34. Simplemente

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¿Cómo es que este ser puede representar tanta parsimonia mientras dormía? Las preguntas infructuosas parecían nunca acabársele. No mientras tuviese a Erik a su lado. Y más de forma tan... cercanamente.

Nunca, hasta el momento, había tenido la oportunidad de apreciarle en ese estado. Porque las veces que compartieron la misma cama, siempre, en las mañanas cuando ella despertaba este ya se había ido. Pero hoy no. Seguía ahí. Quizás porque parecía que esta vez, le había agarrado sueño muy pesado.

Cosas raras estaban pasando con él. Y lo sostenía para empezar, por la forma en la que acabó la noche anterior ahí durmiendo junto a ella. Posteriormente que leyese la carta, él comenzó a traducirla en un papel aparte mientras el tiempo seguía avanzando, y como la otra llevaba varias noches sin dormir debidamente, varios ligeros bostezos se le escaparon. Algo que claramente fue escuchado por el otro, y que sin tardar, le propuso que si quería podía irse a acostar entretanto terminaba de traducir y luego dejaba todo en buen orden a como estaba.

Y ella sin vacilar aceptó.

Se acostó cómodamente, tal siempre, en el lado derecho y se durmió. Pero su descanso no duró mucho. Dado que, se despertó algo ligeramente en la densa oscuridad de una remota hora, cuando percibió que la cama estaba moviéndose. ¿¡Iba a quedarse!? Y no solo eso, sino que en vez de acomodarse en su respectivo lugar, como siempre, Erik con cuidado se acopló detrás suyo. Y para rematar lo insólito, además, deslizó delicadamente una mano por toda su cintura hasta llegar a una parte de su torso. Haciendo más firme su agarre, tal como su inaudito acercamiento.

De verdad, cosas raras estaban pasando con él. Y no solo con él. Porque mientras Catalina continuaba sin quitarle los ojos de encima a su figura inconsciente, sentía un inmenso deseo de tocarle el rostro. O en realidad de acariciarle. Como si se tratase del más suave y fino de los terciopelos que el tacto pudiese palpar. Así de advenedizo era su impulso.

¿Pero qué...? ¿Qué estaba pensando? Y ¿Qué está a punto de hacer? No, no, no y no...

Apretando sus ojos por unas cuantas veces, logró recobrar un poco la sensatez. Y fue ahí cuando su cabeza para sobresalto recordó lo que había soñado hace tan solo unas horas. Una secuencia, con Erik, donde tratando de retarse en una rencilla de esas cotidianas entre ambos, terminó en horcajadas sobre él y los dos a punto de colisionar en un beso. 

¡Un beso por Dios! Se agitó gravemente, hasta creyendo que todavía podría estar soñando y que él ni siquiera se había quedado. Catalina se pellizcó y se pellizcó, pero fue en vano. Si estaba despierta y, ¡él estaba ahí! ¡Dormido! ¡A su lado! Fue tanta su tonta alteración que, se giró inmediatamente sin ningún frenesí, se enredó en las sabanas y, sucumbió al suelo.

—Auch...

Gracias al cielo, el tul del dosel estaba amarrado. Porque si no...

Reprimiendo los quejidos para no despertar al otro, el cual asombrosamente continuaba durmiendo, se puso de pie y se sentó en la mesa. Exhaló profundamente y alcanzó con su brazo el libro en la esquina. Que era el que Lord John le recomendó. Solo que si no fue a leerlo en la cama. Aun no entendía que demonios había sido todo eso. Desde el sueño, la permanecía del otro y su reacción sobre todo. Porque ahora que se palpaba la frente, se dio cuenta de que estaba... transpirando.

¡Ella nunca transpiraba!

¿Qué clase de...? ¿¡Debilidad!? ¡Ciertamente que no! Por qué, eso no significaba nada en concreto. Solo había sido la reacción brusca del momento. Y lo único que debía hacer era, distraerse. Aunque ya llevaba varios minutos "tratando de distraerse" y apenas conseguía concentrarse en las letras negras. Al menos el sudor ya le había cesado. O eso creía porque enseguida que escuchó la cama moviéndose, la alteración le regresó por sobre su cuerpo.

Coronada en Gloria ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum