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"Hai shi shan meng"

"La promesa de un

Eterno amor"

El brillo de la luna resplandecía en tono opalino sobre los cristales de aquel palacio transparente con columnas de mármol esculpidas a mano, con diseños y detalles que solo un dedicado artista podría lograr.

Los barandales plateados, que se elevaban surcando los escalones de piedra jaspe, adornados con firuletes que simulaban en cromo forjado ser danzantes hojas atrapadas en una ventisca invernal; los vidrios cuyos gravados despotricaban sus delicadas sombras en el suelo, confundiéndose así con las enredaderas que se entrecruzaban en el camino; los pétalos Viridián y plata, que con sus juguetonas ramas acariciaban molestando a la personas que pasaban por al lado de sus macetones, o eran lo suficientemente altas como para que sus cabezas rosaban las traviesas plantas que caían del cielo; las fuentes que con su agua celestial acogían a la fauna acuática perlada, como los diminutos sapos o los peces de sedosas colas, para que vivieran tranquilamente entre flores de pétalos picudos; y, finalmente, las arañas colgantes que tintineaban reflejando la luz lunar entre sus diamantes cristalinos, lentamente iban acogiendo con su imponente majestuosidad a los invitados, los cuales mayoritariamente eran conocidos de los Koplov o Anouk.

Minuto a minuto aquel palacio de cristal se iba hacinando de personas desconocidas, sombras para Viorica que cada vez se sentía más perdida, sin saber qué hacer, sin saber a dónde huir. Divisó a Cristian entablando una amigable conversación con el resto de los novicios, en la mesa donde aquel té rosado y dulce aperitivos reposando en platos de porcelana y sublime decoración invitaban a los jóvenes a caer en la tentación. Sin embargo, algo en aquellas personas que la observaban con sus guantes de encaje, trajes finos, perlas y ostentosos tocados, le provocaba estar incomoda. Probablemente su imaginación le estaba jugando malas pasadas, pero aquellas miradas vacías y dientes perlados le causaron una escalofriante sensación que simplemente no le permitieron acercarse.

La colorada no entendía que le sucedía, se sentía asqueada, posiblemente los nervios por el compromiso de su hermana. Aunque por otro lado y, pensándolo bien, estar en aquel lugar que parecía salido de la imaginación que solo maestros como Mucha podían plasmar, rodeada de gente perfecta de perla y diamante, le producían una extrañeza interna tanto física como mental. Se recostó sobre una de las altas columnas de mármol frías al tacto, sintiéndose a punto de vomitar cuando sus ojos fueron testigos de cómo las piedras en el suelo comenzaron a moverse, danzando, serpenteando, haciéndola marear cada vez más. Probablemente la única persona que en aquel momento estaba afrontando síntomas similares a los de ella, era Velkan, quien observaba un punto fijo con la mirada perdida, pálido como un fantasma, inmóvil como una estatua.

- ¿Viorica? – Una voz familiar nuevamente la devolvió a la tierra.- ¿Viorica, está bien?- Ozana, vistiendo aquel elegante mono negro cuya transparencia en la parte superior no podía ser del todo apreciada por la charola de plata que la mujer cargaba, tomo el hombro de la niña para averiguar que le sucedía. - ¿necesitas ir un rato afuera? – Preguntó preocupada al notar que la colorada había perdido todo rastro de color, incluso sus pecas estaban fugitivas.- Sabes que tu casas ¿Verdad? – Bromeó al verla reaccionar a su preocupación.

- Creo que algo me cayó mal.- Posicionó sus gélidas manos en sus mejillas para intentar apagar el ardor.- Pero voy a estar bien. Gracias por preocuparte, Ozy.

La Mitse parecía enternecida, finalmente la colorada se había dignado en llamarla de una manera menos formal y frívola que Ozana. De todos modos, le apenaba ver que la colorada había tomado su llegada como acto de preocupación cuando en realidad solo quería pedirle un favor. Era obvio que al verla su pánico afloró repentinamente y su preocupación fue genuina, que ver a la niña casi desplomarse sobre las piedritas de mármol y diamante sacó su lado maternal.- En realidad...- Por un momento dudó en dar a conocer sus términos, pero no tenía opción. No divisaba a nadie más que la socorriera.- Necesitaba que hagas algo por mi.- Arrugó tiernamente su rostro, apenada por su petición.- ¿Sabes dónde está tu hermano? Necesito que alguien termine de anotar las apuestas.- Observó por encima de las personas que las rodeaban.- Se lo iba a pedir a Ionel pero justo se reencontró con unos viejos amigos nuestros.

Metamorfosis © - El resurgir de las tinieblas (PRIMER BORRADOR) | ✓Where stories live. Discover now