LXVI

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"Spite"

"Molestar deliberadamente a alguien

O causarle problemas"

El ambiente frio y la luz de la pálida luna sobre las cortinas tornaba su habitación en un escenario cargado de emociones, un ambiente escarlata que incitaba al peligro, la pasión o la desgracia.

Los árboles en el exterior danzaban hipnotizados, seducidos por las caricias del violento viento que muy ferozmente arremetía sin piedad contra ellos, despojándoles de sus ropajes otoñales. Fuertes ventiscas que atraían con sus susurros grisáceas nubes cargadas de llanto, cargadas de odio, que amenazaban con robarse la claridad, esperando el momento exacto para desatar sus lamentos sobre el pueblo.

La tormenta sollozaba infernalmente contra su ventana, dibujando sombras endemoniadas en cada rincón de su recamara, ramas picudas que se convertían en picos y garras que se abalanzaban sobre ella, amenazando con tocarla, corromperla con sus oscuridad, logrando que se aberrara jadeante a sus sabanas completamente aterrada.

Sintiéndose asfixiada por el frio roce de la oscuridad, Viorica despertó tomando una gran bocanada de aire que la dejo sentada sobre su cama, el cabello le descendía alborotado por todo en cuerpo, subiendo y bajando con el vaivén de su respiración alterada. Acarició su brazo para subir el bretel caído de aquel camisón que amenazaba con desnudar su piel, para finalmente refregar sus ojos adormecidos, consiente del ardor que invadía su cuerpo chocando vilmente con el tacto gélido de las sedosas sabanas que la abrazaban, y aquel tinte escarlata que no solo invadieron sus sueños.

La niña volteó la mirada esmeralda viéndose atraída por la oscuridad, por la tentación y energía que emanaba aquel rincón de sus cuarto donde el infierno rojizo se fundía con el vacío y la perdición de un mundo en tinieblas, donde lo prohibido acechaba con la mirada hambrienta de aquel fruto prohibido, el lugar donde Ionel se relevaba entre las sombras con un ambarino en sus ojos más brillante de lo que jamás los haya visto.

Desconociendo su propio cuerpo o aquellos impulsos que dominaban su mente, la colorada mordió su labio al contemplar la silueta del muchacho, aquel aspecto fiero que Ionel irradiaba hacia unos días, aquel aspecto dominante que la alteraba por completo. Las ondulaciones en su cabello azabache que asemejaban el encanto de un ángel, aquel ángel desterrado de los celestial que la observaba con ceño fruncido, deseoso de probar un poco de su luminosidad, arrebatársela en un suspiro; aquel torso desnudo que despertaba en Viorica querer depositar su cariño en cada tatuaje y cicatriz, hincar sus dientes sobre sus clavículas, aferrarse con pasión a su cuello.

Por alguna razón aquel pensamiento no se alejaba de su mente, querer pertenecer al joven, unirse a él en aquel rincón de oscuridad donde el infierno se desataría bajo la influencia de sus cuerpos. Podía sentirlo aflorando cual hirvientes caricias bajo su piel, aquel potente sentimiento que los unía al intentar repelerlos, impulsos oscuros que los condenaban a estar unido y, si seguían tentándolos de aquella manera, acabaría con ellos.

Tal vez había sido aquel mismo sentimientos el que le prohibió emitir queja a medida que el muchacho se aproximaba con lentitud a ella, a medida que las sombras iban aferrándose a cada rincón de su cuarto y solo la mente del muchacho eran consiente de los pensamientos impuros que carcomían su mente, sentimientos lascivos que se veían reflejados en su sonrisa ladeada que no se molestaba en esconder. Los pasos del joven se volvían eternos para la muchacha cuya ansiedad la impacientaba, cuyas garras se aferraban a las sabanas al no sentir temor por lo que podría llegar a suceder, al no sentir motivos por los cuales gritar para que retrocediera, dispuesta a permitir que todo sucediera, que las caricias que le propinara el joven se prolongaran hasta rozar el peligro y sus besos acabaran bajo las sabanas.

Metamorfosis © - El resurgir de las tinieblas (PRIMER BORRADOR) | ✓Where stories live. Discover now