* CAPITULO EXTRA III *

10.9K 509 179
                                    


MIA


—¡Es mi juguete, devuélvemelooo! —Los gritos provenientes del patio trasero, se oían desde la cocina—. ¡Papáaa, Benicio me quita mis cosas!

Por supuesto, ella llamaba a su padre. Cuando necesitaba favores, era a mí a quien buscaba; cuando necesitaba ser consentida, Lucas era siempre la primera opción. No podía objetarlo, yo hacía lo mismo cuando era niña con mi papá. Él nunca me decía que no a nada. Pero, justamente habiendo tenido esa experiencia, hacía mi mayor esfuerzo para que mi hija no fuera igual de malcriada que yo. Por supuesto, Lucas no me ayudaba demasiado —por no decir NADA—. Luana era su perdición, desde el primer segundo en que la tuvo en brazos, yo pasé a un segundo puesto en su vida. Y no me quejaba. Adoraba el modo en que la miraba, como si fuera lo más preciado en el mundo. La forma en que hablaba de ella a sus amigos y conocidos. El amor y la atención constante que le brindaba.  

Siempre pensé que no podía amarlo más de lo que ya lo hacía; hasta que lo vi en su rol de padre, y supe que había un amor más grande aún que podía sentir. Verlo con nuestra hija hacía explotar mi corazón de orgullo y felicidad. Nunca creí que nadie pudiera llenar ese vacío en mi corazón, y hacerme sentir plena otra vez, pero ellos dos lo consiguieron. Eran pocos ya los días tristes. Desde luego, los recuerdos siempre estaban, y tenía mis momentos de melancolía, pero solo me bastaba oír esa pequeña risa, o recibir uno de esos cálidos y estrechos abrazos de Lucas para volver a sonreír.

Entró a la cocina y me besó, antes de dirigirse a la nevera por un poco de agua.

—Tu hija te estaba llamando. Pero si no vas, mejor. Está otra vez peleando por los juguetes, como si no tuviera de sobra. Tiene que aprender a compartir. 

—Ok. Pero si vuelve a llamarme, sabes que no podré ignorarla. —Rodé los ojos, porque sabía que lo decía en serio—. Voy afuera con Brian y los demás —me dijo, en un tono poco entusiasta. Raro en él, que siempre se alegraba de tener gente en la casa; sobre todo a su mejor amigo, a quien no veía con tanta frecuencia.

—¿Está todo bien? —le pregunté. Por lo general, no había secretos entre nosotros. O al menos eso pensaba. Él siempre sabía cuándo yo estaba mal, y por qué. Nunca le ocultaba mis problemas o emociones.

Se detuvo en la puerta, y por el modo en que me miró, supe que algo no andaba bien.

—No tiene importancia. Es el día de nuestra hija, no quiero que nada lo arruine.

—Coincido, pero si algo te ocurre, tiene importancia para mí. Y me enoja que pienses lo contrario.

Lucas se alejó de la puerta y regresó a mi lado. Me tomó del rostro y me besó dulcemente. —Sé que te importa. Pero, esto en particular... pensé que no tenía sentido decírtelo.

—Ahora ya me has preocupado, así que suéltalo. No creí que hubiera cosas entre nosotros que prefiriéramos no decirnos. Yo te cuento hasta la más mínima estupidez, no entiendo por qué tú no...

—Es Érica. —Oír su nombre me hizo callar de inmediato. Hacía tiempo que había quedado en el pasado. Desde que la perdoné y ambos decidimos olvidarnos de su existencia—. O, mejor dicho, su madre. Murió hace dos días.

Me quedé en silencio. Estaba sorprendida, pero no tanto, si era honesta. La madre de Érica siempre tuvo problemas psiquiátricos, Lucas me contó cuánto batallaron con eso en el pasado, cuando ellos estaban juntos. Las personas así siempre están en peligro, especialmente cuando no desean ser ayudados, como era el caso de Mónica.

Beautiful tragedy ©Where stories live. Discover now