2. Una moneda

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Erik Oldemburgo de Dinamarca.

La soberana, ha estado comprometida con él, desde los diez años de edad. Varios nobles de su régimen se opusieron, ya que ellos mismos se consideraron "dignos" para desposarse con ella y aprovecharse de su futuro poder. Entre ellos, su propio tío, el primer conde de Moray; quien hizo planes para casarse secretamente un día. Más no llegó a su cometido, a causa de su tan desafortunada y tal inesperada muerte.

Otros, planearon enviarla lejos y desposarla con un heredero al trono o un rey asimismo. Para así convertirla, en una Reina de cuatro coronas. Y algunos candidatos seleccionados variaron desde el Rey de Francia, el Príncipe Heredero de Suecia, hasta, el Rey de España. Doblándole desorbitadamente la edad todos.

Sin embargo, esos planes fueron desechados cuando llegó al poder Esmé Estuardo; Duque de Lennox, su regente primordial y su mayor favorito. Quien inteligente reflexionó, que la mejor opción políticamente para Catalina era, volver a unir a Escocia con la poderosa y rica nación de Dinamarca, como ya había pasado siglos antes; y entre sus mismos antepasados.

Además, no podían volver a cometer el error más adverso del pasado. Alejarla y criarla en otro reino, así como hicieron una vez con su madre: María Estuardo. Esos tiempos habían cambiado, ya no existía amenaza extranjera alguna que quisiera poseer su corona. Siendo la idéntica reina Isabel I de Inglaterra, quien la ha protegido y vigilado durante el paso de los años, como su pariente más cercana y por ende la legítima heredera por el trono inglés.

Por esa y más razones no podrían arriesgarse a enviar a cualquier sitio, a tan preciada joya

Cómo ya muchos de ahí solían simbolizarla.

En lo que competía a su futuro esposo, es que era dos años mayor y como el último vástago de entre seis. Su hermano mayor quien era el Rey Christian IV de Dinamarca tal Noruega, y sus cuatro hermanas que estaban desposadas con importantes Duques. Por lo que, la única opción del danés para tener posición y poder asegurados, sería el casándose con la reina de Escocia y en un futuro de Inglaterra e Irlanda.

El vikingo, fue el sobrenombre que Catalina le otorgó cuando se enteró de que la unirían con semejante personaje nórdico algún atroz día...

Un mes después

—¿Por qué debo casarme? —cuestionó esta, observando la mitad de su rostro en el espejo de mano con la lúgubre luz de las velas a su alrededor. Esa pregunta, la venía repitiendo desde los diez, recibiendo siempre lo mismo.

—Porque precisáis de una nación fuerte que apoye vuestro reclamo al trono inglés... —le respondió la señora Little con tono apacigüe, mientras le peinaba de sus largos mechones.

—¿Cuál reclamo? ¿No soy a los ojos de todos la legítima heredera por sangre? ¿O de verdad son solo habladurías que vos y otros me decís a diario? ¿Mm? —bajó su espejo y la observó.

—Por supuesto que lo sois, pero es necesario tener de vuestro lado a un recurso, una buena alianza que os respalde, cuide, y que extienda vuestras relaciones. Además, engendrar a un heredero. De esta forma preservareis el linaje Estuardo para cuando lleguemos a Inglaterra.

—Nana, sabéis bastante bien que no va a ser así. Los hijos de las reinas asimismo llevan el apellido del padre. Y yo, no seré la excepción.

Su boca hizo un enorme esfuerzo para poder expresar esas palabras, que le eran como la hiel. Pero no se equivocaba, si llegase a tener linaje estos no serían Estuardo, si no... si no... ni siquiera podía recordar el apellido de él. Y tampoco le importaba algo hacerlo. Su cabeza ya tenía demasiado en lidiar con respecto al Inglaterra como para añadirle el matrimonio, aún era muy joven. Y menos en hijos, ella era una monarca, no una yegua de cría dinástica.

Coronada en Gloria ©Where stories live. Discover now