CAPITULO 38

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MIA


Llevábamos un mes viéndonos a escondidas con Lucas. Nunca le pusimos un título a lo que teníamos, pues él se veía cómodo y yo no quería presionarlo. Apenas salía de una relación de más de cinco años, no podía pedirle que ya saltara de cabeza en otra.

Sebastián no había vuelto a molestarme. Nos cruzábamos de vez en cuando en los pasillos de la facultad, pero apenas nos saludábamos y, al parecer, a sus amigos ya no les divertía perder el tiempo conmigo. Era cuestión de tiempo que lo viera con una nueva chica bajo el brazo, pero por el momento parecía disfrutar su soltería.

De Érica tampoco habíamos vuelto a tener noticias. Hasta hoy. Me dirigía hacia mi auto, cuando la vi parada junto a él, en el estacionamiento de la facultad. Pensé en darme la vuelta y regresar más tarde, pero tenía el presentimiento de que no se iría hasta que no la escuchara. Así que respiré hondo y la enfrenté.

En cuanto me vio, adquirió una actitud desafiante, que realmente intimidaba.

—¿Qué haces aquí, Érica?

—Parece que no te gustó el arte callejero sobre tu auto. Tanto empeño que le puse.

Ni siquiera me molesté en reprocharle eso. Tampoco fue una sorpresa que admitiera que había sido la culpable de esos insultos en la chapa de mi coche. Siempre lo supe.

—¿Para eso has venido? ¿A comprobar que ya está como nuevo otra vez, así puedes volver a pintarlo?

—No, eso fue un arrebato, un impulso por la bronca que sentí al llegar al departamento del que era mi novio hacía sólo unas semanas y ver tu auto allí afuera ¿Tú cómo habrías reaccionado?

—Fui porque mis padres no estaban y Lucas...

—Oh, no te gastes en mentirme, y menos en mi cara. No soy estúpida. Tú estabas esperando que Lucas me dejara, para saltarle encima como la zorra que eres.

—Escucha...

—¡No, tú escúchame a mí! —gritó, por encima de mi voz. 

Estaba desquiciada, y no le importaba que hubiera más personas en el estacionamiento. Algunos nos ignoraban, pero otros decidían quedarse y observar a la distancia. Probablemente mañana todos hablarían de esto, sería la comidilla de la facultad, pero por el momento prefería eso, a quedarme a solas con ella. 

—Sé que están juntos, o al menos teniendo sexo. Y está bien, no es para tanto. De hecho, yo fui la que le sugirió que se sacara las ganas contigo. Me parecía hasta justo después de mi... desliz.

—Un desliz que duró más de seis meses.

—Oh, veo que estás al tanto de todos los detalles. —Se acercó más, prácticamente pegando su nariz a la mía—. Lucas volverá a mí, tarde o temprano. Sólo está jugando contigo, divirtiéndose con la hija del jefe. Sí, eres hermosa y tienes dinero, pero a él le gustan las mujeres de verdad, curtidas por la vida... no las nenitas de mamá y papá. Así que disfruta este momento con él, porque pronto se te acabará.

Intenté que sus palabras no hicieran mella en mí, y me tragué todo lo que hubiese querido decirle. Tal vez si, probablemente mi tiempo con Lucas se terminaría pronto, pero de algo estaba segura, y era que nunca volvería con ella. Y eso era suficiente para mí.

—¿Eso es todo? ¿Has terminado? Porque debo irme ya.

—No, aún tengo algo más para decirte. —Colocó un dedo debajo de mi mentón, obligándome a mirarla a los ojos—. Lo de tu auto fue sólo una advertencia, sabía que poco te importaría. Tienes dinero, no te importa que te lo arruine una o cien veces. Pero si sigues molestando como un asqueroso moscardón, revoloteando alrededor de Lucas, te juro que me conocerás realmente enojada. Y ya no me meteré con algo material, sino que te pegaré donde más te duela ¿Me has entendido, muñeca? —No respondí—. ¡¿Me has entendido?!

Beautiful tragedy ©Where stories live. Discover now