CAPITULO 13

17.3K 705 62
                                    


MIA


Era tan hermoso. No podía dejar de mirarlo. Si me preguntaran sobre el amor a primera vista, yo les hablaría de él. Puede que haya tenido alguna duda al principio, pero luego, al verlo sobre mí, supe que era el indicado.

¿Cómo es posible que una mujer pueda enamorarse de un trozo de tela? Ni puta idea, pero seguro como el infierno que eso sí ocurría.

El día que regresé de comprarlo, lo colgué en una percha junto al espejo del vestidor, y cada día me quedaba largos minutos mirándolo como idiota. Le pregunté a Julieta si le pasaba lo mismo con el suyo, y su respuesta fue: "ni siquiera lo he sacado de la bolsa desde que lo compré". Sin dudas, éramos un extremo y el otro.

El sábado llegó, y mis padres eran un manojo de nervios. Mamá había desaparecido, antes de que yo despertara. Cada vez que tenía una fiesta importante, ocupaba todo el día para preparaseRecién la veíamos unos minutos antes de salir, ya perfectamente producida.
En ese aspecto, yo no era como ella. Odiaba ir a la peluquería, y me fastidiaba que alguien más me maquillara.

Papá no lograba relajarse, a pesar de no tener nada qué hacer más que preocuparse de tener su traje impecable para la noche. Había contratado un equipo de gente que se ocupó de la organización, y eran los mismos con los que trabajaba siempre que daba un evento. En cada uno de ellos, todo salió perfecto, pero él simplemente no podía desligarse por completo.
Y así estuvo toda la semana. Estaba segura que por eso también mi madre decidió huir de la casa.

En cuanto a mi relación con Sebastián, si quieren saber, todo iba... bien. El haber tenido nuestra primera cena a solas, para mí fue un paso importante. Pero él no pareció darle demasiada relevancia, pues todo siguió exactamente como antes. No es como si hubiese estado esperando que al día siguiente me pidiera ser su novia, o algo así. Bueno, tal vez una pequeña parte de mí, la ingenua y soñadora, sí lo esperaba. Pero la Mia realista tenía bien en claro que eso no ocurriría. Él estaba bien con lo que teníamos; sin compromisos, sin dar explicaciones, vernos cada tanto, tener sexo para pasarla bien. Y, en definitiva, era lo que habíamos acordado desde el principio. Yo acepté esas condiciones, ahora no podía pedirle más de lo que me ofrecía.

Almorzamos algo rápido con mi papá, y luego me retiré a mi habitación para descansar. Antes de dormir, le envié un mensaje a mi amiga recordándole que sacara el vestido de la bolsa y lo colgara para que estuviera presentable. Sonaba como una obviedad, pero la conocía, y lo más probable era que lo hiciera diez minutos antes de vestirse.

Cuatro horas más tarde me desperté, relajada y lista para comenzar a prepararme. Usualmente, no iba a las fiestas de la empresa, aunque mi padre siempre me insistía para que lo hiciera. Pero, tratándose del festejo por los treinta años desde su fundación, no podía no estar allí, acompañándolo. Después de todo estaba muy orgullosa de todo lo que había conseguido, con tanto esfuerzo y trabajo, y sabía que era muy importante para él que todos sus seres queridos estuviesen presentes en una noche tan especial. Por eso también me costó tanto escoger un vestido. Quería lucir a la altura de la ocasión.

Estuve lista en un tiempo récord de una hora, y cuando mamá me llamó para que bajara, me miré una vez más en el espejo y me reuní con ellos. Ambos estaban impecables, mi padre lucía elegante como siempre, pero mi madre brillaba. Había elegido un vestido largo color azul oscuro, con mangas con detalles en transparencia y un escote que resaltaba su busto, pero de manera sutil y refinada. Sin dudas, sería la más bella y distinguida de la fiesta.

—Wow... hija, estás hermosa —exclamó papá en cuanto me vio bajar las escaleras.

—Bueno, eres mi padre, estás obligado a decir eso.

Beautiful tragedy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora