Capítulo Final II

120 5 1
                                    

«Sean cual sean los motivos que llevaron a Stewart a hacer eso, os juro que se arrepentirá, y no escapará de la justicia tanto terrenal como divina, mon petit cousin»

«...Siempre resulta ser el mismo caso...»

«No os carguéis con cursos que van más allá de nosotros mismos. De nuestro entendimiento y control. Quizás sean tiempos finales, donde solo la luz de la verdad predominará. Dejadle»

—Esmé... Es que no puedo, hasta decir que no lo figuraba —se fuerte—. Que me es nuevo o... ¿Qué acaso no os lo dije? Que si teníais tambien cola que os pisaran, me la dijeseis...

—Madame... Sois aún muy ingenua, inocente.

—¡No! ¡No lo sois y no lo volváis a decir! Sé cómo está podrido este mundo, pero eso no quiere decir que toda la gente lo está. Esmé... ¿Qué os ofrecieron? Si. ¿Qué trato hicisteis, para venderme o torturarme? ¿En qué tamaño tuvisteis que ver en todo lo que me pasó? ¿A los demás y hasta a mi reino?

Respirar y respirar, era lo que debia hacer.

—Creí —se sentó en el borde—, que ya Jeanette... Por eso no está aquí igual.

—¡A mí no me interesa el testimonio de otros! Yo quiero oírlo todo de vuestra mismísima boca, mientras me miráis a los ojos. Y así ser capaz de juzgar como se debe y... quitarme la venda que tanto quisiera luchar, en serio, por dejarla tal como está. Pero la verdad, ella si me sorprendió. Fue igual para torturarme, como igualmente, lo hacíais para con ella.

Le costó confiar en su palabra, creyendo que solo estaba victimizándose para escapar de sus actos. Pero en su mirada había carga y compunción real, obligación asimismo, pues Lennox la mantuvo aquí y la llegó hasta a amenazar con su propia familia según.

¿Cómo alguien tan refinado era así?

—No... Las cosas no sucedieron así. No todo fue planificado. O todo tiene que ver con vos —Suspiró—. A Jeanette la conozco desde que era un niño. Crecimos en la misma villa. Por obras desastrosas de la vida, un día su familia se fue de Francia para ir en busca de algo más grande. Mejor. No la vi desde entonces, hasta cuando fui exiliado y fui a Dinamarca. Así inaudito. Y me dolió tanto ver, en lo que la convirtieron. Una joven con sueños enormes, en furcia para disfrute de reyes y nobles.

—Yo nunca llegué a cruzar tanta palabra con ella, pero lo pude percibir. Aunque no dice tanto, soñar alto nunca está mal. Lo malo es no hacerlo correctamente. Irse por el cami...

—No, se lo hicieron, Catalina. Su propio padre la entregaba a los señores que servían para mejorar su estatus, su riqueza. Tanto que hasta ella misma se lo creyó. Que esa era la unica manera que tenía para subir y vivir bien. Mas lo puso en duda cuando sin buscarlo se topó con vuestro esposo. Por primera vez se había enamorado, y al fin de un hombre que no la trataba como un objeto. Que era bueno con ella. Pero al final no resultó tan hermoso como se lo figuró. 

»Pues su Alteza no la quería. Solo era caballeroso. Le gustó, mas no tampoco para algo serio. Pues ¿cómo podría? Estaba ya comprometido con vos y... Bueno él jamas se dejó abrir ante Jeanette, dejó de ser tan rígido, independiente; frívolo, frustrado. Él solo se quería así mismo. Y ella se cansó, y le dejó aun cuando le dolió tanto, para dejarse engañar una vez más. Por el rey Christian. Por alguien más suficiente y poderoso, aun cuando su vida solo se hizo más miserable. 

—Vos si la queréis, ¿cierto? Os enamorasteis.

—Yo siempre fui tan centrado y abnegado, que dejé por años de vivir mi propia vida. Pero cuando la volví a ver aquí, una vez más, porque fui yo quien le ayudó a conseguir un lugar con los Guisa, ya no lo pude evitar. Mi corazón la anhelaba y quizá siempre fue.

Coronada en Gloria ©Where stories live. Discover now