22. Un lirio del pasado

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—Mi señora, ¿qué vestido os pondréis?

—El de seda plateada, Mariam —respondió levantando sus brazos para que sus otras damas le colocasen sus ropas de dormir.

—Será el de seda azul —corrigió Little del otro lado de la habitación—. Y usaréis el broche que él os regaló, hace unos años.

Catalina rodó sus ojos.

—¿Me podríais recordar porque tenemos que recibir a un católico aquí? ¿No causará eso más problemas? ¿Mas animosidad de la que ya hay? —comenzó a trenzar su cabello.

—La respuesta es sencilla, no le podemos denegar la entrada aquí. Y dudo mucho que cause problemas, los Guisa siempre han sido muy bien recibidos y muy queridos por aquí, desde que vuestra abuela fue regente.

—Vos lo dijisteis por mi abuela. Mi tío Charles nunca ha sido del agrado de nadie por aquí, eso se dejó ver muy claramente la primera vez que vino hace un par de años. Y por mi parte, yo sí creo que esa visita causará más descontentos, como también ese almuerzo de bienvenida —rumió, terminando su afán.

—No seáis tan pesimista. A parte de ser una visita, el Duque de Lennox me informó que están tratando de conseguir un convenio de comercio con él. Para ayudar a la restauración de la economía, la cual se vio muy afectada por movilizar las tropas. Así que, mostraos afable y muy sonriente porque vos tendréis mucho que ver en su decisión final. Y tened muchos ánimos, en poco tiempo será la primavera y con eso florecerá de nuevo la alegría y la esperanza en todos los corazones. Tiempos de compasión y bondad se aproximan, Catalina. Recordadlo bien.

—Si lo que vos digáis... —murmuró entre dientes, por su ingenuo recalco final.

Lo menos que podría hacer es ponerse a objetar, si estaban en todo ese aprieto era por su culpa. De otra manera no se pondrían a suplicarle a un francés y mucho a un papista sino es porque realmente lo necesitasen. Lo que si iba a refutarle a su nana, era que no iba a ponerse incómodos zapatos de tacón, pero por lo visto tampoco iba a poder rezongar en eso, ya que se dio la vuelta y su nana ya se había marchado veloz de allí.

La joven monarca apesadumbrada por millones de tribulaciones en su cabeza, se acercó a su cama para así arrodillarse y orar de nuevo por perdón y misericordia, sin embargo no lo llegó a ejecutar porque le distrajo de una, las risitas de sus damas.

—¿Y ahora que está pasando? —inquirió Catalina sentándose al borde de la cama.

—Nada, Su Gracia —contestó rápido Lesly, tratando de verse sería. Aunque un fuerte rubor en sus pálidas mejillas le delataba nerviosismo. Uno demasiado peligroso.

—Lo que pasa es que Lesly se ha sonrojado muy rápidamente al cabo de que hemos mencionado el nombre del duque de Guis... ¡Auch! —Mariam no pudo concluir, gracias a que Lesly le dejó ir un doloroso codazo.

—¿Ah sí? ¿Por qué? —interrogó curiosa. 

Tal vez las boberías de sus damas le podrían distraer un poco de sus penas impuestas.

—Es que desde que vino por primera vez el duque de Guisa, a Lesly le gustó —explicó Edine con diversión. Algo no muy común.

—¡Eso es mentira! —negó Lesly.

—Ay por Dios Lesly, teníais trece años cuando él vino. Es muchísimo mayor y está casado —reprochó la monarca, rodando sus ojos.

—Y por supuesto que lo sabe. Si se pone así es, porque dice que cuando él vino aquella vez, se le quedó viendo de forma especial —dijo Mariam, continuando molestándola. 

Con cada palabra de las otras, Lesly solo se coloraba más mientras mantenía su cabeza agachada. Y la boca sellada como tumba.

—Si mi consejo vale de algo, alejaos de él Lesly y no tratéis de encontrároslo. El tío Guisa es un hombre extremadamente mujeriego y un patán. No quisiera saber que habéis salido perjudicada por haberos envuelto en sus palabras. Un día, vosotras tres os casareis. Y será con hombres libres, jóvenes, que las respeten, o eso espero...

Coronada en Gloria ©Where stories live. Discover now