Capítulo 59

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Renzo

¨Todo irá bien, todo saldrá bien, no hay de qué preocuparse. ¨ - me repetía como un mantra.

Claro, como si esas palabras fueran, pronto, la consolidación de un acto.

Los nervios me estaban volviendo loco. Y no eran solo los nervios los que me volvían loco, sino que tenía un pequeño retorcijón en la tripa, que se expandía por mi pecho, como si algo me quitaran desde lo más profundo de mi ser. Dolía. Asfixiaba.

Aún seguía en el despacho, esperando que sea hora de ir a los tribunales. No dejaba de releer los papeles del caso de Mario, buscando algún detalle, algo que pueda usar la defensa para hacernos añicos. Nada. Todo estaba impoluto.

Me jodía tener este tipo de nervios y estrés, y sumándole el raro sentimiento de agitación que tenia en el pecho, era una combinación que me abrumaba. Y cuando sentía que todo se me escapaba de las manos, que no tenía nada bajo mi control, solo quería recordar lo que es volver a casa.

Busqué el móvil y llamé a Mía. Al primer timbre no respondió, al segundo tampoco, al tercero mi impaciencia por oír su voz me mataba.

Simón estaba con su esposa, ellos pronto tendrán un niño, lo cual tuvo que dejar a Mía para acompañarla. Pero había un suplente, ella no estaba sola, y menos corría peligro. Confiaba en Simón, y al suplente que ya conocía desde antes, se llamaba Derek, y era su propio hermano. Así que, esta agitación que tenía en el pecho, era por las puras, sin razón o motivo.

Lo más posible es que Mía tenga el móvil en silencio.

O, lo más posible es que le haya pasado algo malo.

Volví a llamarla, y otra vez no respondió.

Seguí insistiendo con que Mía cogiera el móvil, pero al ver que no lo respondía, decidí llamar a Derek. Y cuando estaba a punto de marcar, justo en ese momento, tocaron la puerta.

- ¡Pase! – grité dejando el móvil a un lado.

Detrás de la puerta apareció Lina, ella tiene el rostro pálido y los ojos enrojecidos. Y me sentí culpable por ser el causante de sus lágrimas, por ser la persona que encierre a su hermano en la cárcel. Pero qué opción tenía, Mario en la cárcel, o libre y haciendo daño.

-No quiero molestar. – forzó una sonrisa que no llega a su mirada.

-No lo haces. – me levanto del escritorio y me acerco a ella. Lina caminó con la mirada baja, escondiendo el rostro.

Sabía por palabras de Mía que Lina mejoraba de su agresión, pero no es lo mismo escucharlo de otros labios que verlo por tus propios ojos, y Lina... Ella no se veía bien ahora.

- ¿Cómo estás? – pregunta cuando la tengo en mis brazos.

-Esa pregunta te la debo hacer yo. – refuto.

-Yo... - suspira. - Estoy ahí, Renzo, ni bien ni mal.

Ni bien ni mal, que era lo mismo que decir que nada era suficiente para llenarnos. Entonces recordé su agresión, y me hirvió la sangre ver la imagen de Lina en una cama de hospital con golpes y sin memoria.

- ¿Has recordado algo? – pregunto dando un paso atrás.

-No. Aún no lo hago. – dice con nerviosismo.

Lina desvía la mirada al gran ventanal que hay detrás, sigo su mirada, y me encuentro con un gran cielo azul. Mirar al cielo debería considerarse algún tipo de terapia, como si después de tener un día de mierda, solo baste con levantar el cuello y volver a respirar. Libre. Solemne.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora