CAPITULO 23

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LUCAS


Desperté con el sol impactando en mi cara. Pero, lejos de molestarme, como habría ocurrido en cualquier otro momento y lugar, fue una sensación hermosa. Había dejado adrede las cortinas abiertas la noche anterior, para que la luz de la luna iluminara la habitación y esperando que los rayos del sol hicieran las veces de despertador.

Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien; sin interrupciones, sin pesadillas, totalmente en calma.

Me asomé a la ventana y la vista que me recibió volvió a impresionarme. El cielo celeste, fusionándose con el azul del mar, creaban una postal que si tuviera talento para la pintura no dudaría en retratar. Abrí la puerta-balcón de par en par y salí. El aire fresco de la mañana se sintió agradable en mi rostro. Realmente podría quedarme horas contemplando aquel paisaje. 

Minutos después, regresé al interior de la habitación para vestirme y bajé a la cocina. Eran apenas las nueve de la mañana, el silencio reinaba en la casa, por lo que asumí que aún se encontrarían durmiendo. Sin embargo, cuando entré en la cocina, la imagen que me recibió me dejó mudo.

Allí, rodeada de pan tostado, mantequilla, un exquisito aroma a café recién hecho y fruta, se hallaba la viva imagen de la sensualidad femenina. Mia Tenoglio debería ser arrestada por deambular por la casa con esos diminutos shorts y esa remera corta, pues no quedaba nada para la imaginación. Me sentí un pervertido por mirarle tan descaradamente el culo, pero no podía apartar mis ojos.

Ella volteó, atrapándome in fraganti.

—Wow, sí que eres silencioso... ¿Cuánto hace que estás aquí? —me preguntó, sorprendida con mi presencia.

—Desde... recién —mentí, agradecido de que no se hubiera percatado de mi vergonzosa actitud.

—Pensé que dormirías hasta más tarde, pero ya tengo casi todo listo. Dame unos minutos.

La observé, mientras preparaba todo sobre la mesa. No parecía ser algo a lo que estuviera acostumbrada hacer, pero se veía tan compenetrada en la tarea.

—¿Hiciste todo esto sola, o tienes duendes escondidos por ahí que hicieron todo por ti?

—¿Crees que tú solo puedes cocinar? Bueno, no es que esto sea exactamente cocinar, pero... puse todo mi esmero para prepararlo.

—El café huele bien, las tostadas no parecen quemadas, has cortado la fruta del tamaño perfecto —enumeré—. Tienes un aprobado de mi parte.

—Mejor espera a probarlo. —Me dio la espalda para buscar leche en la heladera, pero alcancé a ver una sonrisa de orgullo en sus labios.

Minutos más tarde, Julieta hizo su aparición y lo agradecí. Necesitaba una distracción para quitar la vista del cuerpo de Mia, ya que por mi cuenta no lo estaba consiguiendo.

Se sentó a mi lado y esperamos que Mia nos sirviera el café.

—Esto es todo un acontecimiento —me dijo, en un susurro—. Jamás en la vida hizo ni un huevo duro. Espero que no se caiga el cielo a pedazos por su culpa.

Me reí por lo bajo, pues no quería que me escuchara y se ofendiera. Realmente estaba asombrado y encantado con esta Mia, tan distinta de la que había conocido. No sólo por su ropa sexy —que no solía vestir para ir a la facultad—, sino por su comportamiento para conmigo. Anoche me había consolado y abrazado cuando le hablé sobre mis padres, ¿y ahora me servía el desayuno? Me intrigaba conocer cuál era su verdadera personalidad.

Beautiful tragedy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora