Capítulo 17

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Mía

Había enterrado a mi madre hace una semana, los días siguientes había intentado poner orden en mi cabeza, pasando de día a día. Intentando sobrevivir a nuevos comienzos.

Renzo había insistido en estar conmigo, acompañándome y ayudándome en todo lo que estaba a su alcance. Cuando lo miraba de reojo encontraba tristeza en su mirada, como si estuviera perdido en sus recuerdos, recuerdos que le hacían daño. ¿Qué ocultaba bajo sus muros? Porque en estos últimos días él no me había mostrado a un hombre serio y trabajador, sino a uno compasivo y empático.

Por suerte se había pospuesto la fiesta de cumpleaños del padre de Renzo, aunque hubiera ido sin importar la situación, cumpliría con mi palabra. Pero también entendía a Renzo, en su insistencia, por posponer la reunión. Quien quería llevar a una chica con ojeras, desaliñada y con una mirada triste a una presentación con sus padres.

Esta mañana, como todas las de la semana pasada, me desperté cansada. Mis noches ya no eran como antes, no había luna sin llorar hasta perder el conocimiento.

Me preparé mi taza de café caliente, como todos los días, y fui a sentarme en el sillón. Hace ya tres días me había despertado en la madrugada, y en vez de caer de nuevo en un bucle de lágrimas, me levanté de la cama y terminé con la mudanza. Había intentado colocar cada objeto como si aún estuviera en la casa vieja, pero termine desarmando todo arrebatada por una nueva ola de dolor. Cree un nuevo hogar, solo y frío.

Ni siquiera tenía comida en la casa, unas veces pedía pizza por teléfono y otras simplemente no comía. Estaba más delgada, no mucho, pero si notaba mis jeans me quedaban un poco sueltos. No recuerdo cuándo fue la última vez que tomé una ducha, olía fatal.

Después del baño me vestí con unos vaqueros y una camiseta sencilla, me puse las zapatillas y busqué el bolso para poder salir. Necesita comida en el refrigerador porque no iba a vivir a base de pizza y café. También me vendría bien tomar aire fresco, luego de tantos días encerrada que el sol tocara mi piel sería rehabilitador.

Cuando abrí la puerta había una mujer frente a mí. Era hermosa. Tenía el pelo de un rubio oscuro, alta, delgada y lucía un hermoso vestido amarillo. Pero sin importar lo agradable que se viera, ¿quién era ella? ¿Y qué hacía en mi puerta?

- ¿Buscas a alguien? – le pregunté a la desconocida.

- Sí. – dijo con una sonrisa- Te busco a ti, Renzo me envía.

Renzo no me había avisado que vendría una mujer a buscarme ni el motivo para hacerlo. ¿Por qué debería confiar en ella?

-Soy Emma. – estiró la mano. Le correspondí por cortesía. - Renzo me envió para que vayamos de compras, él quiere que te veas lo más hermosa mañana.

El cumpleaños del padre de Renzo era mañana, y yo no tenía los ánimos ni la vestimenta para vestir como la alta sociedad. Era de suponer que Renzo quería que diéramos una buena impresión, y con las ojeras y cabello enredado no las daría.

- ¿Ibas a salir? – dice rebuscando en su bolso. No tarda en sacar unas llaves.

- Quería algo de comer.

-Comeremos en el camino. – estira su brazo y lo enreda con el mío – Tenemos mucho que hacer para quitarte esas ojeras y arreglarte el cabello. – sonrió por el hecho de que ella note mi mal estado y no se limita en señalarlo.

Bajamos por las cortas escaleras y caminamos hasta su auto. Emma libera mi brazo, sigue hacia el lado del conductor, pero yo me detengo unos metros más atrás.

Desde niños nos enseñan que no hay que subir a autos de extraños, por más que se vieran agradables, uno nunca sabe en quien confiar realmente. Si es que Renzo la envió me hubiera avisado antes para saber que esperar ¿Él no creería que iba a confiar en alguien tan rápido? ¿O sí? Había confiado en él cuando firme el contrato, pero en ese momento eran diferentes situaciones, en ese entonces tenía a alguien a quien salvar.

- ¡Sube! – gritó Emma. Y como si me hubiera leído la mente, o quizás yo no escondía muy bien mis dudas, dijo. – Llama a Renzo para que estés segura.

Abrí mi bolso y saqué el teléfono. Al tercer timbre él me respondió.

- Hola, Renzo- aún se me hacía raro llamarlo por su nombre – Disculpa si te molesto, pero quería preguntarte si tu...

-No, discúlpame tú a mí. – me corto – Debí avisar que Emma iría a buscarte, tengo tantas cosas en la cabeza que se me olvido. Pero si no te sientes bien como para salir le puedes decir que se valla, no se molestara.

Emma encendió el auto y me hizo una señal para que subiera.

Mañana estaría frente a muchas personas con trajes y joyas elegantes, no quería desentonar ni que Renzo se preocupara por dejar dudas. Si iba a fingir ser su prometida y esposa sería mejor que me adoptara a las mentiras, miradas y su estilo de vida. Por nueve meses mi vida cambiaría, me transformaría en alguien quien no soy, es mejor que empiece desde ahora.

- Iré con Emma. – detrás del auricular escuche un suspiro de alivio.

- Gracia, Mía. – dijo y colgó.

Guarde el teléfono en el bolso y camine hasta la puerta del copiloto.

- Ya que corroboraste que no te secuestrare, ¿nos vamos?

-Sí. – dije mientras subía.

No sabía a donde nos dirigíamos, Emma solo manejaba y lo hacía muy rápido.

- Esta farsa es muy importante para Renzo. – dijo con la mirada en la carretera.

Por supuesto que lo era, sino porque Renzo se tomaría tantas molestias en contratar a una desconocida para que finja ser su esposa, su herencia si le que era muy importante.

- Lo sé- dije sin ánimo.

- Tal vez crees que es por el dinero, pero te equivocas. - pareció dudar en seguir- Él y su abuelo tenían una gran relación, como si fuera su padre hijo, lo apoyo en momentos muy difíciles. Renzo lo admiraba.

Sin haberme dado cuenta, mis mejillas están mojadas, unas lágrimas caían de mis ojos. Escondiendo mi rostro y me las limpie.

- Además qué opción tenía, fingir un matrimonio es más fácil que dejar todo en manos de Mario. Él es despreciable.

La forma en cómo hablaban de Mario, la entonación de su nombre, la hacía sonar como una persona ruin, enemigo de Renzo. Mi curiosidad me gritaba que preguntara, pero escaseaba de valentía para hacerlo.

- ¿Sabes quién es Mario? - negué con la cabeza – Es primo de Renzo por parte paterna, ellos no se llevan muy bien desde hace años, pero nunca preguntes la razón.

Era el gato muerto de la curiosidad si no dejaban de tentarme a preguntar. ¿Qué es lo que llevó a dos primos a odiarse? ¿Por qué Renzo tenía muchos secretos? ¿Por qué parecía que todos odiaban a Mario?

- ¿Por qué el abuelo de Renzo dejó esa cláusula tan difícil de cumplir para él?

Quizás haciendo preguntas indirectamente pueda tener algunas respuestas.

-Nadie lo sabe. - quito la mirada de la carretera y la dirigió a mi – El testamento lleva escrito años, tal vez pensó que cuando él muriera Renzo ya estuviera casado.

- ¿Por qué creería eso si Renzo nunca sale con nadie de modo formal? – pregunte.

Todos los empleados, en especial las secretarias que babeaban por él, decían que no le gustaba tener novias ni compromisos. Ya me venía ver la sorpresa de mañana cuando entremos tomados del brazo.

-No siempre fue así.

¿Quién le había roto el corazón a Renzo?

¿Qué tan profunda era su rajadura? 

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now