Capítulo 51

7.6K 496 37
                                    

Mía

Lina salió de hospital hace como dos semanas, y desde que llegó a casa hemos intentado que recupere la memoria. Ella ha estado yendo con un psiquiatra, intentando hacer terapia de retroalimentación para recordar, pero, simplemente los recuerdos de ese día están borrados de su cabeza. Lina no reconoce a su agresor, y no hay culpable que pague.

No queda mucho de esa chica fuerte y carismática que conocí. Lina ahora era huraña, insegura y débil. Quería creer que el cambio tan radical fue por su agresión, y que muy pronto regresaría a ser ella. Ojalá.

Y como los últimos días los he pasado con Lina, en su casa, cocinando, cuidando de ella, llevándola a las terapias, no he tenido mucho tiempo para Renzo. Pero él tampoco se queja, el trabajo y la constante acción de intentar buscar al agresor de Lina lo han tenido ocupado.

La lejanía de Renzo es desgarradora, triste, y aunque tenía motivos para creer que su separación es por el trabajo, había un aparte de mi cabeza que gritaba que él se iba alejando para no hacer más dolorosa mi partida. Exactamente en cuarenta días.

No quería irme de su lado, pero tampoco podía quedarme en un lugar a donde no pertenecía. Así que, cuando el contrato venciera, empacaría mis cosas y me iría con un dolor en el pecho, dejando en esta casa un pedazo de él.

No podía hacer más. No le había confesado a Renzo que estaba enamorada de él, y él no me había dado ni un atisbo de que entre nosotros pudiera existir una relación que no fuera sexual.

Estaba sentada en uno de los muebles del jardín, de noche, bajo una luna redonda, escuchando a los grillos, cuando escuche la puerta abrirse y cerrarse. Renzo había llegado a casa, después de estar todo el día fuera. No me moví ante su llegada, me quedé donde estaba, relajada y fría, perdida y sola. Pero de alguna forma él me encontró.

- ¿Qué haces aquí? – dijo sentándose a mi costado. – Vamos a dentro.

Su cercanía crispo los vellos de mi piel, aunque también pudo ser la brisa de aire que corrió en ese momento.

-No quiero ir a dentro, estoy pensando.

- ¿Y en qué piensas? – preguntó con una sonrisa.

¨En mucho, en nada, en Lina, en que será cuando tu y yo nos separemos¨ - quise decir.

- En el futuro, y lo incierto que es. – Me voltee hacia él.

Después de mi respuesta nos quedamos en silencio, hasta que Renzo suspiro y me estiró una mano.

-Bailemos. - ¿Qué? – Una vez mi abuelo me dijo que mi abuela, Cristin, temía a los grandes cambios, y que cuando ella se ponía nerviosa, o le asustaba el futuro, extendía su mano y bailaban. He visto bailar a mis abuelos ciento de veces.

Era una linda historia, pero faltaba algo para que fuera perfecta en nosotros. El amor que de seguro ellos se tenían, y... Música.

-No hay música. – tome su mano.

-No es necesario. – Se inclina, y cuando creí que iba a besarme, me susurra al odio. – Dejémonos llevar.

Coloco mi mano en su hombro, él en mi cintura, y nos dejamos llevar.

Bailamos sin música, sin técnica, sin son, o sentido. Solo movíamos nuestros cuerpos, que se rozaban, que se llamaban. En un momento mi cabeza cayó sobre su hombro, y ahí escuché los latidos de su corazón, y sonreí, porque era un hermoso y puro sonido.

Tenerlo tan cerca me hizo anhelar querer esto, todo, a Renzo.

Renzo me hizo girar, y cuando regrese a su cuerpo, mi espalda impactó con su pecho. Aún seguía escuchando sus latidos. Tal vez fuera mi imaginación, o lo desesperada que estaba por querer vivir siempre el mismo momento, pero sentí como nuestros latidos se sincronizaban.

- ¿Qué sucederá cuando me vaya? – pregunté de golpe.

Renzo se volteo para verme a los ojos, pero sin soltar mi mano.

- ¿Qué crees que pueda pasar? – frunció el ceño.

No pude seguir sosteniendo su mirada, así que bajo mis ojos al Grass. No me arrepentía de preguntar, ni de sentir algo por él, prefería un corazón roto que a una esperanza haciéndome perder el tiempo.

-Todo terminará, me iré.

Renzo se mordió el labio, era un gesto que hacía cuando no podía explicar que tenía en la cabeza.

- ¿Y eso es lo que quieres? – puso su mano en mi quijada y levanto mi rostro.

Quería mucho, y no tenía nada.

- ¿Es lo que quieres tu? – refuté.

-Quiero creer, mejor dicho, quiero desear que queremos lo mismo. – dijo muy cerca de mis labios. – Lo que tenemos termina si es lo que quieres, te dejaré ir si es lo que en verdad me pides.

Suspire, y ese aire lo tomó él con sus labios.

El beso fue perfecto, único y penetrante.

Ahora nuestros labios bailaban, y se movían con la mejor canción que podría existir. La del amor.

Sus labios recorrieron la comisura de mis labios, la textura de mi lengua, el pómulo de mis mejillas, y, al final, terminó con un suave roce en mi frente. Todo era tan ideal, maravilloso, invencible.

-Si te pido que te quedes no es por la razón de seguir siendo amigos con beneficios, no te quiero solo de ese modo. – dijo, e hizo a mi corazón latir como los golpes de un bombo. – Quiero seamos ese caso en que la ficción supere la realidad, porque tú me superaste, porque no has evitado que te quiera con todo el corazón. Me has envuelto en tu calidez y fuerza. – Coloca sus manos alrededor de mi rostro, su tacto era caliente, y mucho. – Si me preguntas cuando me enamore de ti, no te lo diré con exactitud, pero si te puedo decir que este sentimiento surgió con el tiempo, el mismo que te da y te quita, el mismo que ha hecho que te tenga aquí, y que no te quiera dejar ir.

Renzo me quiere, y justo cuando estaba dispuesta a renunciar a él, confiesa lo que siente por mí. Que es lo mismo que yo siento por él.

-No pienso irme hasta que tu lo quieras. – prometo.

-Te querré siempre. – dice con una sonrisa, pero la felicidad no dura mucho porque de pronto su rostro se vuelve pálido, y su mirada oscura. – Pero antes debo contarte la verdad.

Y lo hace, me cuenta la verdad, los secretos, el odio descarado que lo une a Mario.

Descubro quien es Alison, lo que ella significó en su vida, y el dolor que sintió cuando la vio sin vida en una tina bañada con sangre. Y mientras la historia se desenlaza no puedo evitar pensar en lo injusta que fue la vida con Renzo, y en que si Alison siguiera viva yo nunca hubiera estado con él.

Todo por lo que él ha sufrido estos años, culpándose de la muerte de Alison, creyendo que pudo haberla detenido. Pero no, ella eligió, y decidido no estar en este mundo.

-Por favor, no llores. – dice Renzo cuando termina.

No puedo evitar ponerme en sus zapatos, no sentir lo que él sintió, y no imaginar lo que es perder a una persona por decisión propia. Si bien yo había perdido a mis padres, lo que Renzo había sentido era diferente, ellos no tuvieron elección sobre su muerte, y Alison sí.

-Lo que has vivido, Alison... - me detuve cuando vi que al escuchar su nombre se contrajo. – No debes sentirte culpable por nada, ni creer que pudiste haberlo evitado, porque no hubiera sido así, ella tomó esa elección.

-Tal vez tengas razón, pero pude haberlo venido ver. – tomo nuestras manos. – No quiero pensar más en eso.

Esta noche había sido como una montaña rusa. Confesar que me quería era llegar a la cima. Confesar su pasado era ir por lo bajo, pero siguiendo el mismo camino, sin retroceder. Y...

Renzo juntó nuestras frentes, y podía sentir como su respiración calaba en mis vellos, y estos respondían por todo mi cuerpo.

-Será mejor que empecemos desde cero, como se supone que debió empezar.

Empezar desde cero significaba olvidar lo que nos unió, y yo no quería hacerlo.

-No quiero empezar desde cero. – puse mi mano en su mejilla y lo miré a los ojos. – Me gusta nuestro inusual inicio, mejor volvámoslo cada vez más real. 

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon