4. Impertinencias

226 14 0
                                    

Sin previo aviso, dos pálidas manos cayeron súbitamente sobre las páginas de su nuevo libro. Encontrándose perpleja al levantar su vista, a la joven Lesly, dama de apenas diecisiete años; esta la miraba con un rostro que desbordaba en picardía y precocidad.

—¡Lo veis, mi señora! —exclamó a pocos centímetros de su rostro—. Vuestras preocupaciones han sido todas en vano. ¡El príncipe es muy apuesto! ¡Hasta más aun!

—¡Lesly, no seáis impertinente! —le reprendió Edine, desde la cálida alfombra—. ¡Bajaos ya mismo del lecho de Su Gracia!

Sin hacer caso a la reprensión contraria, Lesly se mantuvo fija sobre la cómoda cama, sin querer despegarle ni por un segundo su mirada luminosa a la inquieta monarca.

—Eso creo... —dijo nerviosa Catalina, a causa de esa intimidación tan imprudente—. No puedo asegurarlo, completamente... el velo me... el velo me dificultaba la visión...

Pero a quien intentaba engañar, por supuesto que el príncipe no era lo que ella imagino respecto a su apariencia; era muy atractivo y no podía negarlo. Y no quería tampoco.

—No debisteis habéroslo puesto, señora... —reprochó Mariam a voz baja, desde la misma alfombra entretanto apacible bordaba.

—He dicho que me dificultaba la visión, no que me arrepentía —rebatió firme, cerrando toscamente el libro sobre sus piernas.

—¿Qué opináis vos Mariam? ¿A que sí, es muy muy apuesto el príncipe? —volvió a hablar Lesly, girando su rostro hacia esta.

—Ciertamente. Es un hombre demasiado apuesto y elegante, y se mira que es además muy culto —respondió casi suspirando.

—¿Y vos Edine? ¿Qué os pareció el príncipe? —le preguntó también la vivaz Lesly.

—Bueno... no se puede negar que goza de muy buena apariencia y de un buen porte y...

—¡No seas tan formal, Edine! Se que pensáis lo mismo que vosotras; que es un ángel caído del mismísimo paraíso celestial —retornó otra vez sus ojos a la monarca, acercándose todavía más a su rostro, al punto en que casi rozaban sus narices—. Por eso mismo, mi señora —tomó sus manos esbozando una tierna sonrisa—, creo que seréis muy feliz.

¿Feliz? Como si la apariencia física definiera el concepto de la felicidad.

—¡Dudley! ¡Bajos ahora mismo de ahí! —le ordenó Little, entrando a los aposentos—. Ay Dios, parece que vais a besar a Su Gracia.

Pavorosa, Lesly si hizo caso a esta y se bajó rápida del lecho, para acoplarse de pie junto a las otras dos damas. Juiciosas y calladas.

—Vosotras tres retiraos ya. Ha sido un día muy agitado, Su Gracia necesita descansar —volvió a ordenar Little. El trio no tardó en acatar y salir de ahí, después de ejecutar una reverencia a la monarca—. Y vos mi niña, descansad bien y preparaos para mañana.

—¿Mañana? —inquirió confundida.

—No os preocupéis, ya lo tengo todo preparado. Después del almuerzo, tendrías vuestro primer encuentro privado con el príncipe, para que puedan conocerse sin tanta formalidad y hablen de la boda.

—¿Privado? —inquirió más confundida.

—Bueno, las tres incompetentes os acompañaran a cierta distancia. Recordad que no podéis intimar con su Alteza antes...

—¡Nana! —le reprendió de inmediato Catalina, siendo lo más seria posible pero sus mejillas ya estaban ardiendo en rubor.

—No entiendo para que tanto escándalo, si él va a ser vuestro esposo. Esas son cuestio...

Coronada en Gloria ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora