Capítulo 7: Perro guardián

46.1K 3.5K 1.7K
                                    

Todavía sentías tu cara ardiendo tras la sesión de besos apasionados, así que tomaste un puñado de nieve entre tus manos y la presionaste contra tus mejillas para enfriarlas, queriendo aliviar la rojez de tu rostro mientras te estabilizabas sobre tus propios pies. El chirrido de la madera crujiendo bajo las afiladas uñas de Bakugō te sobresaltó, pero fue sobre todo su brazo musculoso cortándote el paso lo que te dejó confundida hasta que recordaste que el lobo de pelaje rubio ceniza no sabía que tenías un amigo en el valle.

— Katsuki, tranquilo — susurraste, alzando el cuello de tu abrigo — No hay peligro.

El rostro de Bakugō permaneció hacia el frente, pero sus ojos se desviaron para observarte de reojo con cierto escepticismo en su mirada antes de volver la vista hacia los árboles. Sus orejas se alzaron rectas, orientándolas hacia el sonido de los pasos que estaban tensando cada músculo de su cuerpo y erizando su vello corporal.

— ¿Por qué ese bastardo está buscándote? — gruñó, inclinándose ligeramente hacia delante y flexionando sus rodillas.

Listo para atacar.

— Es tarde y ha anochecido — le explicaste, reteniéndole cuando reconociste su postura agresiva — Debo volver a casa.

— Te acompañaré.

— Me gustaría que lo hicieras, Katsuki, pero-

Te detuviste cuando la mención de tu nombre volvió a sonar más alto y claro a través del bosque y tu primer pensamiento fue hacia el licántropo a tu lado. ¿Qué ocurriría si le descubrían contigo? ¿Cómo justificarías tus escapadas diarias para ir a su encuentro? ¿Los cazadores se alzarían en armas para ir en su busca y sacrificarle por el bien de la comunidad?

Bakugō te había dicho hace algún tiempo que los humanos solamente eran un montón de carne que no ofrecían nada bueno a este mundo, sino que eran molestos como la mierda para la naturaleza y un jodido dolor de trasero para los de su especie, ya que los cazaban sin contemplaciones por miedo, rechazo o por el simple hecho de no querer compartir el territorio.

- Katsuki, por favor – le llamaste, acunando su iracundo rostro entre tus manos. Sus pupilas estaban dilatadas, adaptándose a la falta de luz para enfocarse en tus ojos suplicantes – Izuku es amigo mío y me devolverá a casa sin que tengas que preocuparte. No pueden vernos juntos. Tú mismo lo dijiste.

Chasqueando la lengua, el rubio ceniza tuvo que darte la razón a regañadientes, aunque no te lo demostró abiertamente. Sin embargo, sus grandes manos atraparon las tuyas, apartándolas de sus mejillas para ubicarlas sobre su pectoral donde sentiste los fuertes latidos de su corazón. Bakugō ignoró las persistentes llamadas de Midoriya, aunque un gruñido brotó desde la parte posterior de su garganta cuando apoyó su frente sobre la tuya y atrapó tus ojos con el intenso rojo de sus rubíes.

— Si ese malnacido se atreve a hacerte algo... aunque sea tocarte un maldito pelo de la cabeza... Lo mataré — advirtió, observando con firmeza y cierto grado de curiosidad la pequeña sonrisa que le diste.

Y que él se encargó de borrar con un beso brusco y posesivo que te pilló desprevenida, pero que aceptaste y correspondiste, cerrando tus párpados para concentrarte en las sensaciones que los labios de Katsuki te provocaban.

— Y no creas que te dejaré sola con ese idiota — añadió en un ronco susurro — Os estaré siguiendo para asegurarme de que estás a salvo.

Bakugō te dio otro rápido beso en la mejilla y orientó tu cuerpo hacia la luz del candil que comenzaba a iluminar el claro más allá de los secos arbustos, pero antes de darte un pequeño empujón para que avanzases la palma de su mano le dio una cachetada a tu trasero, sacándote un leve jadeo mientras él se reía entre dientes.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora