Capítulo 42: No es un adiós

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Fuisteis recibidos por la cálida sonrisa de Chiyo en la sala de estar de Aizawa, con la pequeña Eri revoloteando cerca de su padre. Habiendo programado la visita, el lobo azabache había preparado té y añadido dos tazas extras para ti y Bakugō, dejándolas sobre la mesita baja ubicada entre los sillones.

No habías estado antes en la morada de Aizawa, pero te fijaste que era de gustos sencillos y que había acomodado su espacio a las necesidades de su hija. Los dibujos de Eri estaban expuestos en las paredes o pintados incluso sobre las mismas, aportando más textura y color a las rocas rojizas. Los muros de tonalidad arcilla, con esa mezcla marrón y anaranjado, junto a los minerales propios de las profundidades como el hierro y la pirita, aportaban un diseño único e inimitable. Si bien su hogar era más oscuro y dependía de una chimenea para iluminar la estancia, ya que los huecos de los ventanales quedaban reservados para los dormitorios y otras estancias, lo que sí proporcionaba su humilde salón era un sentimiento acogedor, cálido y tranquilo.

Casi podías imaginarte al lobo echándose la siesta en el largo diván mientras la lobezna garateaba sus tareas en la mesa adyacente.

Chiyo y Aizawa parecían encajar bien, pues se hablaban de tú a tú como si fueran conocidos de siempre. Tuvieron la noche y parte de la mañana para ponerse al tanto de los años transcurridos, e incluso con Eri delante no tuvieron impedimentos de exponerle la situación.

Y ella lo tomó bastante bien.

Sus ojos curiosos viajaban de ti a Bakugō cada cierto tiempo, siendo la primera vez que os veía desde tan cerca como para poder observaros en otro lugar que no fuera el comedor principal de la manada. Nunca había tratado con el rubio ceniza, pero conocía suficiente de él gracias a los comentarios de su hermano adoptivo, así que tenía una idea preconcebida de su carácter abrasivo y su personalidad perpetuamente gruñona.

Sin embargo, Eri apreció unos pequeños detalles que habrían pasado desapercibidos para cualquiera que no se hubieran fijado lo suficiente... Muchos pensarían que Bakugō solo miraba por sí mismo e ignoraba todo lo que no tuviera que ver con él, pero cuando lo vio inclinarse para tomar su taza y discretamente también acercó la tuya para situarla en tu regazo y que la sostuvieras con ambas manos, la lobezna ocultó la buena impresión que eso le causó. Su gesto enfurruñado podría llevar implícita la silenciosa orden de que bebieras por cortesía o por obligación, pero la delicadeza con la que te ofreció la taza mientras él mantenía la mirada fijada en Aizawa —como si no notara tu sonrisa de agradecimiento— provocó que Eri viera un lado más considerado en el aniki de Kōta. Aunque lo que le resultó más revelador fue el ligero abultamiento de tu vientre ahora que estabas sentada, remarcándose un poco más el redondeo del embarazo por el vestido que Ashido te había confeccionado. Ya no era ningún secreto en la familia, pero Bakugō y tú todavía manteníais cierta privacidad para dejar al resto de la manada al margen de vuestros asuntos, fueran los licántropos escépticos o no con la relación. A ella no le hizo falta averiguarlo, pues ya sabía que su padre te trataba y estaba pendiente de ti. Aun así, Aizawa también se había tomado unos minutos para detallarle los acontecimientos y los motivos por los que vivías con tu pareja y no con tu madre en el valle, siendo la verdad una mejor solución que una mentira piadosa para suavizar los eventos transcurridos o para no asustar a una lobezna de su edad.

Su padre consideraba que su hija era lo suficiente madura como para saber de la procedencia de su madre y del vínculo que recientemente habían descubierto con Chiyo, además de hacerle conocer el hecho que erais primas. Nunca se le había inculcado un miedo particular hacia los humanos, pero ella sabía que no debía abandonar las montañas para evitar a los cazadores. No obstante, tú no te parecías a ninguno de esos hombres crueles con arcos, hachas y antorchas que plagaban la ladera montañosa para cazar el sustento de sus familias o matar a los lobos que atacaban su ganado. Solo que ellos, los licántropos, ni siquiera se molestaban en asaltar a las ovejas de los pastores cuando tenían las suyas propias en los corrales.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora