Capítulo 34: Siéntelo

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Asentiste, esperando a que él continuara.

—La vieja lo adoptó como su protegido tras encontrarlo en una trampa bajo un montón de hojas secas, no muy lejos de los cadáveres mutilados de sus padres a causa de los cazadores —Bakugō te miró de soslayo para ver tu reacción y justo averiguó que la penuria, el horror y el pesar se reflejaron con rapidez en tus ojos— Es probable que él te odie porque también eres humana, pero no le hagas caso.

—Eso es... terrible, Katsuki —ahora comprendiendo la animadversión del lobezno podías entender su comportamiento— Y creo que el adjetivo que he usado ni siquiera se ajusta a lo que vivió Kōta...

—No fue tan malo para él en realidad —rebatió con calma— Sí, asesinaron a sus padres y es una mierda. Sin embargo, no lo abandonaron ni se crio solo porque mi vieja quiso protegerlo como si fuera su propio hijo a pesar de que los suyos no sobrevivieron años atrás.

Te quedaste sin habla, como si te hubieran arrebatado el aliento de un plumazo con esa trágica revelación. No apartaste tus ojos de Bakugō en ningún instante, ni siquiera pestañeaste, tan solo asimilabas cada palabra con suma lentitud para no errar con su interpretación. Sus facciones estaban tensas, queriendo mantenerse impasible y fuerte ante la mención de esos recuerdos, pero en el pozo de sus ojos —en lo más profundo— vislumbrabas una tristeza que parecía resurgir hacia la superficie con cada respiración pausada. Notabas que le afectaba y que no le entusiasmaba sacar el tema a flote... a pesar de que ahora sí podías hacerte una idea del por qué de su comportamiento anterior.

—Katsuki... tú...

Tuve hermanos, sí —exhaló antes de que su garganta se cerrara, forzándose a aclararla con un sonoro carraspeo— Las jodidas fiebres se los llevaron.

—¿No pudisteis...? —no llegaste a concluir tu pregunta, ya que él cabeceó hacia los lados, negando.

—Fue un invierno muy duro y vivir tan alejados en las montañas no nos facilitó el ir por medicinas ni cazar más presas para alimentar a la manada. Muchos enfermaron, incluyendo mi madre, por ofrecer sus raciones de comida a los cachorros y a los lobeznos más pequeños —las vívidas imágenes mentales de los copos nevados creando un manto helado le provocó un escalofrío a Bakugō, recordando las frías noches que tuvo que pasar abrazado a su padre para conservar el calor— La supervivencia del más fuerte, supongo.

—Lo siento mucho...

No sabías qué más decir, pues ninguna palabra de aliento le aliviaría ahora. Fue algo que sucedió hace mucho tiempo y tú no tuviste constancia de esos hechos hasta que la presión y las circunstancias hicieron que Bakugō se abriera para también deshacerse de su congoja. Su estómago era un auténtico hervidero de ardor y tensión acumulada que iba a explotar, refulgiendo como la lava de un volcán... y le costó mucho contener esa angustia debido a que él no quería intranquilizarte con el mismo malestar que Mitsuki le contagió en su charla privada. Asustarte con infortunios pasados no serviría de nada.

—Después de eso fuimos más previsores con respecto al almacenamiento de víveres y al cultivo de plantas medicinales —continuó, sintiéndose mejor cuando acariciaste su mandíbula con los pulgares en un sencillo gesto de apoyo y compresión— No pienses que antes no lo éramos o que te he traído al peor sitio del mundo, eh.

—Sé que no, Katsuki —le tranquilizaste cuando intercambiasteis una mirada— Sé que me trajiste aquí para cuidarme y protegerme.

—El aire aquí es más fresco y puro, y las cuevas están adaptadas para cualquier época del año —siguió convenciéndote de algo que ya sabías, por lo que no le ocultaste una enternecedora sonrisa— Ya viste que tenemos una escuela, tierras de cultivo y-

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora