LXVIII

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"Floricide"

"Alguien que

Destruye flores"

La alegría, las risas y la música retumbaban en las paredes de la vieja construcción de ladrillos agrietados y pintura descascarada que dejaban muy en vista lo que a Edelweiss le ocurría, como la llegada del invierno no solo traía tormentas de nieve o bruma espesa, sino cambios, peligro y miseria. Algo que ninguno de ellos podía saber, sentir, o siguiera advertir en los canticos grotescos del viento que atraían con sus susurros violentos nubes cardadas de furia, a punto de estalla sobre los dos niños que se encontraban a la espera de sus compañeros.

Sentados en las frías escaleras, jugueteando con los pastizales que crecían resecos u observando vagamente el cielo sin estrellas, esperaban en silencio. Viorica deseando aferrarse a Jalil, Ionel esperando que Lera le entregara con lo que tanto la había fastidiado.

Habían esperado largos minutos en la intemperie, sintiendo las caricias de viento como un sinfín de agujas clavándose sobre ellos. Ionel había intentado ofrecerle su chaleco a la muchacha, pero esta no lo aceptó, alejándose un poco más de su lado, aun en duda por las palabras con las que la había atacado tan repentinamente a orillas de playa. Fue por todo aquello que ver atravesar la calle al muchacho de ojos avellana resultó tan gratificante como un haz de luz que se asoma entre las colinas tras una larga noche en tinieblas, causándole a la colorada tanta alegría que se levantó rápidamente de la esquina donde se abrazaba las piernas en silencio, para lanzarse en sus brazos y abrazarlo con fuerza.

- Lo lamento.- Se disculpó por arruinar su cena, hacerlos ir al instituto antes de lo que tenían planeado, no haber estado para él cuando su amigo siempre lo estaba para ella.

- Tranquila,- Sonrió acogiéndola entre sus brazos, un tanto aturdido por verla de aquella manera cuando hacía unos momentos se hallaba tan eufórica en el teléfono, aquella llamada que interrumpió las risas en donde le advertía que estaban llegando tarde por un pequeño problema con el cierre de su vestido. No podía comprender donde había terminado aquel sentimiento de collera con el que lo había llamado, la ira, no entendía como en tan corto tiempo su temperamento cambió de forma tan rotunda.- solo se perdieron una comida asquerosa y ver como el vestido de Lera quedó atorado en uno de los mozos.- No pudo contener su risa al recordar la escena, observando a la muchacha a su lado que aún se sonrojaba al recordarlo, quien intentada mantener su mirada de enfado sobre la mirada penetrante del muchacho.

La colorada se distanció de Jalil notando que aquella era la primera vez que reía desde que había salido de su casa, asombrándose al ver su aspecto.

- ¿Te gusta lo que ves?- La tomó con picardía de la barbilla, notando que Viorica se había quedado sin palabras.

- Es difícil quitarle la mirada de encima.- Lera comprendió perfectamente a la colorada, tanto ella como su madre habían tenido la misma reacción al verlo.

El muchacho parecía un ángel caído del cielo, más aun ahora que Ionel, el demonio disfrazado de oscuro, se paraba a su lado. Día y noche, pureza y tentación, edén y calvario en la palma de su mano.

En efecto, despegar la mirada Jalil resultaba un arduo trabajo. La blancura centellante de su atuendo que resaltaba aún más al contacto con su piel, aquella tez oscura que brillaba como el sol bajo la pulcra camisa de seda; la penetrante mirada avellana que se mostraba feroz adornada por el pigmento negro que delineaba de sus ojos logrando hacer que te perdieras en su claridad y pureza; o el brillo dorado que iluminaba partes específicas de su cuerpo tostado, los huesos de sus clavículas, la masculinidad de su rostro afilado. Fueron aquellos aspectos los que le prohibieron despegar la mirada de él, de lo increíblemente masculino que se mostraba, como su de un dios árabe cargado de ferocidad o un rayo de esperanza se tratara.

Metamorfosis © - El resurgir de las tinieblas (PRIMER BORRADOR) | ✓Where stories live. Discover now