24. Compasión y bondad

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—Ojalá y esa lanza le traspase la garganta y muera desangrándose en el árido suelo...

Era tanta la carga de sumo fastidio que le provocaba la tan sola presencia de Erik que sin prestar más atención, las palabras le brotaban sin antes pensarlas con prudencia. ¿Y cómo evitarlo? Si se había atrevido a insultarle de tal manera en su propia cara hace menos de mes y medio. Catalina todavía no podía superar cada una de sus palabras. Realmente además de ser vanidoso, pretencioso, cínico y frio, era muy cruel.

Decía que ella era la egoísta y egocéntrica, la que no mira sus errores y culpa a otros de sus desgracias, pero, ¿qué hay de él? El hace exactamente lo mismo. Aunque no se atrevió a decirle eso también —de milagro— sabe que él le culpa de igual forma por lo del matrimonio, y era evidente. Desde que puso un pie en Escocia le ha tratado sin fundamento muy descortésmente, se porta distante y soberbio cuando está a su lado. Todo lo opuesto. Y a pesar de todo, ella hizo su mínimo esfuerzo en darle una oportunidad, aunque sea por cortesía, pero él desecho con esa actitud cualquier amabilidad y estima que podría tratar de darle siquiera.

Y ahora encima, su actitud había empeorado. 

Si antes hablaban poco, ahora ya no hablaban nada. Actualmente era ÉL el que había decidido ignorarle terminantemente. Y eso le quemaba, porque quería ser ELLA la que le ignorara terminantemente. Ya no desayunaban juntos, y cuando estaban obligados a compartir la misma mesa solo se levantaban y cada uno se iba por su lado al terminar. Ya no les importaba aparentar ante nadie "la pareja perfecta" porque sería demasiado. Y tal como es de esperarse, ya habían intercedido varios de sus cercanos. 

Su nana por ejemplo, pero no le diría jamás las verdaderas razones. Le había inventado que era nada más una discusión marital cotidiana, pero para Little no fue suficiente, así que los obliga a pasar tiempo juntos mientras un artista les pinta un retrato oficial. Algo que es en vano, porque nada ha cambiado. Y va a cambiar nunca jamás.

Acaso, ¿nadie puede entender que, ese solo era un asunto entre ella y ese hombre?

Lo único que le quedaba, era aguantar el espectáculo del diario vivir. Como el que estaba presenciando en ese preciso momento. Eran los festejos de primavera, y como era la costumbre siempre celebraban un evento de justas en la hermosamente lujosa residencia del Duque de Lennox en la ciudad misma.

Fue toda una osadía convencer a su nana y favoritos para que le dejase salir del Castillo. No obstante, era imposible que le denegasen la salida de su propio Castillo hacia una residencia que ella misma regaló como presente y que queda a menos de quince minutos de distancia. De nuevo, el ambiente era perfecto; todos los nobles conocidos y personas desconocidos que fueron invitadas, reían y gozaban de tanto esplendor y entretenimiento. Cuando afuera había todavía caos, carencias y, descontento.

Pero otra vez, eso no importaba.

Solamente aparentar.

—¡Maldición! —masculló atónita.

Catalina con el rostro irritado, observaba desde el balcón principal junto a sus familiares de Francia, sus favoritos, sus damas y su nana, la competencia que acaba de desarrollarse abajo. Pensaba que ese pequeño viaje podría animarle y hacerle olvidar un poco de sus penas, pero se había equivocado otra vez. Ya que el presumido de Erik había decidido participar, y de remate después de tres agresivas rondas, ganó. 

¡Le ha ganado al valeroso caballero Lord Griff! El afamado campeón de los nobles escoceses y, que nunca ha sido vencido por nadie en las justas de primavera en Stirling.

Había imaginado que con este escarnio se le bajarían de una vez por todas sus humos de arrogancia que se traía, cuando lo derribasen brutalmente hacia el suelo, pero fue todo lo contrario. Ahora lo veía jactarse de su victoria mientras se quitaba el yelmo y peinaba sus cabellos negros hacia atrás. Aplaudiendo todos por compromiso y mera cortesía.

Coronada en Gloria ©Where stories live. Discover now