CAPITULO 5

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MIA


Desde que desperté, supe que sería el peor sábado de mi vida. O, por lo menos, de los diecinueve años que llevaba de vida.

No quise bajar a desayunar para no encontrarme con mis padres, pues estaba teniendo un gran episodio de odio profundo hacia ellos. Lo cual, también me llevó a huir a la hora del almuerzo y acabar comiendo algo por ahí con Julieta, a quien arrastré conmigo. Durante toda la tarde hizo su mayor esfuerzo por consolarme y hacerme creer que había cosas peores, y que todo se solucionaría. Consiguió hacerme sentir un poco mejor, así que, a cambio, le regalé un helado enorme de fresas y chocolate.

No regresé a casa hasta bien entrada la tarde, y a pesar de no tener ánimos, comencé a prepararme para la maldita cena. Tampoco necesitaba mucho tiempo para ello, puesto que no pensaba esforzarme en intentar verme bien para alguien que ni siquiera conocía y que, en cierta forma, era el responsable de que mi relación, o lo que fuera que tuviese con Sebastián, pendiera de un hilo. Así que sólo me duché, me maquillé un poco, y escogí un sencillo vestido corto color blanco, que incluso me pareció demasiado lindo para la ocasión.

Una vez lista, me recosté sobre la cama y simplemente esperé que el tiempo pasara. No pensaba bajar hasta que los llamados de mi madre se tornaran realmente amenazantes, lo cual implicaría que la próxima llamada sería de mi padre, y justo del otro lado de mi puerta. Los conocía de memoria. Por lo que al segundo aviso de que la cena estaba lista, revisé mi imagen en el espejo y me dispuse a bajar.

Literalmente, podría decir que fui en modo automático, sin ninguna intención de comportarme educada; incluso, ya tenía preparado exactamente lo que diría al entrar al comedor.
Todo esto, porque en mi mente yo estaba lista para encontrarme con el tipo de invitado que siempre acostumbraba ir a mi casa. En absoluto esperaba encontrarme con eso.

Frente a mis ojos, no había ningún viejo estirado, o alguno de esos tipos de negocios bien trajeados que frecuentaba mi padre. No, buen Dios... estaba ante una perfección de ser humano.

Afortunadamente, la voz de mi padre logró devolverme a la tierra y recobrar la compostura, pues había estado a un segundo de quedar como una completa imbécil.

—Pensé que tendría que mandarte una invitación, hija.

—Con un simple WhatsApp hubiese estado bien, papá —repliqué, para su disgusto—. Buenas noches, por cierto.

—Buenas noches —dijo aquel joven, dueño de los ojos más hermosos que había visto en mi vida.

Me senté junto a mi madre, quien tampoco disimuló su descontento con mi tardanza.
En mi opinión, deberían sentirse afortunados de que me hubiese presentado.

—Mia, él es Lucas Méndez —dijo mi padre. 

—Es un gusto conocerte, Mia —me dijo, con una sonrisa amable. Y no pude evitar observarlo con un poco más de atención: cabello castaño oscuro, ojos increíblemente celestes, hombros que se vislumbraban anchos bajo aquella ajustada camisa negra que vestía. ¿Qué hacía un ejemplar de hombre semejante sentado a mi maldita mesa?

—Igualmente, señor Méndez —le dije, poniendo especial énfasis en la palabra "señor".

—Lucas está bien, no estoy casado —respondió, no tan relajado como antes.

—Bueno, Lucas. ¿Qué te trae esta noche a nuestra mesa? ¿Eres modelo, jugador de fútbol, músico, tal vez? —Para ser honesta, me hubiese quedado sólo en la primera opción, pues no podía imaginar que con ese aspecto pudiese dedicarse a otra cosa. Sería un total desperdicio.

Beautiful tragedy ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ