* Segunda parte *

20.7K 817 60
                                    


Vimos televisión por un rato, comiendo las fresas y haciendo algún que otro comentario cuando el silencio se tornaba demasiado incómodo. Era cerca de la una de la madrugada cuando miré la hora en el reloj de la pared.

—Creo que debería volver a mi casa, se hizo tarde.

—No volverás a esta hora sola, es peligroso —me dijo, en un tono serio.

—Entonces acompáñame. Puedes escoltarme y asegurarte que llegue a salvo, tal como hacíamos antes, cuando eras mi molesto custodio.

—Así que "molesto custodio". —Sonrió, consciente de que estaba bromeando—. Por mucho que me gustaría revivir viejas-no tan viejas épocas, se me ocurre una idea mejor.

—¿Y cuál sería?

—Quédate a pasar la noche aquí —dijo, en un tono ronco y tan cargado de intención que, apuesto, ninguna maldita mujer en el planeta podría rechazar su propuesta. Definitivamente, no yo. Aunque me esforzaría un poco más por ocultarlo.

—No me parece... en serio, yo...

—¿Tan mal la has pasado, que quieres huir de mí?

Sabía que no, su enorme sonrisa engreída lo dejaba en evidencia. Fue la mejor noche de mi vida, no tenía una maldita duda sobre ello. Desde la cena, increíblemente exquisita, pasando por toda la charla de sobremesa, en donde ambos pudimos conocernos mejor, y cerrando con el delicioso sexo salvaje sobre la mesada de su cocina.

¡Oh, y la crema sobre mis pechos! Pequeño detalle.

Si había algo que no quería, era huir de él.

—Dormiré aquí, en el sillón, si eso te preocupa. Mi preciosa cama es toda tuya por esta noche.

—¿En serio? Tuvimos sexo contra la pared, del cual probablemente todo tu edificio se enteró, ¿y dormirás en el sillón?

—Fue una sugerencia. No quiero que creas que estoy pidiendo que te quedes para volver a aprovecharme de ti. —Su mirada y la sonrisa que bailaba en sus labios, encendió calor entre mis piernas y provocó que mi estúpido corazón diera volteretas que nunca antes había experimentado.

Estaba bien con el cosquilleo y el fuego abrasador en mis partes íntimas, pero no sé si tanto con lo relacionado a mi maldito músculo cardíaco.

—¿Qué dices? ¿Te quedas?

—¿Acaso tengo otra opción?

—No. 

Rodé mis ojos. —Pero no dormirás en el sillón.

—Dormiré donde tú quieras que duerma. Si es que dormimos, en absoluto.

Lo golpeé en el brazo, aunque sabía que probablemente tenía razón. De sólo pensar en compartir la cama con él, mi vagina comenzaba a producir ese maravilloso hormigueo en expectación.

Cuando apagó el televisor, media hora más tarde, el nudo en mi estómago se apretó con más fuerza.

—¿Quieres usar el baño primero? —me preguntó, de un modo tan natural, como si fuese algo cotidiano que me quedara a pasar la noche—. Yo terminaré de acomodar todo aquí.

—Ok.

—Hay un cepillo de dientes extra en el armario, y puedo prestarte algo más cómodo para dormir, si quieres.

—Eso estaría bien.

—Perfecto. Te lo alcanzo en un minuto.

Me puse de pie y me dirigí al baño. Al cerrar la puerta, apoyé mi espalda por un momento. Los latidos de mi corazón estaban acelerados ¿Expectativa? ¿Ansiedad? ¿Curiosidad por lo desconocido? Jamás había dormido con un hombre. Me refiero a literalmente dormir. No sabía realmente qué esperar ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Acostarme y desearle buenas noches? ¿Excitarlo para obtener otra ronda de sexo? ¿Permitirle que me abrace por detrás hasta quedarnos dormidos?

Beautiful tragedy ©Where stories live. Discover now