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Después de desayunar sola, ya que al parecer Ethan y Elizabeth desayunaron juntos como una pareja feliz, me encuentro cuestionando ¿por qué debo pasar estos 7 meses aquí? Está claro que el príncipe no tiene ningún interés en mí, así que ¿por qué no poner fin a todo esto y casarse con esa niña mentirosa?

Decido dar un paseo por los hermosos jardines del palacio, llenos de flores, árboles imponentes y una explosión de colores. Escucho algunos gritos a lo lejos, así que decido acercarme sigilosamente para averiguar qué está sucediendo.

Cuando llego, veo a Ethan junto con algunos guardias practicando lucha con espadas. Al parecer, los gritos provenían de los demás guardias que están animando al príncipe para que venza a su oponente. Ethan muestra una gran destreza en la lucha con espadas, pero se nota que está nervioso al hacer algunos movimientos, mientras que su oponente es seguro en sus movimientos, pero carece de fuerza en el ataque. Parece que el príncipe ganará.

— ¿Duquesa, disfruta del espectáculo? —me dice un guardia, asustándome.

— ¡Oh, Dios mío! —respondo tocando mi pecho— Solo estaba observando.

— Lo lamento —dice haciendo una reverencia.

El combate se detiene debido a eso, y veo cómo Ethan se acerca hacia mí con su espada en mano.

— ¿Qué haces aquí? —me pregunta— No deberías estar con la señorita Elizabeth, leyendo o algo así.

Me quedo en silencio, repitiendo su frase en mi cabeza. ¿Quién se cree este idiota? ¿Acaso las mujeres solo deben leer y bordar estupideces? Poco a poco, logro calmarme, recordando que no estoy en la modernidad y que este tipo de comentarios son normales en esta época.

— Estaba caminando por los jardines y escuché algunos gritos, así que quise acercarme a ver qué sucedía —le respondo con seriedad, intentando no mostrar mi enojo.

— Bueno, duquesa —dice Ethan mostrándome la espada en su mano— esto es una espada, la usamos para luchar en la guerra.

No me digas, pienso en mi cabeza para no decirlo en voz alta. Una sonrisa se posa en mi rostro, ya que se me ocurre una gran idea.

— Así que esto es una espada —digo fingiendo sorpresa y le quito la espada de las manos.

— Cuidado, podrías lastimarte —me dice, haciendo que todos a nuestro alrededor se rían.

La espada es un poco más pesada que las que solía usar en mi escuela, pero con agilidad la levanto en dirección a Ethan, quien reacciona con sorpresa.

— Vamos, Amber, podrías lastimarte —dice tratando de quitarme la espada.

— Luchemos —le digo— ¿o acaso tienes miedo de que te venza?

Ethan se ríe en voz alta y hace una señal al guardia con el que estaba luchando para que le entregue su espada. Ethan comienza con confianza, intentando atacar mis brazos, pero los esquivo ágilmente gracias al cuerpo de Amber, que es mucho más delgado y me permite moverme rápidamente. Cuando termino de esquivar, lanzo una patada hacia las piernas del príncipe, su punto débil según lo que había observado anteriormente. Ethan cae al suelo como un saco de papas, haciendo que los guardias que lo animaban a ganar se queden en silencio, creando un momento incómodo en el que solo se escucha el canto de las aves.

— Al parecer, te gané —le digo acercándome con una sonrisa burlona.

— ¿Dónde aprendiste a usar una espada? —me pregunta enojado desde el suelo.

— Vamos, príncipe, levántese, su traje se ensuciará —digo extendiéndole la mano para ayudarlo.

Es obvio que no soy la persona más inteligente, ya que al extenderle la mano, me tira al suelo, haciendo que caiga en la tierra junto a él. Me quejo del golpe, pero me levanto rápidamente, sacudo mi vestido y me retiro con dignidad del lugar.

Cuando entro al palacio, la mujer a la que ayudé con sus heridas en las manos me ve y su rostro refleja preocupación.

— Duquesa —dice asustada— está cubierta de polvo y tiene heridas en las manos —dice mientras toma mis manos entre las suyas.

— ¿En serio? —digo riéndome— Me caí en los jardines, estaba viendo algunas flores.

La mujer, a quien aún no sé su nombre, me lleva de nuevo a la cocina, donde sucede algo muy similar a lo que ocurrió por la mañana, pero esta vez los trabajadores continúan con sus quehaceres mientras ella cura mis heridas.

— Sí, el alcohol duele bastante —digo mirando a la mujer— Debe haber dolido cuando te curé las manos esta mañana.

— No, señorita, no dolió. No se preocupe —dice mientras cuida mis manos.

— ¿Cuál es tu nombre? —le pregunto.

— Luz —dice con una sonrisa.

— Muchas gracias, Luz —le digo cuando termina de ponerme las vendas en mis manos. 

Duquesa Vinsonneau |FINALIZADA|Where stories live. Discover now