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Cuando llegamos al palacio, trato de no mostrar demasiada sorpresa, a pesar de que se supone que crecí aquí junto con Ethan. Sin embargo, resulta bastante difícil. Solía pensar que la mansión Vinsonneau era grande, pero el palacio es diez veces más imponente. A medida que avanzamos, nos cruzamos con más personas elegantemente vestidas para la ocasión, quienes me brindan reverencias y sonrisas al pasar junto a ellos. Al llegar al salón principal, donde se encuentran todos los invitados, dos guardias se acercan a mi familia.

— Duquesa Vinsonneau, su majestad la reina nos envió para llevarla al príncipe heredero y la condesa Hohenzollern —nos informan.

Me despido de mis padres y sigo a los guardias con la cabeza en alto, tratando de proyectar la mayor seguridad posible, aunque en mi interior los nervios amenazan con hacerme tambalear. No quiero estar en este lugar, pienso mientras paso junto a otros jóvenes nobles como yo.

Los guardias me conducen a una habitación completamente vacía, donde me quedo sola. Comienzo por recorrerla y, al llegar a la ventana, me muevo incómodamente debido al ajustado corset.

— ¿Qué estás haciendo? —escucho una voz que me hace girar rápidamente. Es Ethan.

— Nada —le respondo.

El silencio se apodera de la habitación hasta que la puerta se abre de nuevo y entra una hermosa joven rubia de ojos azules que combinan con su maquillaje. Camina con gracia en su imponente vestido azul, mucho más elaborado que el mío. La chica también está escoltada por guardias que cierran la puerta tras de ella.

— Condesa Hohenzollern —saluda Ethan con un beso en su mano.

— Su majestad —responde la chica con una reverencia seguida de una risa.

Desde la ventana, observo a la pareja sonreír y actuar como si yo no existiera. No me molesta, pero al menos la condesa podría saludarme apropiadamente, considerando que mi título de Duquesa es superior al de Condesa.

— Duquesa Amber —me dice la chica cuando finalmente nota mi presencia— es un honor conocerla finalmente. Soy la Condesa Elizabeth Hohenzollern.

— Buenas, condesa —la saludo un poco distante.

Justo cuando parece que la condesa va a decir algo más, unas trompetas la interrumpen y las puertas se abren simultáneamente, revelando a la reina y al rey, vestidos con sus atuendos más elegantes.

— Me alegra verlas a ambas —nos dice la reina con una sonrisa— ambas lucen espectaculares, en mi opinión, lo cual me complace mucho.

— Ahora, nosotros entraremos al baile y les daremos la bienvenida —nos informa el rey—luego, cada una de ustedes debe bailar una pieza con el príncipe.

Las tres asentimos y salimos del salón. Elizabeth va de la mano de Ethan, mientras yo me quedo atrás, aún incómoda por el apretado corset. 

Duquesa Vinsonneau |FINALIZADA|Où les histoires vivent. Découvrez maintenant