LXIX

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"Moribund"

"Dar tu último suspiro; Estar

A punto de morir"

Las palabras de Jalil parecieron perderse en los oídos de Viorica, arremeter sin cuidado contra su corazón de hielo, aquel corazón que Ionel fue endurecía a lo largo de los meses y ahora parecía estallar en mil pedazos, en un sinfín de lamentos.

<Ve a buscar ayuda> Aquellas habían sido las palabras que posiblemente habían salido de la boca de sus amigo, aquel muchacho con la cara golpeada que estaba dispuesto a regresar fuera a pesar de que Ionel le haya dicho que no regresara, que no pidiera ayuda, que no hiciera nada.

Viorica lo observó avanzar por el pasillo, un tanto mareada, incapaz de creer que aquello era cierto, incapaz de asimilar que toda aquella sangre proviniera del Wucht.

Estudió el corredor, el frío que la invadía, la ira que la carcomía. Estaba dispuesta a encontrar a quien sea que estuviera molestando a los que quería.

Sin poder evitarlo, avanzó tan rápido como el dolor en su pecho lo permitió, tan aprisa como sus piernas temblorosas la dejaron, observando aquel camino oscuro que sus lágrimas nublaban, dejando atrás el baile, la música, a Jalil, todo lo que la conectaba a un mundo ajeno al que pertenecía.

- Viorica, espera.- Jalil intentó detenerla viendo como quedaba rezagado, cansado y adolorido por los golpes, un tanto aturdido por la situación. Era muy peligroso que fuera sola afuera, además no había mucho que ellos dos pudieran hacer además de llamar a urgencia, llevarlo a un hospital.

La colorada avanzaba siguiendo el ritmo de su corazón acelerada, aquellos pensamientos oscuros en su mente que le decían que jamás llegaría, que la puerta cada vez se alejaba más de ella, que la lluvia y las tinieblas acabarían con terminar con lo que alguna vez Ionel fue.

Repentinamente el eco de sus tacones en el suelo se vio interrumpido por un breve momento, aquel segundo en el que sintió todo detenerse, desvanecerse ante sus ojos mientras caía al suelo. <No puedes lograrlo sola> Siseaban las sombras que la acompañaban, las que la obligaban a querer romper en llanto y darse por vencida.

Limpió sus lágrimas revoleando los zapatos a un lado, sintiendo las caricias del viento muy próximo a ella, aquel susurro trémulo que la obligó a levantarse para seguir adelante, empujar las puertas con violencia y el pecho ardiente.

La colorada no pudo evitar sentir nauseas al verse abrumada por aquel aroma, aquel olor que podía sentir impregnando su nariz, invadiendo sus pulmones, cosquilleando en sus papilas. Era sangre, venenosa, oscura, metálica, cargada de esa fragancia tan particular con la que solo embriagarse pero ahora se mostraba mutada, como si perdiera fuerza, como si el fuego hubiera dejado de arder dejando solo cenizas en el viento.

¿Dónde? ¿Cómo? ¿Hacia dónde debía ir? Estaba perdida, asustada, incapaz de encontrar su posición por la desesperación, el pánico, la tristeza. Fue entonces que, con la mirada tornándose escarlata, lo percibió. La oscuridad la invadió, pero aquel recuerdo estaba tan fresco en su memoria que pudo asimilarlo rápidamente.

Las tinieblas, la silueta oscura frente a ella y unos ojos que jamás olvidaría. Definitivamente aquel muchacho que la observaba a lo lejos con una sonrisa maquiavélica y el filo de una daga que centellaba en tonalidades carmín, no era Ibai, aun cuando la sensación que le produjo fue similar, de completa oscuridad, negatividad y maldad.

Con letal fuego surcando sus venas, carcomiendo su mente con el deseo de ver arder todo a su alrededor, descendió las escaleras con los pies descalzos donde el aroma a tragedia surcaba en el viento, observando con un nudo en la garganta ver alejarse al muchacho, deseosa de capturarlo para arrastrarlo con ella a las tinieblas.

Metamorfosis © - El resurgir de las tinieblas (PRIMER BORRADOR) | ✓Where stories live. Discover now