Capítulo 62

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Mía

Ya son más de dos semanas que llevo secuestrada, o al menos es lo que aproximo, ya que no hay ventana siquiera para saber si es de día o noche en el exterior, pero me las arreglo para contar los días con las veces que me traen comida.

Siento que con cada día pierdo más la cabeza, me asfixia caminar y solo ver paredes blancas. Me ahogo entre lágrimas y desesperación por salir, pero ya he aprendido que es inútil gritar y rogar que me liberen, porque ahí afuera solo hay que un nombre, que me duplica en peso y tamaño, que no me dejara salir por nada del mundo.

Ese mismo hombre llega todos los días, que supongo que son por las mañanas y tardes, trayendo una bandeja de comida que deposita sobre la cómoda en silencio y yéndose después. Al principio me negaba a probar algún bocado de lo que Mario enviaba, pero, de vez en cuando, picaba alguna que otra verdura del plato, no mucho, solo lo suficiente para no morir de hambre. No le daría la gracia a Mario de morir y seguir viendo como Renzo me busca. Por sé, sin duda, que él me estaba buscando.

La mayor parte de mi encierro, bueno, todo el tiempo, estaba tendida sobre la cama o el piso mirando al techo, que también era blanco y me volvía loca. Intentaba no estar aprisionada en mis pensamientos y miedos, así que a veces para distraerme leía el pequeño libro, viejo y un poco incomprensible, que encontré el primer día enjaulada entre los cajones de la cómoda.

Y aunque tenía esperanza de que Renzo pronto me encontrara, el miedo porque Mario le hiciera daño era peor que el miedo de no volver a ver la luz del exterior. Mi corazón se acelera ante esa idea, y no como cuando el me besaba o acaricia, sino que cada latido era un fuerte golpe en mi pecho.

Estaba sentada sobre la cama, mirando al techo y recordando cómo es estar con Renzo, cuando la puerta se abrió y apareció Mario. Me levanté de un salto.

-Llegué en mal momento. ¿Acaso estabas ocupada? – pregunta con una brillante sonrisa. – Vine de visita.

-Y, supongo que no puedo rechazar tu vista. – dije con un gruñido.

-No, no puedes. – pasa y cierra la puerta tras de él. – Disculpa por no venir tan seguido, pero es que estaba muy ocupado planeando algunas cosas para tu esposo. Renzo, sí que está obsesionado por encontrarte.

Y ahí estaban de nuevo esos latidos que golpeaban mi pecho y me cortaban el aire.

- ¿Qué le hiciste? – pregunté dando un paso en su dirección.

-Digamos que estamos jugando al juego del gato y el ratón. – se inclina a mi rostro. – Apuesto a que adivinas quién es el gato.

Mario jugaba conmigo, se burlaba de mi desesperación por volver a ver a Renzo, se reía en mi cara de sus fechorías.

-Bueno, los ratones son los que se esconden, así que deduzco que tú eres el ratón y Renzo el gato. – curvo mis labios en una sonrisa, pero pronto desaparece al ver los resultados de mi osadía.

Mario aprieta los puños y golpea la cómoda que había a nuestro costado. Retrocedo ante la brusca exaltación.

-Cuida tus palabras, acaso no te has enseñado a respetar a tus mayore. – grazna muy cerca de mi oído.

No le respondí y desvié mi mirada de su rostro. Y como respuesta de ignorarlo, Mario me tomó de los brazos y me arrastró en dirección a la cama. Me resistí, pero llevaba días sin comer bien y mi fuerza no era la misma, no fue mucho su afán para colocarme sobre el colchón y a horcajadas sobre mi cuerpo.

- ¡Suéltame, suéltame! - grité intentando patearle la canilla de la pierna.

Mario levantó mis manos sobre mi cabeza, e inmovilizó mis piernas sentándose sobre ellas. Era inútil moverme, su peso me sobrellevaba.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن