite respecto a lo que era moral hacer. No aceptaría si se tratara de ser sumisa de algún hombre ni si tenía que robar y mucho menos si tendría que manchar mis manos de sangre.

Mañana mi jefe me revelaría la verdad del porque me estaba siguiendo, me diría que es lo que tiene ese dichoso contrato y esperaría por una respuesta. Se la daría. 

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora