Capítulo 9

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Mia

Llego al trabajo diez minutos antes. Axel y su misterio me mantuvieron desvelada toda la noche, intentando imaginar lo que contenía ese contrato, y en cada idea era una negativa.

El ascensor se abrió y mi jefe bajo, llevaba unos papeles debajo de su brazo y un café en la mano libre.

- Hola Mía- me dedico una sonrisa de lado.

- Hola señor del Valle. - intentaba sonar casual, como si la noche pasada no hubiera sucedido. Axel miro detrás de él, asegurándose de que no hubiera nadie- Hablaremos en mi despacho a la hora de almuerzo. – se fue sin decir más.

Tortura, tortura y más tortura me parecieron las cinco horas antes del almuerzo, y como una mala manía de mi nerviosismo mi dedo pagaba.

Cuando era niña cada vez que me sacaban al frente para leer o exponer me ponía de los nervios de punta, mi piel se congelaba y empezaba a rascarme la piel alrededor de mi dedo gordo. Lo odiaba, ni decir lo asqueroso que era las veces que sangraba, pero alguna retorcida razón me relajaba, como si todas mis emociones se concentraban en un solo lugar. El tic había vuelto en los últimos meses.

Fue tanta mi espera que termine por archivar lo papeles del caso que Axel me pido que recalque, sacar copias de una nueva demanda a una empresa petrolera y llenar la engrapadora de grapas.

Mi teléfono sonó, observe el nombre de la pantalla, era el doctor de mi madre. Descolgué con el corazón latiendo a prisa, un gran nudo en la garganta y el cuerpo contraído.

- ¿Señorita Foster? – preguntó con voz apagada.

- Sí, soy yo. – dije entrecortada.

- Le hablo del hospital, soy el doctor que atiende a su madre. – aclaro.

- Se quien es usted. – un gran nudo me impedía hablar con claridad- ¿Le ha pasado algo malo a mi madre?

Tome aire, preparándome para lo peor, para unas palabras que me podían derrumbar.

- Su madre está estable, pero la llamaba porque esta mañana le tuvimos que realizar unos exámenes de rutina. – explico- La obstrucción del corazón de su madre es cada vez más grande, sino operamos pronto la arteria dejará de llevar sangre.

- ¿Cuándo? – exigí una respuesta que ya sabía.

- Mañana mismo. – dicto – No queremos correr riesgo con la obstrucción.

¿Cómo es que los doctores podían dar esta clase de noticia y sonar natural? ¿Cómo es que a veces podían ser tan fríos y monótonos? ¿Cómo es que había dejado que mis problemas llegaran al límite? ¿Cómo es que había decidido que mi madre me esperaría un día más y haber pasado del banco? ¿Cómo es que no tenía el dinero para su operación?

- Tendré el dinero para esta tarde. – esperaba que el banco no me pusiera muchas trabas para un préstamo – Usted haga todos los preparativos y yo me pasaré por la noche a firmar los papeles.

- Esta bien señorita Foster, la esperaremos.

Colgué el teléfono automáticamente, y cuando lo hice sentí un escozor en los ojos, contenía las lágrimas como si con ellas se fueran una posibilidad. La cabeza estaba que me explotaba, la preocupación, desesperación y esperanza no dejaba cabida para otro pensamiento que no fuera mi madre en una cama de hospital.

Me levanté del escritorio y caminé en dirección al baño, necesitaba mojarme la cabeza y pensar con claridad.

Llegue al lavabo y sumergir mis manos en agua, cuando ya estaban llenas las lleve a mi rostro. Observe mi reflejo en el espejo, era el de una mujer cansada, aunque recién comenzaba el día mi cuerpo y mente gritaban que los dejara en paz.

De pronto escuché unos tacones acercarse, decidida a que no quería hablar con nadie y menos que me vieran en ese estado corrí para encerrarme en un cubículo.

- ¿Viste cómo la veía? – dijo una mujer- Se la estaba comiendo con los ojos, todos lo hacían.

- No hay que negar que es muy atractiva. - dijo otra voz femenina.

- Tampoco es para tanto. - sonaba irritada.

- Cualquiera diría que le tienes envidia. - acompañó con una sonora carcajada- Pero ni siquiera es para que tengas que preocuparte, Renzo nunca sale con nadie del trabajo, es su política. Tu misma lo distes por hecho cuando intentaste seducirlo y se te negó.

- Tenias que volver a recordármelo. – dijo exaltada la primera mujer.

Luego las dos mujeres se mantuvieron en una charla trivial sobre zapatos y una nueva colección de ropa, no salí del cubículo hasta que sus risas se fueron con ellas.

Mire a ambos lados del baño, estaba despejado. Por un momento, mientras las desconocidas hablaban escape de mis pensamientos, pero ahora que sus voces se acallaron las emocione llegaron como un tsunami, arrasando todo a su paso. Las lágrimas con las que había luchado por conservar se dejaron caer. Volví a mojar mi rostro y limpié con un trozo de papel la máscara de pestañas negra que caía por mis mejillas.

Abandone el baño con unas mejillas rosadas, ojos hinchados y una preocupación en el pecho. Caminaba con la mirada en el suelo, hipnotizada con las losetas que no me fije por donde iba y tropecé con un pecho duro.

Mi cintura fue envuelta por unos fuertes brazos para que no cayera al frío suelo.

-Ten más cuidado por donde caminas. - dijo mientras me soltaba.

Nuestras miradas se encontraron y de inmediato corte el contacto visual, ahora mis mejillas estaban rojas por otro motivo. Era Renzo, el dueño de la empresa. Lo había visto ayer en la reunión que acompañe a Axel. Él era increíblemente guapo, alto, con músculos forjados, delgado, de cabello cobrizo y ojos azules. Su mirada es atrapante, como cuando encuentras una de esas lagunas con el agua tan azulada que no puedes quitar lo ojos.

- Disculpe Señor- dije nerviosa.

Renzo curvo los labios en una sonrisa pícara, y mientras lo hacían empecé a creer que yo era la chica a que comían con la mirada. Imposible.

- Anda con cuidado, Mía. – no respondíy Renzo se dirigió en silencio al elevador, no sin antes regalarme una sonrisa fanfarrona. Lo vi desaparecer tras unas puertasde metal.

¿Cómo es que sabía mi nombre? ¿Acaso Axel se lo había mencionado? O, quizás en vez de pensar en que dos hombres, importantes y guapos hablaran de mi a escondidas, era tan simple como que Renzo supiera mi nombre por ser la secretaria de su mejor amigo, como había escuchado que eran por los pasillos.

Que tonta me sentía por creer en posibilidades que no tenía, que un hombre como Renzo Ferran se fijara en mí, y me sentía aún más estúpida por pensar en hombres cuando mi madre estaba en una cama de cuidados intensivos luchando por su vida. 

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Where stories live. Discover now