LXV

50 6 11
                                    

"Mortala"

"Implacable y mortal; que implica la

Perdida de la gracia divina o

La muerte espiritual"

Los temores de Viorica se vieron incrementados cuando, nuevamente en su hogar y ya a las altas horas de la madrugada, Ionel no se encontraba por ningún lado y nadie había recibido noticias de él.

Pasadas las horas y minuto a minuto el muchacho se iba convirtiendo en un punto nulo sobre el mapa, una incógnita que comenzaba a generar inquietud en el rostro serio de Bertrand.

Era tal el nerviosismo de los Sabuesos que lo buscaban incesantes que, a pocas horas del amanecer, el modo en el que el Wucht de largos y enmarañados cabellos golpeó la mesa para reprender a los cadetes con quienes se encontraba a solas en el comedor, obligó a la colorada, que avanzaba entre la oscuridad por un vaso de agua, ocultarse ante el espanto de un salto.

La violencia con la que se escuchó tal impacto fue lo que provocó que la muchacha se viera atraída husmear la situación. Por alguna razón sus piernas temblaron por un breve momento, hasta que se acostumbró a la frialdad que emanaba el rostro decorado por cicatrices del Sabueso. Fueron aquellos anaranjados ojos que ardían cual averno los que le arrebataron el aliento arrebatándola de miedo, ahora comprendía el motivo por el que a los novatos les aterraba tanto.

Ellos nunca lo habían visto de aquella forma, con la mirada severa y tenuemente ensombrecida por los cabello que caían sobre ella, los brazos tensos sobre la mesa, apretándola con tanta furia que provocaban centellar sus venas cargadas de vigor y la mandíbula rígida, como si se obligara a si mismo mantenerse callado. Definitivamente aquella bestia jamás se había presentado ante los ojos de su abuela, ya que el Sabueso rara vez adoptaba aquella forma, aquel imponente semental que demostraba vigor y liderazgo al cual solo acudía en situaciones extremas, situaciones que desacomodaban su rutina diaria. Eran momentos como el que vivía ahora los que lograban despertar aquella furia incontrolable que poseían los Wucht, en los que no le importaba su forma de actuar, su prioridad era encontrar a Ionel sano y salvo, incluso si debía adentrarse a las zonas prohibidas donde no podían circular libremente.

Tal vez había sido el temor en su mirada o la furia en sus palabras, que en ciertas silabas rosaba la desolación. Sin embargo, mirara donde mirara, Viorica podía notar la preocupación en Bertrand, los pensamientos que alteraban su juicio volviéndolo susceptible. El Sabueso no quería perder a más personas, no de aquella manera.

La muchacha clavó la mirada esmeralda en él, su mirada que irradia locura, sus palabras dolor, en temperamento inquieto que verdaderamente logró afectarla, que obligó a sus ojos colmarse de lágrimas y a correr nuevamente a su habitación sin importarle que los Sabuesos se enteraran que los había estado espiando, con el bullicio que su torpeza generó.

Caminó a paso veloz limpiándose con la manga las lágrimas que rodaban por sus mejillas, incapaz de quitarse de los pensamientos aquellas horribles imágenes, aquel futuro incierto que a obligaba a imaginar lo peor.

Se lanzó a su cama luego de cerrar la puerta con llave, evitando ser molestada, aferrándose a su almohada con todas sus fuerzas sin dejar de pensar en el muchacho y si travesía por lo desconocido, por el olvido. Si el guerrero más fuerte de la casa estaba alterado ¿Qué porcentaje certero tenia ella para no suponer que algo grave le había pasado?

Se aferró con mayor fuerza a su almohada cuando aquellos murmullos invadieron sus oídos, colmándola de tristeza. Ionel no le había dicho nada, no había soltado indicio o pista del lugar al que se había fugado y eso era lo que más le molestaba, la ignorancia, el hecho de no poder saber quiénes lo rodeaban, si se encontraba herido o si la ruta se volvió peligrosa acabando con su destino.

Metamorfosis © - El resurgir de las tinieblas (PRIMER BORRADOR) | ✓Onde as histórias ganham vida. Descobre agora