Capítulo 39

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Mía

Dos años atrás

Odio la lluvia, siempre pasa algo malo cuando del cielo empiezan a caer pequeñas gotas que calan en la piel, en el jardín, en la grava del suelo, en los techos que resuenan como piedras y en las ventanas que escurren. Cuando llueve se aumenta la probabilidad de accidentes, son mayores los despistes de carreteras, es el momento perfecto para llorar, o tomarte un té y leer un libro, los perros se vuelven más ansiosos y la tierra adquiere un olor a nuevo. De cualquier forma, siempre pasa algo, para bien o para mal, todo termina cambiando.

Ahora estoy en casa de mis padres, Alejandro tuvo su entrevista de trabajo a la que asistir y yo acompaño a mi madre a cuidar a mi padre, quien tuvo un infarto hace poco tiempo. Y aunque estoy feliz de regresar a casa no dejo de pensar de extraño a mi novio, y que, si pasa esta entrevista, que es más como un concurso por una vacante en el mejor bufete de abogados de New York, estaremos lejos. Me siento orgullosa de él, que cumpla sus sueños y crezca como profesional, pero eso también significará perderlo. No puedo irme con él, las cosas no andan bien con mi padre como para dejarlo en estos momentos.

El móvil me suena, y cuando lo cojo veo un mensaje de Alejandro.

"LO TENGO. VOY A TU CASA AHORA"

Doy un salto de emoción. Alejandro ha conseguido el trabajo. Estoy que no cabo de orgullo, pero también hay una sensación extraña que se aloja en mi pecho, hago caso omiso a ella y me sacudo de la felicidad. Todo va bien hasta ahora. Y el anillo que tengo en el dedo, un aro plateado con una incrustación de diamante, es una promesa que Alejandro no romperá. Sobreviviremos a los miles de kilómetros que separa Washington de New York, 364 km para ser exactos.

Me levanto de la cama y busco algo adecuado para vestir cuando llegue Alejandro. No quiero verme muy formal, además afuera hace un frío que cala, así que no iremos a ningún lugar más que a mi sala, y con suerte a mi habitación.

Bajo por las escaleras y escucho el rechinar de las ollas, mamá está volviendo a ordenar la cocina. Con el estrés que tiene sobre la enfermedad de mi padre ella no ha dejado de moverse, la ansiedad y los nervios la tiene como loca.

Observo mi reflejo una vez más en el espejo de la sala, llevo mis jeans favoritas, que por cierto me hace un trasero increíble, y una camiseta de tirantes azul. Cuando decido caminar en dirección a la cocina para decirle a mi madre que se vaya a descansar el timbre suena y mi corazón se dispara.

- ¡Ya voy yo mamá! – grito caminando a la puerta. – ¡Es Alejandro!

- ¡Salúdalo de mi parte! – dice mi madre desde la cocina.

Abro la puerta ansiosa por volver a verlo, con los labios secos por volver a besarlo y la emoción a punto por celebrar con él su nuevo trabajo.

Y ahí está él, debajo del pórtico, ocultándose de la lluvia, con un terno negro y una camisa blanca. Luce tan guapo con esa delgada barba incipiente de dos días y esos ojos verdes que brillan, en definitiva, me saqué la lotería con este hombre. Alejandro era atractivo, de los que te hacían caer la baba, era inteligente, el segundo mejor de su clase, y era tan bueno y amable que creerías que alguien tan perfecto no puede existir.

- ¡Felicitaciones, amor! – salto a sus brazos que no tardan en rodearme. – Sabía que lo lograrías, estoy tan orgullosa de ti.

Huelo la fragancia de su cuello, está utilizando la colonia que le regale para su cumpleaños. Cuando ladeo la cabeza para besarlo, y rozo nuestras narices, veo en su mirada un brillo de tristeza.

- ¿Algo anda mal? – pregunto con un nudo en la garganta. Retrocedo unos pasos como si su cuerpo quemara.

Alejandro no responde, y su silencio otorga un escalofrío que recorre por mi cuerpo hasta llegar al fondo de mi pecho. No quiero creer lo que su mirada me está diciendo, lo que su ceja entrecerrada expresa, lo que sus labios apretados no llegan a hablar.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Onde histórias criam vida. Descubra agora