CAPITULO 3

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MIA


La alarma sonó ocho y media. La postergué y me dispuse a disfrutar un poco más de mi preciosa cama tamaño King size. Amaba esos minutos extras. Me resultaban tan gloriosos.

Cuando finalmente conseguí despegar la cara de la almohada, me dirigí casi en piloto automático hacia la ducha. Otro momento glorioso para mí: las duchas matutinas. Estaba segura que las disfrutaba más que en cualquier otro momento del día. No había nada como un buen baño para ponerme de mejor humor. Sólo un poco, porque mi humor por las mañanas era pésimo, debía reconocerlo.

Todo estaba en absoluto silencio cuando bajé a desayunar, como ya estaba acostumbrada. Durante la semana, prácticamente no veía a mi papá; él se levantaba muy temprano y regresaba muy tarde, por lo que sólo compartíamos un poco de tiempo a la hora de la cena. Y mi madre siempre tenía algo que hacer fuera de casa, y cuando no, simplemente disfrutaba durmiendo hasta tarde. Por lo que los desayunos en familia sólo eran cosa del fin de semana.

La universidad se encontraba a veinte minutos de mi casa, por lo que tenía más de cuarenta minutos para llegar a tiempo. El tráfico me ayudó y llegué a destino en menos del tiempo estipulado. Aparqué mi coche donde siempre, y me dirigí al campus de Filosofía y Letras.

Empecé la carrera de "Lenguas y Literatura clásica" un año atrás. Realmente no era algo que me apasionara, pero cuando me gradué de la escuela secundaria mi padre se puso muy insistente con la idea de que comenzara a interiorizarme en su empresa. Sus planes siempre habían sido que, ni bien me graduara, me pusiera a trabajar con él "para ir entrando en el negocio desde temprana edad". Por supuesto, eso no ocurrió. Me negué rotundamente, y le pedí que me diera la oportunidad de formarme en una profesión que realmente fuera de mi agrado. Y así fue como acabé en este lugar. Fue la primera opción de escapatoria que encontré, y confiaba que con el tiempo llegara a enamorarme de la carrera.

Tenía diez minutos aún antes de entrar a mi primera clase, por lo que me dispuse a aprovechar un poco más del sol de la mañana. Me senté en uno de los bancos que se encontraban en el enorme parque y cerré los ojos, relajándome. Pocos segundos habían transcurrido cuando sentí que mi cuerpo ya no recibía tanto calor. Abrí los ojos y me encontré con una sexy sonrisa y un cuerpo caliente. Sebastián me observaba desde su imponente altura, sus ojos ocultos tras unas oscuras gafas que le sentaban de maravilla.

Me tomé un momento para inspeccionarlo de pies a cabeza; vestía una camisa de jean oscura enrollada hasta los codos, dejando a la vista algunos de los numerosos tatuajes que adornaban su cuerpo. En una ocasión intenté contarlos, pero acabé por rendirme. Después de todo, ¿qué importaba cuántos eran? Se veían sexys, suficiente información para mí.

—¿Planeabas entrar a clase sin saludarme primero? —me preguntó, cruzando sus brazos sobre su pecho.

Me incorporé para dejar de mirarlo desde abajo, pero su altura de todos modos era muy superior a mi metro sesenta y cinco. Ninguno de mis padres era excesivamente alto, por lo que yo había obtenido una modesta estatura media.

—No estaba segura de cuáles eran tus horarios hoy, así que pensaba buscarte más tarde —le dije. 

Sebastián cursaba el tercer año de la carrera de "Artes", por lo que sus horarios y materias no coincidían con las mías. Era tres años mayor que yo, y la primera relación medianamente seria y duradera que tuve hasta el momento. Nos conocimos en una fiesta de la universidad, en la cual yo no dejé de mirarlo embobada en toda la noche. Él finalmente se acercó, hubo un par de preguntas obligadas de cortesía, y el resto fueron besos. Muchos. Y me sentí en las nubes, pues era la primera vez que me besaba en serio con un chico y, especialmente, con uno como él.
Pensé que todo terminaría en esa noche, sin embargo, me pidió mi número de teléfono y continuamos conociéndonos. 

Beautiful tragedy ©Where stories live. Discover now