Capítulo 12: Desazón

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Con un pequeño hatillo sobre la mesa y asegurándote de que tu capa estaba bien colocada en tus hombros, hiciste una última comprobación al tarro de néctar que tu madre había preparado para Inko Midoriya como agradecimiento por invitarte a cenar.

El tono dorado de la miel recolectada en la cosecha anterior era tan atrayente como dulce y sabías que Inko apreciaría el acompañamiento para sus mermeladas. Aunque, por el contrario, la ansiedad que le había provocado la marcha de su esposo y la preocupación constante que sentía hacia su único hijo habían redondeado a la mujer con el paso de los años cuando intentaba despejarse en la cocina... preparando ricos pasteles que eran bien recibidos en el pueblo.

El golpe de un par de nudillos en la puerta principal te sacó de tus pensamientos y rápidamente anudaste el recipiente en una tela para el transporte. Estabas por salir de la cocina cuando encontraste a tu madre, demasiado sonriente, hablando con Midoriya a la entrada del hogar. Los halagos hacia el chico se hicieron denotar y muy pronto su rostro estaba ligeramente ruborizado por las admiraciones de la mujer adulta debido a su cambio físico en los últimos años.

El trabajo duro y pesado habían formado fuertes músculos y ya no quedaba rastro de aquellos brazos escuálidos ni torso delgado. Había crecido en altura y en complexión física, dejando atrás al niño que jugaba contigo desde la más tierna infancia.

— Izuku, creí que te vería a mitad de camino — fue tu modo de saludarle, inclinando la cabeza hacia un lado — Junto al cruce, ¿no?

— Sí, bueno... Preferí venir a buscarte hasta aquí para que no anduvieras sola — se excusó mientras rascaba torpemente la parte posterior de su cuello.

— Hiciste bien, Midoriya — tu madre lo apoyó, palmeando suavemente su hombro e instándote a acercarte con un gesto de su mano — Sé que dejo a mi hija en buenas manos.

— Gracias por la confianza — el peliverde respondió con una sonrisa, haciendo una leve reverencia antes de dirigir sus esmeraldas hacia ti — ¿Estás lista?

Un corto trote te sacó de tu hogar conforme tirabas de la muñeca de Midoriya, queriendo escapar de la mirada confidente de tu madre que creía imaginar cierta historia entre vosotros. Tu acompañante se despidió agitando su brazo por encima de su cabeza y en cuanto se volteó, tu madre hizo un gesto no muy sutil para que te acercases más al peliverde cuando soltaste su muñeca y avanzaste un par de pasos por delante de él.

Si tan solo ella supiera...

Como era de esperarse, el joven de cabellos del bosque anduvo la mayor parte del sendero con una charla fresca y jovial, hablándote acerca de Iida y murmurando distraídamente ciertos tipos de usos para los diferentes árboles que cortaba, ya que estaba pensando en ampliar sus obligaciones con otras funciones. Le escuchaste con atención, conmovida por su entusiasmo y porque estaba mirando por un futuro estable y acomodado para él y su madre.

No obstante, también pensaste en lo afortunada que sería la chica que él desposaría.

Tuviste un estremecimiento completamente involuntario, conociendo de sobra esa sensación al recorrer el bosque infinidad de veces. No tendrías los sentidos desarrollados o un olfato u oídos animales, pero sentirse observaba y con la piel de gallina eran síntomas obvios de que Midoriya y tú ya no estabais a solas. Así que, con disimulo para no alertar al peliverde, miraste hacia los lados, intentando vislumbrar algo característico en la linde de los árboles... y para entonces, estabas atenta a tu alrededor y no a la perorata del joven leñador que caminaba a tu lado con tranquilidad.

De pronto, lo viste. Un destello claro entre los tonos marrones de los troncos y los primeros brotes verdosos de maleza. Por costumbre te detuviste y Midoriya siguió andando hasta que se percató de tu estado estático mientras mirabas fijamente un punto concreto en el bosque.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora