Capítulo 73

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Renzo

Llevo dos meses yendo con un terapeuta.

El consultorio del Dr. Steve es neutro, sin ninguna señal de familiaridad ni ápice de su personalidad, un ambiente donde no hay más que concentrase en tus emociones. Funcionaba. Me funcionaba.

- ¿La extrañas? – preguntó mientras se sentaba detrás del escritorio y dejaba su taza de café a un lado.

Steve no lleva una capeta de notas como los demás terapeutas, cosa que me lucia de los más extraño, y cuando le pregunte el por qué, solo respondió que era porque sus pacientes se concentraban más en lo que escribía que expresarse. Tiene lógica.

- ¿A quién? – A veces me perdía en nuestras sesiones, como cuando saltábamos del pasado al presente, del presente al pasado, de Alison a Mía, sin embargo, creo que ese era su método, confundirme para sacarme de un jalón todo lo que llevaba dentro.

-A tu esposa, ¿la extrañas?

En cada sesión me sentaba mirando al gran ventanal, me gustaba ver al cielo, así estuviera nublado, soleado, lluvioso o gris, y hasta en alguna que otra ocasión, se afinaba a mi estado de ánimo.

¿Extrañaba a Mía? Sí, y estar lejos de ella es como caminar sobre carbón y espinas a fuego lento. Llegar a casa y no verla, incluso sabiendo que esta con Lina, protegida y a salvo, me desesperaba tanto como no tenerla a mi lado y seguir durmiendo en esa cama inhóspita y fría. Pero nuestra separación era necesaria, y lo entendí la primera vez que pisé esta oficina y lo liberé todo como una ola de mar, retumbante. El pasado, Alison y Mario, empezaban a hacerse más lejano.

-Sí. Ya es más de una semana desde que la vi por última vez.

Estábamos separados, en medio de una pausa necesaria, pero eso no significaba que no podía visitarla o cenar con ella y Lina en su sala. Permanecía con Mía al menos dos veces por semana durante las tardes, y cuando lo hacíamos, me gustaba admirarla y grabar cada detalle de su rostro y cuerpo para recordarla cuando estuviera a solas, en especial, su mirada, que de un día para otra estaba cargada de un brillo que aún no reconocía. Comíamos, dábamos un pequeño paseo por el jardín y hasta en una ocasión salimos al exterior, no en plan cita, sino como por un extraño antojo que tuvo al anochecer por comida china.

Mía también estuvo yendo a terapia, por el suicidio de Mario y estrés postraumático, pero supongo que, porque ella es más fuerte que yo, y sabe manejar mejor el dolor, solo le bastó con unas cuantas sesiones.

-Renzo, ¿sigues creyendo que el asesinato de Alison es tu culpa? – y de nuevo, otro salto del presente al pasado.

Suspiré, recordé a Alison con su cabello rubio y ojos azules, y de pronto, como un recuerdo fugaz, apareció Mario con un cojín en mano asfixiándola.

-No. – volteo en dirección de Steve. – No puedo culparme por algo que no hice, no puedo seguir creyendo que pude haber evitado que Alison muriera, pero, sobre todo, no puedo seguir pensando de esa forma, porqué si lo hiciera, me perdería mucho del presente y del futuro. A veces recuerdo a Alison, y es como una sacudida en el pecho, nunca podré olvidarla, ni sacarla del corazón, pero no dejar de amarla no significa que tengo que estar siempre encerrado en sus recuerdos como un bucle. Y después esta Mario, cuando escucho su nombre, o pasa fugaz por mi cabeza, me llana de ira, y es un sentimiento con el que lucho a diario. Quiero perdonarlo, en verdad que quiero hacerlo, pero creo que eso me tomara un poco de tiempo más.

Steve sonríe como si su equipo favorito de futbol hubiera anotado un gol, se levanta del escritorio, lo rodea y llagar a posarse en mi delante.

-Tienes que dejar de venir más seguido, con una sesión por semana creo que nos bastaremos. – dice metiendo la mano en sus pantalones caquis.

¿Acaso me estaba diciendo que nuestras citas fueran menos frecuentes? No sé si estoy muy seguro de hacerlo.

-Renzo. - llama mi atención al ver que no respondo. – Muchos de mis pacientes llegan y a casi todos les toma hablar abiertamente alrededor de cinco sesiones después, pero tu... lo soltaste de golpe la primea vez. Y eso demuestra mucho de ti. La mayoría cree que hay un error en ellos, como una falla que los hace ser lo que son ahora, pero todos se equivocan, solo están dañados, no rotos, sino doblados como un pedazo de papel, nada que no tenga arreglo. Tu avance ha sido el mejor que he visto, veloz, y sin embrago, preciso. Creo que empezaste a sanar tus heridas desde el momento en que aceptaste compartir tu vida con Mía, exceptuando el modo ortodoxo en que se unieron.

Sus palabras me callan, me llenan y me refugian, a veces necesitamos que alguien más nos diga lo que nos cuesta ver, lo que nos cuesta creer que hay dentro de nosotros. Y en mi había mucha esperanza, amor y deseo.

- ¿En qué piensas? – pregunta Steve al ver que mi silencio llena la habitación.

En Mía, en que una firma pude cambiarlo todo y en que llevo dos meses sin besarla.

-En cual es la ruta mas cercana para llegar a ella.

-Si sales justo ahora le ganas al tráfico del mediodía. – dice mirando su reloj de mano. 

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora