CAPITULO 11

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LUCAS


Cuando dije que la peor custodia había sido la del narcotraficante, fue sólo porque aún no conocía a Mia Tenoglio.
Juro que prefería mil veces correr peligro de muerte con ese tipo, que ser el violinista de ella y su novio.

Era viernes por la noche, y me encontraba en un caro restaurante, cenando solo, mientras ellos tenían una romántica velada, a unas mesas de distancia. Al parecer, el imbécil se dignó a invitarla a su primera cita. Mia estaba toda emocionada cuando la recogí por su casa, y me advirtió que fuera puntual, pues no quería hacerlo esperar. Resultó que ella tuvo que esperarlo a él, lo cual, si me lo preguntan, era totalmente inaceptable, especialmente tratándose de su primera salida a solas. Sin embargo, a ella pareció no importarle cuando lo vio llegar con una rosa.

Tan predecible. Estaba seguro que se detuvo en el camino a comprarla, al ver que llegaba tarde.

Lo positivo de todo esto, era que podía comer lo que quería sin pagar un peso. Mia me había dicho que la cena corría por su cuenta —o de su padre, para ser exactos—, así que no escatimé a la hora de ordenar.

Me encontraba comiendo el postre, cuando mi celular vibró sobre la mesa. Era un mensaje de Érica.

"¿Te desocuparás pronto?"

Eché una mirada a los tortolitos, quienes parecían no tener intenciones de marcharse aún.

"No lo sé, ¿por qué? ¿Necesitas algo?"

"A ti 😉"

Érica quiso quedarse en mi departamento hasta que regresara, a pesar de haberle dicho que no sabía a qué hora sería eso. Pensé que ya estaría dormida, pues había trabajado hasta la tarde, pero al parecer tenía otras intenciones en mente.

"No sé a qué hora regrese, así que si estás cansada vete a dormir, no me esperes despierta"

La verdad que lo único que deseaba al llegar a casa, era acostarme y dormir por muchas horas. Esperaba que ella captara la indirecta en mi mensaje.

"Nunca estoy cansada para ti, bebé. Ven directo a la cama cuando regreses. Te amo"

Genial. Sería mejor que me despabilara un poco, entonces. 

Pedí un café al mozo cuando pasó por mi lado. Minutos después, vi a Sebastián levantarse y dirigirse hacia los baños. De inmediato, Mia se puso de pie y caminó directo hacia mi mesa. Se sentó en la silla frente a mí, algo nerviosa.

—Necesito pedirte algo —dijo, sin rodeos. Y por alguna razón, temía que no sería de mi agrado.

—¿Quieres que les cante una serenata? O no, ya sé... quieres huir.

Rodó los ojos. —Cállate y escúchame, no quiero que me vea hablando contigo. —Eso era evidente, pues no dejaba de mirar hacia los baños—. Me pidió que vaya con él a su casa, al salir de aquí y...

—Oh, no lo hubiese imaginado —dije, con ironía y bebí un sorbo de café.

—Ahórrate tus opiniones. Necesito que me cubras.

Casi escupo todo sobre ella. —¿Perdón?

—Por favor, no me hagas repetir las cosas, no tengo tiempo. A mis padres claramente eso no les parece bien, por lo que necesito que tú... simplemente no les digas nada.

—Déjame ver si entendí. ¿Me estas pidiendo que no les cuente a tus padres que, después de la cena, te fuiste a coger con tu novio? —Sus ojos se abrieron enormes al oírme, y sus mejillas se sonrojaron.

Beautiful tragedy ©Where stories live. Discover now