Capítulo 14

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Renzo

Reviso unos papeles cuando la puerta se abre de modo estruendoso, me asusta, y me desagrada ver quien está parado frente a mí. Es Mario.

- Lo siento señor Ferran. - se disculpa María, mi secretaria- El señor quería entrar, le dije que esperara, pero no me obedeció.

-No te preocupes, yo lo atiendo. – hice un gesto para que ella saliera de la habitación.

Lo miro con desprecio, con asco, y sorprendentemente una sonrisa recorre mi rostro, imaginando su cara de molestia cuando escuche que no se llevara ni un dólar de la herencia. Él me observa de la misma manera.

Nuestra tensión inicio desde hace ocho años, cuando lo que deseábamos se volvió uno y ninguno gano. Desde ese día su altanería y mi indiferencia se volvieron la comidilla de cada reunión familiar.

- ¿Qué quieres? – digo con altivez.

- Estaba cerca de aquí y me dije: ¿Por qué no saludo a mi primo favorito? – sonrió con desdén.

Una vez lo había considerado un hermano, hasta que descubrí que él estaba tan podrido como una manzana y yo tan lejos de poder ayudarlo.

- Ya me saludaste. – escupo – Ahora lárgate.

Mario niega con la cabeza y se dirige al bar para servirse una copa, tendré que votar el vaso de vidrio cuando él se valla.

- Puedes calmar esos ánimos, primito. – enfatiza las ultimas palabras. Mario sonríe con tal soberbia que me da ganas de saltar sobre él y romperle la nariz, como una vez hice.

- Si digo que te vallas es porque tengo mucho trabajo que hacer. – señalo mi escritorio lleno de papeles.

Me ignora y sigue con su juego, no sé cuánto tiempo más soportare guardar el sosiego.

- Esta mañana hable con mi madre, - camina hasta sentarse frente a mi – y me dijo que llegaras al cumpleaños de tu padre acompañado.

Mi madre debió de haber sacado el tema con mi tía, y aunque ellas tampoco se llevaban bien, era inevitable no concurrir a los mismos eventos y mostrar familiaridad.

- Lo hare. – digo como si no fuera gran cosa, cuando para los demás era todo lo contrario.

Si Mario y yo cruzábamos en alguna reunión familiar solo bastaba con unos saludos para guardas las apariencias, luego cada uno se iba por su camino.

- Han pasado años desde la última vez que te vi acompañado de una mujer. – toma un trago y hace un brindis – Felicidades porque pudiste pasar la página.

- Tal vez tu deberías hacer lo mismo. – digo con ironía.

Mario no se inmuta ante mis palabras, se queda sentado frente a mí, llevando el vaso de coñac a sus labios y mirándome fijamente.

- ¿Cómo es ella? – cambia de tema.

A mi mente llega un perfecto recuerdo de Mía. Hermosa. Sexi. Cabello largo y ojos verdes.

-No es de tu incumbencia como ella se vea. – digo con un tono que denota ferocidad.

Mario se acomoda en su asiento, molesto e incómodo, sabe que mi disposición para mantener una charla serena con él es nula.

- Al parecer no tienes muchas ganas de hablar, debe de ser el trabajo lo que te tenga tan malhumorado, porque no creo que un nuevo amor te traiga con esos ánimos. - deja la copa vacía en mi escritorio y luego se levanta.

-No se me ocurre otro motivo para mi mal humor que el exceso de trabajo.

Mi primo sonríe con sarcasmo.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now