CAPITULO 28

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LUCAS


Arrepentirme de mis decisiones, no era algo que acostumbrara hacer. Pero esta noche fue la excepción.

Un paseo por la playa, con la luna llena y un cielo increíble, sin dudas me pareció un excelente plan. Especialmente, considerando que mañana estaría de regreso en la ciudad, lejos de todo eso. Sin embargo, incluir a Mia en ese plan... no estaba tan seguro de que hubiese sido la mejor decisión.

Siendo honesto, había esperado que ella se negara. Supongo que, como el cobarde que era, pretendí que ella tomara la decisión correcta; aquella que yo no pude tomar, cegado por mis malditos impulsos. Pero no lo hizo. Vi la duda en sus ojos por un momento, pero finalmente aceptó. Y ahora, sólo podía esperar que Dios, o cualquier fuerza superior que existiera por ahí, me ayudara a no tomar ninguna otra decisión equivocada.

La observé a mi lado, mientras caminábamos junto a la orilla. Estaba pensativa y callada. Ninguno había dicho demasiado en aproximadamente diez minutos de caminata, más que comentarios acerca de lo hermosa que estaba la noche, o lo calmo que se encontraba el mar.

—Cuando era niña me escapaba de la cama por las noches y bajaba aquí, a la playa —dijo, de repente. Agradecí que ella iniciara un tema de conversación, pues yo parecía no conseguir hacer otra cosa, excepto observarla—. A papá no le gustaba que viniera por las noches sola, decía que podía encontrarme con cualquier borracho o depravado. Pero yo no pensaba en eso, sólo quería sentarme en la arena y quedarme horas mirando el mar.

No podía culparla, este lugar transmitía una paz que no había sentido en otro sitio.

—Nunca me descubrieron, si te lo preguntas. Me encargaba de que las almohadas que simulaban mi cuerpo bajo las sábanas fueran lo suficientemente creíbles, si se les ocurría comprobarme en la madrugada.

Me reí al imaginar una Mia en miniatura, escabulléndose de la casa. Al parecer, la rebeldía era algo que la caracterizaba desde siempre.

—Me compadezco de tus padres. Si así eres ahora, no quiero ni pensar lo que eras en ese entonces.

—¡Hey! —Me golpeó con su puño en el brazo—. Era una niña buena, en realidad. Sólo un poco consentida, lo admito. Apuesto que a ti también te consintieron. Es inevitable cuando eres hijo único —dijo, probablemente olvidando que mi infancia no había sido para nada como la suya.

Intenté que los recuerdos de mi niñez sin una madre, y con un padre al que prácticamente no veía porque se la pasaba trabajando para darme lo mejor, no me angustiaran.

—Mi situación como hijo único fue bastante particular. Digamos que papá tenía otras prioridades, antes que consentirme. —Dejé escapar una risa amarga.

Por la expresión de compasión que vi en su rostro, supe que se arrepentía de haber sacado el tema.

—Soy una estúpida, lo siento... me olvidé que tú... perdóname, por favor.

—No lo sé... tal vez, si dejas de mirarme como si fuese un cachorro abandonado en la perrera, me lo piense —bromee. Odiaba la idea de que me tuviesen lástima. Especialmente ella; no quería que me viera de esa forma.

—Mierda, discúlpame también por eso. Ni siquiera me di cuenta que...

—Ya, deja de disculparte, sólo estaba molestándote.

—No bromees con eso. Sé que es un tema delicado para ti, y no quiero que pienses que soy una insensible.

No lo pensaba, ya la conocía lo suficiente como para saber que no era la chica frívola y superficial que creía en un principio. Sabía que era susceptible a ciertas cosas; que yo fuera huérfano, era una de ellas. Había visto las lágrimas en sus ojos cuando le conté sobre la muerte de mis padres. Pero no quería hablar de ellos ahora. No deseaba ponerme mal, y arruinar la última noche aquí con recuerdos tristes. Y, además, odiaba que me viera como un caso de caridad. 

Beautiful tragedy ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora